El 10 de noviembre acudí al preestreno de La revolución bailando, un documental underground, dirigido por Julia Rebato y Eli Martín, sobre el aún más underground grupo musical Las Chillers.

Corría el año 2016, estaba paseando por Matadero (Madrid) y, de repente… ¡BAM! me encontré con la Fiesta Furiosa, en donde un grupo de seis chicas destrozaban «Como una ola», de Rocío Jurado. Pero algo debían estar haciendo bien porque, aún así, me llamó la atención. A esa versión punk y de orquesta de pueblo del clásico de la Jurado le siguieron muchas más, de Camela, de Rebeca… Así que yo pasé del impacto del primer momento al total y completo enamoramiento. No sabía quienes eran, solo sabía que me estaban encantando.

Y debía ser el destino y que tenía que conocerlas, porque dio la casualidad que Las Chillers y yo teníamos amigas comunes (que crearían la futura agencia de booking y management Las Amigas), puesto que yo era fotógrafa de directos musicales, así que nuestro encuentro se hubiera dado de un modo u otro.  Y así, poco a poco, acabamos haciéndonos amigas y acompañándolas, como fotógrafa, en muchos de sus conciertos. Dos de ellos están en el top de mis recuerdos más memorables: el concierto que dieron en el Low Festival (Benidorm) ante más de 25.000 personas y el concierto de Molina de Segura (Murcia) que desembocó en la polémica conocida como «Tetagate«, en donde un partido político se indignó porque la cantante, Rocío, enseñara los pechos en un concierto. Lamentable exhibición de doble moral exacerbada, por parte del partido político, claro.

Sobre el documental

¿Y por qué cuento mi experiencia personal? Porque el documental está plagado de testimonios como el mío. A la vez que se cuentan los orígenes y evolución del grupo, un montón de gente muy diversa habla sobre cómo estas chicas acabaron convirtiéndose en algo más que un grupo musical. Y toda esta gente entrevistada tienen en común haber coincidido alguna vez en su vida con este torbellino musical, convirtiéndose en una familia: los, las y les chilliebers, unides en esta comunión de versiones musicales de canciones muy conocidas, pasadas por el filtro Chillers, y transformadas en mensajes feministas y lgtbi+, activismo y sororidad.

«Ojalá un día se conozcan más grupos musicales emergentes de mujeres, no por ser mujeres, no por ser emergentes, sino por ser increíblemente buenas». Rocío Saíz

Las Chillers en concierto. Foto: Aída Cordero

Es sorprendente ver cómo todas estas personas entrevistadas (entre ellos de Ana Morgade, Ladilla Rusa, Perra de Satán, Diana Aller o Marilia) coinciden en una cosa: la energía desbordante de Las Chillers, unida a esa capacidad de hacerte sentir parte de esta «revolución». En esta familia no se margina a nadie.

A las grabaciones del incansable Eli Martín (que grabó sus conciertos durante años) se le unieron la constancia y perseveración de Julia Rebato (que se empeñó en terminarlo). Gracias a esto, y me consta que también a Almudena Saíz, este documental ve la luz, por fin.

En él se narra la historia del grupo musical que ha marcado una época inolvidable para aquellas afortunadas que pudimos vivirlo (incluso desde dentro). Me recorre un sentimiento de melancolía saber que el grupo se separa,  pero el buen sabor de boca de haber formado parte de algo muy grande que, sin duda, abrió un camino que era necesario explorar. Estos recuerdos no nos los van a poder quitar.

Desde aquí lanzamos el deseo de que Las Chillers se reúnan para el concierto de despedida que merecen, y que la pandemia nos quitó.

De momento, el documental puede verse en festivales, pero esperemos que pueda tener su recorrido en salas. Quedamos a la espera de más noticias.

Y que vivan Las Chillers.