Me es imposible olvidarte

Si me llamas “pequeña”, me es imposible olvidarte.

Si te acercas hasta mí con tu sonrisa de la mano, me es imposible olvidarte.

Si me miras desde tus ojos inocentes, me es imposible olvidarte.

Si escucho la canción que tanto te gusta, me es imposible olvidarte.

Si está lloviendo, me es imposible olvidarte.

Si, además, me preparo un café, me es imposible olvidarte.

Si cierro los ojos, me es imposible olvidarte.

Si los abro, me es imposible dejar de verte en las caras de los demás.

Chica, qué quieres que te diga… Me es imposible olvidarte.

Adicción a la ficción

Extremos

Si pudiera, si me dejaras, si me lo permitieras, te escucharía y luego te besaría la voz. Después de besar las lágrimas de las nubes, porque a veces cuando te leo me hablas a través de ellas. Siempre lo haces, a ratos eres auténtica, a ratos das miedo. Sea como sea me invades el pensamiento. Sí, sigo leyendo todo lo que escribes, aunque no te lo diga. Es una anémica forma de volver a sentirte junto a mí. Ojalá volvieras. No, ojalá regresaras, porque dentro de ese verbo está mi nombre. Y yo me fumaría la vida entera esperándote, porque dentro de ese vicio está el tuyo.

Y, al pensar en ti, por mucho que duelas, se me sigue asomando una sonrisa a la boca. Unas veces tímida, otras valiente, depende de cómo me haya despertado.

Es normal. Estés en el país que estés, visites la ciudad que visites, o te levantes de la cama de quien te levantes, lo cierto es… que haces un día precioso. Fuiste mi más linda casualidad. Solo por eso, merece la pena soportar que vivamos cada una en un extremo del mundo.

 

Futuro

Vería más claro nuestro futuro si me arrancara los ojos.

Por las tardes, cuando salía a buscarte a tu portal, iba bien arreglada, maquillada y oliendo a perfume del bueno. Ante un par de cervezas, hablábamos hasta que la noche nos envolvía. Con mi sonrisa procurando mantenerse firme, te escuchaba decir lo feliz que eres con esa novia tuya que tanto te hace reír. Después, volvíamos a tu portal para despedirnos y yo regresaba a casa sola. Es decir, sin ti a mi lado, con toda la ropa rasgada, llena de barro porque habías tirado por tierra sin querer mi esperanza. En mi cabeza no se sostenía ningún pensamiento vivo ni cordura alguna, el eco de tus palabras asesinaba una y otra vez cada una de mis ilusiones.

Estoy aquí

a veces de pie, a veces sentada.

Siempre orgullosa

de por ti no hacer nada.