“Errare humanum est” y como dice el refrán, un tropezón cualquiera da en la vida. Pero Paula Castán se ha pasado de la raya. Su capacidad para el yerro es absoluta, inconmesurable, épica y de proporciones gigantescas. Ella no es de pifias simples, y ya que se pone, qué menos que preparar una hecatombe y cargarse absolutamente todo lo que la rodea, en plan bomba de metralla.

Dos años hace que desapareció de su pueblo. Dos largos años desde que se largó con despedida a la francesa, dejando atrás familia, amistades y sobre todo y ante todo…a Elaine. Ahora, tan inopinadamente como se marchó, acaba de reaparecer en el más concurrido bar de la localidad ante los estupefactos ojos de los parroquianos del lugar. Jessica, la mejor y más neohippie y ecopacifista amiga de la desaparecida, musita desconcertada ante la sorprendente visión, “No me jodas…No me jodas”.

Y acto seguido se encamina hacia la mesa donde la retornada pródiga consume una cerveza, con el propósito de clarificar las cosas y de paso echarle una bronca justa y monumental. Paula recibe el chaparrón con paciencia. Ella no es la misma que lo abandonó todo después de hacer daño a quien más quería. Paula Castán, muy arrepentida de lo que perpetró, ha cambiado, o al menos eso es lo que intenta: no explotar como la niña cabreada con la vida que ha sido hasta el momento. Porque Paula es sin duda la responsable de todos esos actos, pero en su defensa hay que alegar que lidia con una personalidad difícil y de manejo complicado, resultado de una infancia bastante abrumadora con una madre toxicómana que no supo ni pudo darle nada mejor.

Paula fue colocada a patadas en la vida, y del mismo modo le correspondió ella casi siempre.

Tras el fallecimiento prematuro de la madre, sus hermanos Pol y Marcela acogieron a la huérfana. Así, desde los ocho años de edad, Paula vivió con sus tíos en el pueblo del Alto Aragón del que mucho tiempo después se fugó sin dar explicaciones y al que justo ahora ha vuelto cargada de dolor por sus pecados y de propósitos de enmienda. Por tanto, según la doctrina católica y como advierte su amiguísima Jessica, únicamente queda cumplir alguna penitencia en forma, por ejemplo, de hacerle gratis una hermosa pérgola de madera para el jardín de su casa.

Y es que Paula es carpintera –como San José y como su tío Pol, quien le enseñó el oficio–, carpintera de vocación. Sus manos son capaces de construir desde la famosa pérgola hasta los pequeños objetos deliciosos que le hacía a Elaine cuando eran niñas a modo de desagravio cada vez que le salía lo arisco de su personalidad. Paula siempre fue bastante agreste y dada a desplantes; hay que decir también que la actitud del resto del pueblo no contribuía demasiado a amansar a la fiera. Elaine fue la única de todo el colegio que consiguió pillarle el punto a Paula “Cactus” Castán.

Y es que Elaine hacía tiempo que había decodificado los factores que activaban la capa de furia y negatividad que regía el comportamiento de la chica de los riscos, elementos que los demás escogían ignorar, así como renunciaban a descubrir a la Paula que luchaba por sobreponerse a ellos.

No resultó nada fácil: sirva como prueba que el acto de inauguración de su amistad consistió en un tortazo en mitad del patio del colegio (propinado, cómo no, por la arisca a la otra niña).

Pero si virtudes tiene Elaine –y tiene muchas–, la más acentuada es la cabezonería (sí, también puede ser una virtud). Es una auténtica “hode”, como se denomina en su idioma materno a los terco-cabezotas. Porque Elaine Bronnfjell –Ela para las amigas– es noruega o, mejor dicho, de familia noruega. Sus noruegos padres (Sigrun y Jørgen) se asentaron tiempo atrás en el bonito pueblo aragonés y demostraron al mundo entero lo buen negocio que podía ser un hotel rural en el Pirineo Central. Todas estas características hacen que la niña sea tan distinta a los demás como lo es la agreste Paula, aunque por motivos diferentes.

Elaine destacaba entre los demás niños como una alubia en un plato de garbanzos.

Quedamos pues en que Elaine posee una tenacidad a prueba de bomba. Tal cualidad se ve fortalecida además por una paciencia que, a su lado, deja al santo Job como un principiante. Ambas facultades le son de mucha utilidad para tratar a la intratable y entre las dos termina por nacer y desarrollarse una hermosa y enorme amistad.

