El estrepitoso y fugaz sonido de la sirena de un coche policial hizo que abriera sus ojos y viera frente a ella el rostro relajado de Laura con sus grandes pestañas adornando la serenidad relajada de sus facciones. Sacó su mano de debajo de la almohada y la acercó a ella apartando un mechón castaño claro que caía sobre su mejilla bronceada. Sonrió levemente al notar la pequeña queja a su gesto, sin lograr hacerla despertar de su sueño. Se giró y miró el reloj digital a su lado, las 7:30 de la tarde, era posible llegar a tiempo a la cena con Lore y Claudia sin necesidad de llamarlas y advertirles que llegaría con, por lo menos, media hora de retraso.

Se destapó y se incorporó de la cama hasta quedarse sentada en el borde al tiempo de tirar de la sábana y enrollarla torpemente a su cuerpo desnudo. La espalda de Laura quedó al descubierto con unos pocos mechones casi rubios y ondulados deslizándose sobre su piel. Apoyada en una de sus rodillas, se acercó y levantó el nórdico negro de la cama hasta cubrir su antebrazo. Se levantó e intentó calcular la ubicación de cada pieza de ropa esparcida por el suelo de la habitación. Esquivó una de sus botas altas, sin poder evitar con ello dar con su pie en la pata de una silla junto al tocador.

-Mier…. -dijo antes de tomar conciencia y morder su labio con fuerza tratando de no hacer más ruido del que ya había hecho el arrastre del mueble y mirando de reojo la silueta de Laura que, ajena a todo, solo se abrazó con más énfasis a su almohada, acomodándola bajo su cara.

Caminó hacia el baño portando la ropa que iba rescatando del suelo mientras avanzaba. Una vez tras la puerta del pequeño baño del pequeño piso de Laura, miró su dedo rojo que sentía latiendo y quemando como fuego. Acomodó su ropa en la percha tras la puerta y miró su rostro en el espejo, tratando de poner orden en el desorden de su maquillaje ligeramente corrido y su pelo que, pese a todo, creyó que podría poner adecentar con un poco de esa habilidad que había aprendido a tener cuando el despertador se negaba a sonar a la hora prevista antes de salir al trabajo. Como fuera, no tenía tiempo sino para una ducha ligera y salir de allí hacia el centro.

No había transcurrido quince minutos, salía casi tal y como entró en aquel piso esa tarde, cuando al regresar de un paseo por el museo de bellas artes, una cosa había llevado a la otra y habían acabado desarmando la cama y poniendo el mundo y el camino desde la entrada del piso hasta el dormitorio, patas arriba. Uno de esos momentos muy típicos en esas tres semanas que llevaba de relación con Laura.

Se acercó a la mujer dormida y se agachó sujetando su cabello para que no cayera sobre ella, y dio un ligero beso en su hombro desnudo. Siguiendo un rastro mental sobre sus pasos esa tarde, ubicó su chaqueta y colocándolo en su antebrazo se acercó a la cocina, tomó el bolígrafo bic que colgaba de la nevera y escribió una nota con un simple “ Te llamo mañana” firmado con su nombre “Val” que dejó en la puerta del refrigerador sujeto por un imán con forma de manzana verde. Tomó su bolso de algún lugar del suelo junto a la puerta y a su lado las llaves de su coche y salió echando una última ojeada al lugar, haciendo un recuento mental de si llevaba todas sus pertenencias consigo.

Sábado noche, por suerte a mediados de mes, eso le daba una oportunidad inusual de conducir con cierta libertad por el centro. No pudo evitar mirar el retrovisor y acabar de retocar el poco maquillaje que se consiguió del set de Laura. Metió la mano en su bolso y, a tientas, sacó su lápiz de labios, ese que se asemejaba tanto a su color que apenas se percibía, y que usaba más por la sequedad que les originaban los inviernos de Madrid más que por lucirlo.

El reloj del salpicadero daba justo las 8:10 cuando estacionó en el aparcamiento abierto y privado del pequeño restaurante al que habían sido adictas desde hacía años “Lemporio”, una adicción que empezó siendo una broma sobre el nombre y que Lore relacionaba como una alusión al Emporio de las Lesbianas. Como fuera, era un lugar acogedor y de buen ambiente, con una suave música ambiental que se prestaba a poder charlar y saborear la comida en buena compañía sin tener que alejarse mucho del centro de la ciudad.

Avanzó, mientras que a su espalda, las luces intermitentes de los indicadores de su coche hacía ese ruido característico del cierre centralizado, hasta llegar a la entrada y descubrir de inmediato a sus amigas en unas de las mesas del fondo, ajenas a su presencia observándolas con una sonrisa en su rostro.

Solo a unos pocos metros de ellas, pudo escuchar como Lore le repetía una y otra vez a Claudia que debiera revisar siempre dos veces si ha pasado la llave de casa, en vez de estar ahora divagando, posiblemente por toda la noche, en si la había dejado sin pasar o no. Sonrió al ver la cara de Claudia, tosca, acostumbrada a esos arranques de Lore que la hacían quedarse muda porque en el fondo siempre llevaba razón, aunque le pesara. Fue esta quien, al levantar la mirada, la vio aproximarse esquivando las pocas mesas que las separaba.

