¿Lo sabes?

Te quiero, ¿lo sabes? ¿Sabes que sigues sacándome una sonrisa aunque haya otra encima de ti que te lo haga? Sonreír, digo. ¿Sabes que aún sueño con un futuro junto a ti en el que seas algo más que un recuerdo vaporoso, con convivir sin fingir, con dormirme sobre tus tetas y navegar con un dedo travieso entre tus eternas piernas encharcadas? ¿Sabes que es posible que lo consigamos ahora que he sido sincera y tú capaz de escucharme? ¿Ahora que fui valiente de frente y tú dejaste de oírme de lado, ahora que ya no pasas por mi corazón mirando hacia otro lado? Te quiero, pero no es a ti a quien me refiero.

 

Puzle

Me siento como un puzle que cada vez cuesta más armar. Empezaste tú, llevándote la pieza central por diversión. Con un juguetón “a ver si la coges”, agarré una tuya en vez de la que cobijabas entre manos. No encajaba en mí. Y te marchaste, o te largaste, lo que prefieras, olvidando mi pieza por el camino. Voy a menudo a la sección de objetos encontrados, sintiéndome perdida. A veces alguna mujer encaja conmigo. Se acopla a mí, más bien. Y todas sustraen una pieza cada vez que se marchan o las espanto yo. Se la quedan de recuerdo, aseguran que soy de las que “marcan”. Me asemejan a la luna. Y yo cada vez me gasto más rápido porque me van quedando menos piezas.

¿Quieres saber cómo estoy? Te lo relataré con fluidez si devuelves mi pieza central de una vez antes de que cuente hasta diez.

 

Preguntas con respuesta

¿Y a mí qué si la llamas con diminutivo? ¿Qué más me da que su gesto más característico sea acariciarte como si susurrase cada vez que te ve acorralada entre dos mujeres? ¿Qué me importa a estas alturas que ella me mire de reojo pensando “esa es la escritora con el Alma en pena que llegó a enamorarse de un sentimiento”. ¿A mí qué, si te veo y no siento nada bueno? ¿Qué, si te veo y no siento nada? Bueno… ¿Es malo? ¿Soy mala? ¿Lo eres tú? ¿O tal vez ella? Tengo respuesta para todas estas preguntas. ¿Quieres saberla? No es una contestación verbal como tal, sino con acciones desde mi Corazón de metal.

Voy a arreglarme para volver a verte. ¿Qué vestido te parece de menos puta, el que arrastra tu olor, o el que conserva tu sabor? Soy una adicta al pasado que prefiere colocarse con el perfume de tu recuerdo antes que probar nuevos aromas. Tú eres la putada de todo lo que escribo condenada.

¿Y qué si, a pesar del dolor, te sigo tratando con respeto porque aún te soporto? Será que te sigo queriendo, aunque de una forma menos cruel conmigo misma. Porque nunca te he necesitado tanto. Esta vez lo digo de verdad. Nunca te he necesitado, sin el “tanto”.