Te quiero con el Corazón

Tú y yo no nos apreciamos de manera habitual. No nos miramos con los ojos, nos vemos con el Corazón; “El Principito” tenía razón.

Una de las cosas que aprendí hace poco es abrazar árboles. Apreciar su energía. Empatizar con su robusta calma. Fascinarme por la cercanía de sus tonos naturales. Eso me llena de tranquilidad, serenidad, bondad…

Ahora sé que abrazarte a ti es tan maravilloso como a ellos. Estoy hambrienta de enlazarme contigo. No quiero soltarte, solo envolverte con mis brazos mientras unimos nuestros dedos en ese gesto íntimo y perfecto, para que tu terror desaparezca y mi pecho vuelva a sentir ese calor que te revive el Alma.

Y tu voz… Me provoca dulzura sentir su cercanía en mi oído susurrando palabras coloridas, nada doloridas. Me emociona sentirte temblorosa y tímida al hablar… ¡Lo haces con tanto Corazón y humildad!

Tu murmullo es una melodía decorada con miel. Me provoca lo mismo que las teclas de un piano en días de lluvia, sobre una alfombra, junto a un fueguito y con vino para dos. Me eriza la piel contemplar tus ojitos somnolientos y hermosos. Te imagino frotándolos como ese berrinche de una niña que no quiere despertar, y lo que me provocas es la más auténtica de las ternuras.

Te quiero con el Corazón.

Siempre nos quedará la Bohemia

Gruñido voraz similar al desgarro de cualquier epidemia, mutando en famélicas voces en pena devoradas por una pandemia.

Poemas nacidos desde las entrañas de esta poeta con anemia que escribe con prisa porque la Musa más intrusa apremia. Enfrentándome al papel en blanco cada vez que mi bolígrafo sufre de isquemia.

Escupiendo versos similares a una puta blasfemia, aprendidos fuera de los modales escolares y de la burbuja confortable y de la santa academia.

Adicta a los guiños muy difuminados, colmando una sola frase con mil polisemias. Sobria perdida, borracha encontrada, no necesito chupar el control de alcoholemia… Soy abstemia.

A ti –Arte que nunca has de morir–, y a mí –Alma solitaria sin partir–, aunque nos dejen sordos con los ladridos del sistema, sobreviviendo en una sociedad que agremia, nunca censurarán nuestro lema, siempre nos quedará la Bohemia.

Fuera lo común, viva la diversidad

No me engancha lo común, sin más. Soy la oveja descarriada, o quizá lo sean los demás. Me encanta escuchar a Calle 13 hasta que el cuerpo aguante, René me hace vibrar. Presto atención a poca música pero auténtica y veraz. Evan Dando con su guitarra al compás; sé que con Mishka el buen reggae surgirá; Mike Love y su estilo caribeño que siempre revelará una nota de amistad; Jack Johnson calmado al son del viento me calará; Rosana y su gran personalidad…

Aborrezco la política y lo repito con Libertad. Eso no agrada nada a la sociedad. No me creo a los que visten color feminista para que entren por la vista y de casualidad; los de tono rojo, que se les pillan las mentiras antes que a cualquier cojo con falsedad; las gaviotas blancas escupiendo desde el Cielo para después tirarte al suelo a que te revuelques en tu propia suciedad; los ciudadanos preocupados por la verdad o los que buscaron en el diccionario de la lengua escolar cómo ser invasores de inocentes para comerles la mente con ideas dementes en plena tempestad, reclamando la tradicional tonalidad. Prefiero mantenerme al margen hasta la saciedad.

Soy fuera de lo común y eso asusta, aquí y en la tierra más austral. Adoro los deportes que se salen de lo normal. El primero, la escalada aunque mi aspecto sea de cristal. El segundo, esgrima; me parece diferente y de lo más genial. Después el buceo, donde sales del agua rendida y acabas tirada en el suelo en posición fetal. Y, por supuesto, cualquier deporte invernal.

Me maravilla ser diferente aunque algunos me denominen «anormal». Mira por donde, el día del Juicio Final echaré la vista atrás con voracidad y podré sonreír de verdad. ¿Y tú? ¿Serás capaz?