El brillo de tus luceros

Tus ojos son dos luceros,

tu mirada, de caramelo.

Si te llevas uno, me lo espero,

si me quitas los dos, Corazón, me muero.

 

No quiero verte más

No quiero verte más veces triste.

No es que me moleste sentirte así, pero cuando me miras y tus ojos están ahogados en dolor, se les funde todo su furor, como si su color padeciera un tumor cegador.

No quiero verte más veces escondida con el Alma dolorida, ni que sostengas la sospecha de que la única solución es la huída de la Vida. No transitas una senda torcida. Las lecciones a veces son jodidas; si te ocultas a escondidas acabarás con la amargura abierta y descosida, lamiéndote la herida con la respiración podrida por haber ignorado la mano que te quiso levantar de la caída.

No quiero verte más veces traicionada por ese miedo paralizante, exijo que empuñes las riendas y te pongas al volante, mires atrás y te descojones del pasado con tu poderosa risa tronchante. Puedes caminar por el mundo tan campante, como si fueras un errante. No pasa nada por sacudir de tus hombros el polvo y las manchas con talante.

 

Sé que regalarías tu Alma si se pudiera donar, sin pensar ni dudar de si a alguien le puede incomodar. Tu fuerza no se rinde jamás, cuando sientas temor alza tu valor y grita más fuerte que los demás, porque taciturna no quiero verte más.

 

Matarte

Derrochando parsimonia quisiera matarte los versos en falsete, las canciones a medio recitar, tu manía de sentirte como si nadaras en el fondo del retrete, los sollozos para ahogarlos en tu mar.

Matarte los segundos que no te permiten alcanzar el primer mejor lugar, los momentos en que el reloj te sepulta con su arena, las cadenas codiciosas que te prohíben respirar antes de que te asfixie la sangre envenenada que corre por tus venas.

Matar la danza macabra del desenlace antes su embestida, aún te queda algo por lo que vivir; esparcir cemento sobre la tierra de la huida impidiéndote para siempre caer en el vicio de fingir.