Medidas desesperadas

Mi escote de la talla 90 no anda cerquita, no rozo el 60 en la tripa y ni de coña 90 florituras adornan mis caderitas. Tengo un cuerpo de patatas fritas, pan de pipas y una cantidad ingente de café que lo flipas.

Me encanta comer y preocuparme por la línea de mis letras más que por la de mi cuerpo castigándolo con una estricta dieta. Gastar mis energías en emborronar libretas en vez de preguntarle al espejo con ansia cuándo atesoraré las tetas prietas. Esa es la meta de mi receta, el secreto de mi silueta.

La felicidad que tanto me libera se basa en no esclavizarme junto a esa sociedad altanera que afirma que, si no eres una estaca de madera, te quedas fuera. Encantada observo desde el otro lado de la ladera cómo hombres y mujeres gritan su sordera como si del Alma les naciera, despreciando con miradas cada vez más groseras a cualquiera que su estatus les jodiera, meneando ortopédicamente sus cinturas por un camino repleto de avisperas.

Prefiero tener el cuerpo como cien balones de baloncesto viejo antes de transformarlo en un escurridizo trozo de pellejo. Es lo suficientemente denso como para permitirme reflexionar en todo lo que pienso concentrada en lo que importa de verdad, lo que late aquí dentro.

Una gran canción

La mejor canción que nunca se ha compuesto es el cantar de la lluvia repiqueteando en el techo. Los latidos dentro de tu pecho. Es el susurro del parpadeo de tu mirar, las dudas que aspiras a expresar, los miedos que yo sospecho.

Son mis más estridentes faltas de ortografía, tu voz cacareando mientras crea melodías, el casi intangible rumor de acariciar tu vello como si arrullara helechos. Son los ruidos ordinarios de los que me aprovecho. La fantasía de apreciar cómo brota todo lo que cosecho.

Es todo lo que a los ojos de los demás está mal hecho. Son los tropiezos al intentar avanzar o permanecer en pie, bien derecho. Los roces contra las paredes de un camino irregular y estrecho, sorteando piedras, superando sus más apagados trechos. Es todo lo que falta por hacer, todo lo que ya está hecho.

La mejor canción que nunca se ha compuesto será aquella que resuene en mis recuerdos conservando mi Espíritu satisfecho, incluso al final de la travesía, en mi futuro lecho.

Reflexión al aire libre

¿Dónde nos sentimos más perdidos, en el mundo o en nosotros mismos?

¿Y si nos compramos un mapa y luego nos salimos de las rutas ordinarias, para burlarnos de ellas?

¿Qué pasaría si te dejas guiar por el Corazón y la pacífica brisa, en lugar de la razón y su vulgar prisa?

Yo solo sé que, a día de hoy, estoy andando los pasos que me pertenecen. Qué maravilloso es pasear con una mano en el bolsillo sin importar lo que opinen los demás, ¿verdad?