Esa amistad crece con ellas. Pero no sólo crece, sino que se transforma y acaba convirtiéndose en algo más que ya no se ajusta al término “amistad”. Y es entonces cuando un buen día, mientras estudiaban Filosofía, surgió el tema de la teoría empírica de Berkeley y su aplicación práctica. Según Berkeley, “el mundo que conocemos sólo se hace real a través de los sentidos”. Para que luego digan algunos que estudiar Filosofía no lleva a ninguna parte.

A partir de ese momento, todo cambió “Y unas veces fue fácil y otras no tanto, y hubo días en que aquello parecía imposible y otros en los que el infinito estaba de su parte”.

Hasta que Paula, la difícil, no pudo evitar cargárselo todo. No es que sea mala persona o que no quiera a Ela lo suficiente. De hecho, tiene un lado tierno y bueno que pocas personas se molestan en ver y que con Elaine se despliega en todo su esplendor. Pero en ese instante reaccionó mal, incapaz de enfrentarse a una situación que la sobrepasaba por completo. Surgió de repente, envuelta entre las sombras del pasado, desequilibrando por completo el frágil equilibrio emocional que había logrado alcanzar. Consciente de los problemas que lleva arrastrando toda la vida, la propia Paula llegó a profetizar que sucedería algo parecido y que no podría evitarlo.

Un día ocurrirá algo, tú intentarás ayudarme, y yo me revolveré contra ti. Te haré daño y no me lo perdonaré jamás.

Aunque concurren atenuantes, la culpa la tiene ella, y así lo reconoce sin ninguna ambigüedad con la frase que da título al libro:

Como agua entre mis dedos, Elaine, así he dejado pasar la vida y todas las oportunidades que me dio.

Es aquí precisamente donde reside el núcleo duro de todo: la culpa de la que nuestra arrepentida carpintera tiene que liberarse. Pero sólo hay un método para quitarse la culpa de encima: el perdón.

Paula Castán ha vuelto en busca del perdón y esperando ganárselo. Y la esperanza es lo último que se pierde.

De la única cosa de la que Paula estuvo segura esos años era que hirió a Elaine aun amándola, y que se fue de su lado sin dejar de hacerlo”.

Esta es una historia de amor, evidentemente. Y el romanticismo se encuentra presente, aunque con su peso justo. Pero no puede considerarse una típica novela romántica: contiene ingredientes más variados y complejos que los que suelen integrar este tipo de narraciones. Y, por tanto, es mucho más.

En primer lugar, se trata de una novela de personajes bien construidos y en el caso de los protagonistas, bastante complejos. Paula y Elaine podrían salirse de las páginas del libro de lo reales que parecen. Los antagonistas están trazados con eficacia y mención aparte merecen dos mujeres muy especiales que pasamos a considerar.

Jessica, quien como ya dijimos es neohippie y ecopacifista, ostenta el título de gran amiga de la Castán. A mi modo de ver, recuerda a la Valeria de “Elisa frente al mar”. Un poco gamberra, pelín estrafalaria, bruta y cariñosa a partes iguales, Jessy es una de las encargadas de ponerle a Paula los puntos sobre las íes, acompañarla en sus penitencias, ayudarla a apuntalar su corazón maltrecho y a reparar los graves desperfectos ocasionados por sus acciones.

Gloria, simpática señora de cierta edad, aragonesa de pro, representa una auténtica maña brusca y cabezona, dotada de un corazón grande y cálido como un pan. Ella se ocupa de darle de comer a la flacucha y consumida Paula, animarla, propinarle pescozones físicos y espirituales y urdir estrategias para reconstruir lo destruido. Dotada de una abundante verborrea y un amplio vocabulario, nos acerca a la lengua aragonesa (también la tía Marcela) y adopta el papel de una auténtica matriarca protectora y entrañable.

Porque en este libro las mujeres se protegen y se ayudan. Existe un lazo invisible pero palpable entre todas ellas: Gloria, la tía Marcela, Sigrun, Jessica, Elaine y la propia Paula conforman un núcleo de sororidad fundamentado en reglas no escritas que mandan echar una mano a las demás cuando hace falta, apoyo mutuo y solidaridad femenina.

