Aleteo

No quiero que te vayas volando a otras páginas,

y que por la ausencia de tu abrazo

me vea obligada a derramar lágrimas bizcas

toda la oscuridad.

 

Un beso a muerte

Y me paso la Vida siempre igual, amando el mismo miedo: miedo a molestar. ¿Interrumpiré? ¿Me tomará por una pesada? ¿Agobiaré por preguntar lo que no sé?

Y me paso la Vida abrazada a ese espanto que no deseo a mi lado, ansiando las oportunidades que echan a volar, limitándome a codiciar tu voz desde la comodidad de la oscuridad.

Y me paso la Vida jugándome los días a un beso a muerte, una caricia a quemarropa, una excitación a sangre fría de la que Capote nunca escribiría un best–seller.

Y me paso la Vida siendo consciente de que padezco pánico de mí misma sin saber gritarle a mi reflejo que se lleve la angustia a otros espejos.

Ayer, sin querer, decidí que no seguiría soñando con dientes fuera de lugar, estresada por sentirme a la par. Si debo pasarme la Vida caminando sobre piernas temblorosas de horror lo prefiero antes que volver a negarme el Amor.

 

A veces soy un poco egocéntrica

A veces me pregunto por qué tardas días en volver a charlar conmigo o no me contestas. Siento el impulso infantil de preguntarme «¿por qué le hablas a los demás y a mí no?».

Cuando se me pasa la tontería, caigo en la cuenta de que cabe la posibilidad de que te suceda lo mismo que a mí. Yo tardo un par de días en hablar contigo después de cada conversación porque necesito quedarme a solas con tu recuerdo y relamerme con él hasta saciarme. Sentir su cariño porque dentro de él no existe maldad ninguna, traición, miedo, o dudas. Nada de contradicciones ni malas noticias, solo el eco de las palabras con que me acaricias. Nos abrazamos en su difuminado eco hasta que volvemos a tener contacto.

Así que si no te escribo no es porque pase de ti, al contrario. Pienso en ti a diario, pero necesito envolverme con tu recuerdo y releer nuestras charlas como si fueran el más sedoso poemario.