Las palabras de un relato

Un relato con el que no volver al punto de partida, a reiniciar el bucle. Busco un relato para viajar a tus pies, hecho por una pobre escritora risueña a ratos, bohemia siempre. Unas palabras que, todas juntas y ordenadas, reflejen cómo dejé escapar mi gran oportunidad y, ahora que la tormenta ha pasado, solo le queda esperar la llegada del siguiente ciclón de recuerdos.

Quiero regalarte una idea, dos relatos, tres palabras e infinidad de novelas y textos desde el foso de mi Alma. Tú fuiste el poema todo el tiempo. Tanto buscar las palabras adecuadas… Y no salían de tu boca sino de tus pupilas, inspiradas desde una sonrisa.

Busco un relato para antes de marcharme. Una novela que refleje lo que un día brilló en mí. Un verso desde el ventanal. Un poema de la chica cobarde de Madrid que tropezó con el paso que debía dar una noche de abril. Quiero dar vida a la vida con una rima y que tú le otorgues la entonación que se te antoje.

Un relato capaz de cerrar a versos las cicatrices del “quizá”, “tal vez”, “ojalá”, “?y si…?”. Que todas las dudas se mueran mientras gimen a la luna. Un relato con el que lanzarnos a bailar y regalarnos el abrazo que nos alcanzamos a negar. Un abrazo que a ti se te ha llegado a olvidar y en el que yo no me paro de ahogar.

 

Creo

Creo en el amor a pesar de que me arruinaron de dolor. Aprendí a sonreírle a Madrid y mi boca, poco a poco, olvida su aspecto de cicatriz. Un pedacito de mi Corazón conserva su esencia, aunque ella prefiriera regalarme su ausencia.

Me gustaría que me abrazara toda, desde el interior del Alma hasta la nuez, que lo hiciera con la sinceridad de su desnudez, que curara mis noches de insomnio para quedarse despierta a mi lado, en la más absoluta sencillez, para que yo no tenga que volver a temer que vaya a cruzar ese abismal charco otra puta vez.

Si bien para mí vuelve a salir el sol de la buena suerte, sigo aguardando poder verla antes del día de mi muerte.

 

Espero…

Espero no molestarte si te digo que no sé cuánto más aguantaré sin conocer tus costumbres y manías. Tus “déjame en paz, que tengo las ganas vacías” y tus “ven aquí, que me encantó empaparme de ti cuando te corrías”.

Espero con ambición el momento de nuestra próxima reunión, cuando se libere la presión y podamos compartir juntas nuestra más cálida emoción, por qué no decirlo, sobre un mullido colchón. Si me pongo en plan cerda, te confieso que me muero por alimentarme de tus pezones en erección. Si aparco las groserías por un día, deseo hacerte un chupetón en el Alma y besarte las heridas que quieras poner a mi entera disposición.

Espero y anhelo lamer tu mirada del color del cielo, beber de entre tus piernas tu néctar sabor caramelo, poner los ojos en blanco cada vez que te huela el pelo, echar a rodar por el suelo como si estuviéramos en celo…

Espero que algún día la Vida nos una, poder confesarte a la luz de la Luna que te Amo más que a ninguna, y que si te entran ganas de llorar, estoy dispuesta a ahogarme contigo en tu laguna.

Pero, en especial, lo más vital, aunque suene visceral, es que si tu Corazón sigue siendo de metal, espero que llegue el día en que pueda dejar de esperarte y que ese sea nuestro juicio final.