En segundo lugar, la relación de Ela y Paula es simplemente preciosa y está contada de un modo impecable. Es la historia de cómo el afecto entre dos niñas va creciendo y moldeándose hasta terminar en el amor entre dos mujeres. Ahora bien, en toda historia tiene que haber un conflicto. La crisis que sirve de detonante de toda la narración –las injustificables actuaciones de Paula– permite desarrollar el eje de la trama que, en su más pura esencia, se sintetiza en el anhelo de Paula de recobrar su paraíso perdido. Este paraíso perdido consiste en algo tan sencillo y tan difícil como vivir felizmente junto a la mujer que ama (quien, por fortuna para ella, también la quiere con toda su alma). Recuperar tal paraíso no va a ser nada fácil, ni puede serlo; Elaine está lógicamente muy dolida y –lógicamente también– la confianza que tenía en su pareja ha quedado dañada de gravedad, probablemente destruida. Ela no se fía y con razón.

En tercer lugar, hay que señalar que en esta historia no hay sólo amor: también intriga, un poco de drama–lo imprescindible–, una pizca de suspense y acción (hasta con pelea física incluida y todo). Y humor, mucho humor.

Si habéis leído libros de Clara Asunción García –si no, ya estáis tardando–, sabréis que su estilo es muy personal y que el humor suele pasearse por todo el texto como Pedro por su casa. No importa lo desesperada de una situación, lo dramático de un sentimiento: siempre habrá sitio para una nota de humor que distancie un poco y dé otro color más luminoso a la situación. Esto es una virtud enorme, no sólo porque dota de personalidad al texto, sino también porque nos da perspectiva y además es divertido. Estar leyendo y que de vez en cuando se te escape una sonrisa no deja de ser todo un regalo. Para muestra, vaya el siguiente botón en una respuesta de Elaine:

Te podría hacer una demostración en vivo de dónde me meto yo lo que piensen los demás, pero no necesitamos truchas traumatizadas en nuestros ríos, gracias.

Otras veces, el humor se presenta en sentencias juiciosas y definitivas, como esta que enuncia Jess: “¡A San Martín nunca se le ha escapado ningún cerdo!”, o en los variados y sonoros epítetos que tanto ésta como Gloria dedican a la infractora carpintera para reñirla y afearle su comportamiento, por ejemplo, “ababol” (en aragonés, “pasmarote”, “simple”: me encanta esta palabra, la voy a adoptar). Al hilo de la cuestión, es importante recalcar lo bien que funciona el uso de los vocablos en aragonés que emplean Gloria y otros personajes para lograr una buena ambientación. Cuando oímos a la tía Marcela llamar a su sobrina “A mía nina muixona”, decirle “¿sabes lo que hizo el carrilano de tu tío?” o exclamar “¡La muy abenduja!”, nos sentimos con mucha más facilidad entre las gentes de un pueblo del Pirineo Central y, por ello, dentro de la propia historia. Además, siempre es bueno recordar que existen otras lenguas romances, no sólo las más conocidas, que conviene reconocer y fomentar.

En otro orden de cosas, la novela está plagada de alusiones y citas, en ocasiones procedentes de otros libros de la autora (por ejemplo, se hace referencia a Cate Maynes o a “La perfección del silencio”) y también de series de TV, etc., que se pueden ir “cazando” al leer: una “cacería” atractiva y entretenida. Aparte de la mención explícita a Xena y Gabrielle, señalaremos sólo una frase: “la fama cuesta y aquí es donde vas a empezar a pagar”. Punto para quien adivine de dónde viene esto (aviso: es más fácil si ya eres un poco madurita).

A estas alturas y con todo lo dicho, no creo que sea necesario aclarar que “Como agua entre mis dedos” es de lectura casi obligada. Sin ninguna duda, queda recomendadísima, y seguro que los Reyes Magos estarán encantados de traérosla desde Oriente porque, como magos que son, gozan repartiendo la magia de los libros. Y este os va a emocionar, divertir, intrigar y haceros pasarlas canutas con los momentos de suspense y peligro.

Que lo disfrutéis, si os apetece. Y mis deseos para todas de que 2021 se porte mucho mejor que el año que se despide (a poco que se ponga, fijo que lo consigue).

Puedes leer gratis los dos primeros capítulos en la web de la autora.

Como agua entre mis dedos
Tras conocer la noticia del fallecimiento de su tío, Paula regresa a casa, el pueblecito del Pirineo aragonés que abandonó de forma abrupta dos años atrás, cuando, cegada por sus demonios personales —azuzados por el hostigamiento al que fue sometida por la revelación de su traumática niñez—, cometió el peor error de su vida: traicionar a la mujer que amaba, Elaine.