Cuando me ofrecieron la oportunidad de ver Come See Me in the Good Light, pensé que tenía que prepararme psicológicamente. La sinopsis básica hablaba de una pareja enfrentándose a un diagnóstico de cáncer incurable. Así que, como alguien que por desgracia ha vivido esa enfermedad muy de cerca, tuve que sentarme un momento conmigo misma y preguntarme si realmente quería verlo. Hoy puedo decir que mi mejor reseña es esta: me alegro profundamente de haber dicho que sí.
Andrea Gibson es poeta, y eso se nota en cada fibra de su vida. Transforma emociones complejas en palabras que nos atraviesan, que nos permiten sentir con elle. Pero ¿qué ocurre cuando un diagnóstico terminal llega como una bofetada en plena cara? Este documental nos coloca, sin filtros, en ese instante en el que vemos a Andrea y a su pareja, Megan, intentando procesar las consecuencias de lo que les está pasando.
Este es el comienzo de una pesadilla, pensé… mi peor miedo hecho realidad. Pero quédate conmigo… porque mi historia trata de cómo la felicidad es más fácil de encontrar cuando entendemos que no tenemos para siempre para buscarla.
Megan Falley y Andrea Gibson leyendo los resultados de una analítica
Voy a ser sincera: cuando empezó el documental esperaba llorar sin control. Y sí, lloré… pero también me reí como hacía mucho que no me reía con un documental. Suena extraño decir que lo pasé bien viendo una historia sobre cáncer, pero Andrea tiene un sentido del humor tan luminoso, tan inesperado en medio de lo terrible, que te arranca carcajadas cuando menos te lo esperas. Hay una escena al principio, en la que vemos a Andrea, Megan y una amiga, recordando el momento en que dieron la noticia, que les juro que les va a hacer llorar de risa.
Es un viaje agridulce, sí, pero sobre todo profundamente humano. Andrea siente a flor de piel, pero además tiene un dominio del lenguaje que nos permite acompañarles con una claridad emocional impresionante. Y algo que amé profundamente es que las cámaras no son intrusas: forman parte. Les protagonistas las miran, las invitan y nos invitan a nosotras también. El resultado es una intimidad sin barreras.
Come See Me in the Good Light es, además, un documental profundamente queer. Andrea es brutalmente honeste consigo misme: habla de disforia, de género, de la sensación de no encajar en ningún sitio… y también de cómo, al enfrentarse cara a cara con la muerte, muchas de esas angustias se diluyeron. Lo que antes le definía pasó a ser secundario. El miedo a ya no tener “tiempo” reconfigura prioridades de formas que desarman.
Y quizá lo más conmovedor es esto: una persona que vivió con un “deseo persistente de morir”, que habló con honestidad de autolesiones y pensamientos suicidas en su obra, descubre —precisamente al enfermar— un deseo feroz, rabioso, de vivir.
Cuando el documental termina, lo que queda es una sensación poderosísima: las ganas de abrazar la vida. De exprimir cada momento, incluso los complicados. De recordar que nada es eterno, y por eso mismo cada día es un regalo que merece ser vivido con intensidad.
Por todas estas razones, les recomiendo encarecidamente que vean el documental. Lo tienen disponible ya, en AppleTV. Les aseguro que les va a tocar fibras del corazón y el alma que no sabían que existían.
