Una de esas chicas es la historia de un viaje emprendido por tres amigas, años después de finalizar su adolescencia. Tal reencuentro está propiciado por Andrea, la más neutral de las tres, que inopinadamente se encuentra con Paula y Victoria, antiguas compañeras de Bachillerato.
Andrea ha organizado el evento por propia satisfacción personal, porque necesitaba como el pan y el agua hacer una larga excursión, despejarse y conocer mundo. Pero de repente toma la loca decisión de invitar a sus dos amigas. En el fondo, puede que Andrea albergue el oculto deseo de reconciliarlas. Tan encomiable finalidad no va a resultar sencilla de alcanzar. Victoria y Paula ya eran enemigas en el instituto y no se preocupaban por disimularlo.
Las dos tienen una personalidad fuerte y un tanto difícil, cada una a su manera. Y temperamentos tan definidos suelen tender a enfrentarse y chocar. El personaje de Paula consistía en ser poco menos que la estrella del cotarro, cínica y protagonista en todas las ensaladas; Victoria era más bien la defensora de los inadaptados y las causas perdidas, eternamente contrapuesta a su antagonista.
Así que el viaje se presagia movidito. Paula y Victoria, con las espadas en alto, van a dedicarse a intercambiar pullas y meterse puyazos recíprocamente. Pero dicen que el roce hace el cariño, y tantos roces pueden ser en realidad un síntoma de que ambas chicas son más afines de lo que ellas mismas creen.
Esta es, de alguna manera, una “road novel”. Lo es porque la acción se despliega a lo largo de un viaje y este viaje tiene mucho de desarrollo y aprendizaje personal. Las tres amigas van a profundizar mucho en sí mismas e incluso terminarán por darse cuenta de la existencia de facetas de su personalidad que ignoraban. Sobre todo Victoria y Paula.
Ambas desde el principio se entregan a su tradicional enfrentamiento con bastante entusiasmo. Podría decirse que están todo el día como el perro y el gato. Pero poco a poco su relación va tornándose más en el juego del gato y el ratón.
Yo no deseaba que esto sucediera. No lo deseaba, lo juro, lo juro. No necesitaba conocer el olor que existe debajo de su olor, el que no comparte ni flota en el aire al caminar junto a ella.
Un aspecto muy interesante es el recurso que se utiliza para estructurar el libro: dotar de cierto documentalismo a la ficción. De repente, pasado el planteamiento general del viaje, la autora en persona interrumpe su propio iter narrativo y construye todo un escenario de veracidad fingida: plantea que la novela es en realidad un reportaje fiel a la realidad, una transcripción controlada de los materiales generados por los personajes, una historia real narrada a base de los testimonios reales. Esto vendría a ser algo así como un trampantojo barroco, en el que se nos muestra la fantasía disfrazada de verdad.
La novela es generosa en mostrar los aspectos más íntimos de los personajes. En realidad, abundan las confesiones en primera persona, por lo que conocemos al dedillo los pensamientos e inquietudes de nuestras protagonistas. También son frecuentes las escenas de erotismo a partir de determinado momento.
Paula se suelta los botones que hasta hace un momento sostenía en el interior de su mano: la blusa se abre como una flor, escotada en forma de cuña, descubriendo su garganta e insinuando su pecho.
“Una de esas chicas” propone una aventura de autoconocimiento y de descubrimiento a nivel personal. De igual modo, es una historia de personas que deben hacer frente a sus sentimientos y decidir si los siguen o no hasta las últimas consecuencias.
A nivel argumental, la acción se desarrolla de forma lineal. Las correrías de Andrea, Victoria y Paula son variadas y el interés se mantiene a lo largo de la narración. El estilo es fluido y las introspecciones de los personajes no estorban a que la trama avance con agilidad. “Una de esas chicas” es, por tanto, una historia agradable de leer. Que la disfrutéis, si os apetece.
Edición citada: Miralles, I. Una de esas chicas. LES Editorial. 2018.