Estruendoso silencio

Esto tiene una pinta muy mala…

Aunque sé que no se debe medir con una escala, de diez veces, una estás cerca y nueve me hablas armada con una pala. No sé por qué conmigo eres en apariencia satinada y, de repente, no dudas en desenvainar tus garras, pareces un koala. Debo confesar que a mí me resbala si tomamos un café vestidas de andar por casa o cenamos en un restaurante japonés ataviadas con ropa de gala. Sea como sea, me haces sentir como una colegiala.

Esto tiene un aspecto hundido. No te lo quiero soltar con un quejido, pero tu silencio es lo que hace más ruido. Hubiese dado todos mis latidos por escuchar tus ronquidos en vez de percibir cómo mi Corazón late sin sentido porque de mi lado te has ido.

Temo verbalizar la conclusión de que el Dios del deseo amoroso no me lanzó su flecha, me ha escupido.

 

Lo confieso

La amo tanto que podría agotar todas las palabras del mundo al intentar expresarlo.

Me refiero a ella.

A la escritura.

 

Te veo en la cima

Te veo en la cima de tus sueños, donde la confianza se vuelve la meta más fácil de alcanzar, donde brilla con toda naturalidad tu carácter risueño.

Te veo en la cima de la Vida, esa en la que sobrevivieron todos los suicidas. En lo alto de su cumbre empieza una nueva partida en la que yo dicto la única norma conocida: te prohíbo darte por vencida.

Te veo en la cima de los logros pasando por el camino donde el punto más álgido del dolor no chasca ninguna rodilla; tranquila, en esta cumbre no habitan ni el Yeti ni ningún ogro. Solo estoy yo para animarte la ruta chapurreando alegrías en mi guitarra de metal, más conocida como «dobro».

Te veo en la cima de los resultados, da igual si son buenos o repletos de palos mal dados. Si te caes, algo sacarás en claro cuando del suelo te hayas levantado. Yo me acercaré a tu lado para susurrarte que, aunque estés bajo la falda de la montaña, habrás alcanzado tu propia cima una vez que te hayas incorporado.

Te veo en el camino a la cima para recordarte que no pasa nada si no asciendes a donde «se supone» que debes llegar, siempre y cuando recuerdes que debes ir a por otro día decorándolo con tu más apreciada rima.