Lo que no me pase a mí…

El sábado me apeteció mucho ser malvada. Me atrapaste los dedos con tu mano mientras estábamos sentadas y yo casi te beso el Corazón aunque hubiera tenido que palpar tu pecho para alcanzarle, con el temor a que me tomases por una descarada. Estuve muy cerca de aceptar tu mirada y quedarme a tu boca abrazada.

Me entró un delicioso vértigo al sentir tus labios de los míos a la distancia de una minúscula zancada. Entre tus rubias y mi triste pude comprobar que, de ti, quería acabar mojada, ya fuera por tu risa, tu sudor o cualquiera de tus fluidos, incluso los de mayor dolor, que se me antojaron el mejor elixir para terminar la noche como una desmelenada.

A pesar de que no estoy desesperada ni mi carácter se asemeja al de una malf***ada, el sábado no imaginas cuánto me apeteció sacar a pasear por tu piel mis garras más malvadas y sentir tus uñas por toda mi espalda clavadas. El demonio en mi hombro derecho susurraba que, por hacerlo una vez, no pasaría nada. A la izquierda no había nadie, el angelito revoloteó de la mano de Cupido hasta otra posada.

De repente, al escuchar tu realidad tras un sinfín de guiños, caricias, sonrisas y de dejarme el Alma recalentada, se me rompió el rostro y mi esperanza se deshilachó, completamente arrollada. La desilusión devolvió a mi Corazón a su vulgar silueta de músculo hecho a base de carne picada.

¿Dónde está el problema? ¿Cuál fue la sorpresa con que remataste nuestra velada? Que estás casada…

 

Ni fuerte ni valiente

Hoy no tengo ganas de ser fuerte ni valiente. Solo soporto susurrarte desde diciembre los mimos que tengo reservados para tu vientre.

Hoy no tengo ganas de ser firme ni confiada. Solo quiero tenderte mi mano y que tus caricias se vuelvan descaradas.

Hoy no tengo ganas de ser intrépida ni enérgica. Hoy no soportaría descubrir que a mis besos eres alérgica.

Hoy no tengo ganas de ser serena ni osada. Solo quiero respirar en tu cobijo y llorar en tu hombro mis penas más ajadas.

Hoy solo quiero que tus latidos me balanceen con ternura. Que escuchemos juntas la lluvia que empapa las aceras y disfrutemos de su peculiar lectura. Hoy necesito más que nunca que mi Corazón se recupere de su fractura al lado de tu innata hermosura.

 

Concha Espina

En una época donde el dinero se despilfarraba en guerras imposibles en vez de en cultura, y los hombres silenciaban a las mujeres, Concha Espina no se dejó callar.

Entre ese casi obligado anonimato, y conocida como “la novelista olvidada”, Concha y muchas más autoras se revelaron a través del arma más poderosa que existe: EL BOLÍGRAFO.

Concha defendió el feminismo, arriesgándose al repudio familiar, en su novela “Mujeres del Quijote”, donde trató de hacer oír las voces de los personajes femeninos.

Reforzó su lucha por los derechos de la mujer al asegurar que “la mujer española está tan capacitada para la política como el hombre”.

Nunca se cansó de intentar situar a la mujer en el lugar que le corresponde dentro de la literatura.

Mujeres: vuestra escritura no está muerta, sigue viva en la Calle Huertas.