Llora y no calles
Llora. Llora y no calles. Llora y no te pares. Llora y exprésate. Llora de rabia frente al Amanecer. Llora de impotencia por no saber qué hacer. Llora frente al espejo hasta que se anochezca tu ser. Llora sin nada que temer. Llora con sinceridad y hazte ver. Llora para ti, para otros o para el mundo que te vio nacer. Llora de dolor en las derrotas para aprender. Llora de júbilo en los éxitos, joder. Llóralo todo porque vas a vencer. Llora. Grita. Patalea. Ruge. Golpea. Blasfema. Insulta. Despotrica. Exterioriza. Opina. Pero no dejes nunca de llorar si lo necesitas. Porque cuanta menos pena haya en tu interior, más luz nacerá en tu Corazón.
Esperanza al natural
Y en vez de pétalos de rosas esparcidos por la cama, te dejo sueños e ilusiones que coleccionar en los días en que no te puedes levantar. Esperanzas a las que desees escapar, las que decidas afrontar y las que se te antoje arrinconar.
No me agrada lo normal, prefiero lo natural. Si así te ayudo a volver a soñar, a mí me basta para afrontar el día a día sin gimotear. Y si la Vida decidiese jugar con el punto y final, yo le tatuaré dos puntos más, porque nuestra historia merece un continuará…
Yin-yang
Es importante vivir también lo negativo. Su negro es ese momento de tristeza que logra que el blanco brille atractivo. El ejemplo más claro es observar cómo se logra la Vida, cuál es su truco exclusivo: con la noche y el día. Así te lo digo.
Aunque escuece el insomnio cuando son las dos menos tú de la madrugada y me siento más sola que la una, es enriquecedor saborear también lo nocivo. Aunque aún falten unos días para proteger mis besos en tu ombligo, no es motivo para quebrar los sueños de los que fuimos testigos.
Balancearse como un tentetieso compone un contrapeso de lo más efectivo. Forma parte del progreso curativo donde lo único por lo que tienes que preocuparte es por encontrar el camino más atractivo para aprender de cualquier momento depresivo, sin miedo a tropezar en su terreno pensativo. Las épocas agradables van repletas de energía con el objetivo de que, en los malos días, el desconsuelo no te estrangule opresivo. En lo sucesivo, cuando se te desfigure el ánimo por el anochecer vomitivo, espera paciente a que un ave te cante los buenos días desde su olivo. Si, a pesar de lo negativo, sientes que creces, habrás encontrado el equilibrio susurrándote que permaneces vivo.