Todavía soy rara; y me sigue encantando

RAREZA:

Dícese de aquello que los demás critican y a ti te saca una sonrisa.

Véase:

-Gustar de lo complicado. Que no, que eso no es un pecado.

-Amar lo imposible, lo intangible, lo temible.

-Desear lo que no abunda antes de la llamada de tu tumba.

-Preferir la lluvia al  calor. Con su frescura tu cuerpo sabe mejor.

-Madrugadas sobre el papel que junto a tu piel.

-Silencio con sonrisas antes que vivir con prisas.

-No ir a la moda y a quien no le guste, que se jo**.

-Y punto.

Aunque suene redundante, de mi dolor hago un arte.

 

Eso quiero yo

¡Estoy frustrada de cojones! No me gustan los Inviernos sin tu calor ni tus gélidos enfados. No me gusta trabajar en algo que no sea Escribir. No me gusta quejarme y andar gimiendo los “es que…” y los “pero…”. No me gusta tener que optar por un puesto basura. Odio que estés sin mí a la hora de Vivir. Me toca las bolas todo eso y mucho más.

Soy una mal hablada, ¿y qué? Una rebelde con causa y sin excusa. Me aburro de la monotonía. De saber qué voy a hacer mañana y agobiarme por tonterías. De cargar con un paracaídas que no detendrá el tropiezo que esté por llegar.

Quiero dudas, indecisión, aventuras, quitarnos del medio para bajarnos el telón. O quizás el pantalón. Ponerte el pelo de punta y rendirnos al caos. Quiero hacerte sonreír y sacarte los colores. Decirte que eres preciosa y comprobar a qué sabe tu pintalabios. Que te vuelvas salvaje y yo sugerirte a susurros que te voy a doblar, del polvo que vamos a echar.

Cerrar los ojos, apuntar al mapa e ir donde mande el (dedo) corazón. Agarrar la mochila y abandonar la rutina, pero siempre junto a ti. Que vengas de una puta vez o prefieras que viaje hasta allí. Visitar lugares donde no suela ir nadie. Antártida, Isla de Pascua, Ningaloo, Florencia, un bosque perdido de Francia, navegar por el Pacífico o ir hasta la jodida Groenlandia.

Eso quiero yo. ¿Y tú?

 

Familia original

Érase una familia de siete desconocidos. Igual que cualquier otra, contaba con la figura del padre, la madre, y el número de hijos que la Vida regale. En este caso, cinco.

La primera me recuerda a esa colega tan vital que te levanta el ánimo con su risa llena de energía; al verla reír a carcajadas, no puedes evitar contagiarte de su alegría.

La segunda es como esa hermana mayor que te corrige con algo de seriedad porque quiere lo mejor para ti; te acompaña de la mano y acoge tus titubeos con su voz de miel, recordándote que todo saldrá bien.

La tercera siempre te protege con su dulzura. Cada vez que necesitas ayuda, su sonrisa es como un abrazo que transmite una Paz que de verdad dura, desterrando cada una de tus dudas.

La cuarta es la figura más fuerte, como la madre de todos. Esa de palabras firmes y actos inalterables en los días más duros; esa que, con su entereza, te acompaña para salir del apuro; esa de miradas esperanzadoras para que nos sintamos cómodos y seguros.

El quinto es quien más se parece a un padre; de rostro risueño, carácter alternativo y acciones entretenidas, establece ese encanto en el día a día, solucionando los problemas con impecable osadía.

El sexto es como ese amigo que intenta pasar desapercibido, pero en realidad es el pilar que lo sujeta todo. Como el bajo de una canción que casi nunca se oye pero, sin él, la canción no es música. Con ese sosiego y la armonía de sus palabras, regala esa calma tan necesaria en los días en que todos están como cabras.

Y por último, yo. Solo alcanzo a decir que, aunque tenga tropiezos, fallos y algún error, el ambiente que me transmite esta familia original no es de terror. Me sentí tranquila y feliz por trabajar en un lugar que, más que un gabinete, parecía un hogar…