El día que nos vestimos de verde menta

Si te confieso que me gustas, puede que te asustes, que te disgustes o que mis besos degustes.

Si te susurro a parpadeos que no dejo de pensar en tu pestañeo, sobre todo cuando no te veo, puede que nos atrevamos a tontear en un flirteo o que te decantes por aplicar la función de WhatsApp de bloqueo.

Si te revelo que, de tu lengua estoy hambrienta, puede que me dejes con el Alma harapienta o se den las circunstancias para que volvamos a unirnos vestidas de verde menta.

Si te sugiero que demos el paso es porque sé que esto no se viste de fracaso, tu carácter de tono raso me da fuerzas suficientes para acompañarte si te percatas de que vas con retraso.

No voy a ser yo quien apague el fuego de esto que, para mí, no es un juego. Cielo, mi Corazón no está ciego. Si se ha fijado en ti es porque siente más esperanza que desasosiego, y se encuentra feliz de que le hayas devuelto a la Vida –no lo niego–, aunque tu respuesta sea un definitivo “hasta luego”.

 

Paso del tiempo

Han pasado muchos años y la única que sigue a mi lado es la Escritura. Definitivamente, ella me ama de verdad.

 

Linda Vida

Lindo lunes por la mañana aunque den ganas de estampar el despertador contra la ventana. Linda luz del sol alumbrando la ciudad, te lo digo de verdad. Linda obligación de comer deprisa con el estómago asomándose por la cornisa. Lindos momentos de frustración, así se avanza en el camino tras cada pisotón. Linda llamada que sigue perdida y linda impresión cuando te sueltan en el trabajo “estás muy despedida”. Linda sensación de estancamiento en tu terreno y avances en los proyectos ajenos para saber apreciar que, sentir celos de eso, es un error de los buenos.

En el fondo son lindos los malos momentos, porque todo el dolor se lo acaba llevando el viento y, con sus cimientos, te construyes tu propio pavimento. Lo más lindo de todo ello es que consigues quitarte la soga del cuello.