Sonrió al verla caminar hacia ellas, y Lore siguió su mirada más que nada para buscar la respuesta a que su compañera se evadiera de lo que le estaba diciendo. Al ver a la mujer alta, de pelo largo y ondulado, con un extraño color marrón dorado, acercarse, dio el tema por zanjado por el momento y dejó que una sonrisa se dibujara en su rostro para darle la bienvenida.

-Ya te vale guapa. ¿Nos querías matar de hambre? -dijo mientras Val se acercaba y le daba un par de besos.
-Ya sé de tu amor cariño. Sabía que sabrías esperar -respondió Val justo cuando se acercaba con una amplia sonrisa a saludar a Claudia guiñándole un ojo.

Esta se levantó y le dejó su asiento y se instaló en uno contiguo a Lore.

-¿Qué tal chicas? Mes y medio sin vernos. ¿Cómo les ha tratado la vida? -preguntó Val mientras colocaba su chaqueta en el espaldar y tomaba asiento en la silla que Claudia le había cedido.

Claudia hizo ademán de tomar la palabra, pero inmediatamente la voz de Lore se hizo cargo de la respuesta.

-Seguimos pobres y teniendo que trabajar horas extras para poder llegar a fin de mes -contestó apoyando uno de sus antebrazos sobre la mesa y colocando parte de su melena lacia y oscura tras su oreja. Claudia asintió a su respuesta mirando a una Val que ya estaba completamente instalada en su asiento.
-Eso no será una estrategia para que pague la cuenta…-dijo Val con media sonrisa en su rostro.
-¿Picaría? -añadió Lore al instante.
-No -respondió Val más gesticulando que pronunciando la palabra con una sonrisa cómplice en su mirada a pesar de la respuesta rotunda y contundente.

Ambas mujeres miraron al unísono hacia Claudia que estaba abstraída de la conversación desde hacía rato.

-¿¡Qué!?
-Te toca invitar corazón -añadió Lore con rostro impasible y sus ojos negros apuntando directamente a los pequeños y almendrados ojos marrones e intensos de la mujer a su lado-. Así te acuerdas la próxima vez de asegurarte de que le pasaste la llave a la puerta de casa -continuó diciendo mientras devolvía la mirada a Val.

Esta sonreía a la forma en que sus dos amigas habían logrado una comunicación por encima de lo normal. Todo en ellas era tan sencillo, Lore hablaba, Claudia era incapaz de llevarle la contraria. Sin embargo, y pese a lo que pudiera pensar cualquiera que no las conociera, eran una para la otra, era imposible imaginarlas separadas por más de un par de días, como ya había pasado cuando Claudia fue invitada a dar una conferencia en Barcelona y Lore iba por ahí como si le faltara su mano derecha y su pierna izquierda, todo al mismo tiempo. Tras cinco años de relación habían llegado a un entendimiento al que ninguna de las dos era capaz de renunciar.

Claudia no dio respuesta a las palabras de Lore, con una fingida cara de resignación, alzó su mano y mirando a uno de los camareros, le hizo ademán de que se acercara. Lore, guiñó un ojo a Val que alzó su ceja en señal de premio a esa pequeña victoria de su amiga.

Durante la media hora que tardó la comida en cubrir gran parte de aquel mantel color melocotón, la charla giró en torno a lo bien que le quedaba el alisado a Lore, que por su parte siempre había envidiado la larga y abundante melena de Val. Claudia asentía por momentos mientras que alternativamente miraba de reojo los videos musicales de la pantalla del fondo del local. Para cuando llegó la comida el tema había girado en los cambios que habían acontecidos en sus respectivos negocios. Los despidos a los que se había visto obligada Lore con empleadas desleales que hacían su agosto quedando con su clientela en privado, materiales de estética que desaparecían y la apertura de una nueva peluquería en el sur de Madrid que le traía de cabeza. Val se limitó a hablar un poco sobre los últimos casos que había tenido en la oficina de Asuntos Sociales y sus estudios de Derecho que alternaba como podía en sus horas libres.

No fue hasta el segundo plato que Lore al fin llegó al tema que siempre dejaba en sus ojos un brillo centelleante, típico en ella.

-¿Y qué ha sido de María? -preguntó sin dilación mientras se introducía en la boca una pequeña porción de pescado cuidadosamente aliñado con salsa de yogur.

Val dejó de masticar la carne en su boca y, levantando la mirada, no hizo más expresión que arrugar su frente, dejando sus ojos verdes fijos en los de la otra mujer.

-Ah no, no te creo. ¿Otra vez?

Val la miró mientras introducía otro pedazo de solomillo en su boca.

-¿Cómo se llama? -continuó sin reparo con el interrogatorio.
-Laura -respondió apoyando el codo sobre la mesa y acercando su copa de vino tinto a sus labios.

Lore apoyó su cara en su mano acomodándose para una explicación un poco más detallada de esa novedad.

-¿Cuántas llevas este año? -se escuchó desde un lado de la mesa, una voz descuidada que se filtraba de una boca evidentemente llena de comida.

Ambas mujeres dirigieron sus miradas hacia Claudia que permanecía expectante a la respuesta. Solo cuando vio los ojos de Lore que la miraba desde abajo, alzando solo su mirada en señal de reproche ante tal pregunta, Claudia continuó masticando ladeando la cabeza y encogiéndose de hombros, antes de devolver su mirada al plato.

Lore devolvió la vista a Val que, simplemente levantó la mano para avisar al camarero y quizás con esa acción evitar un interrogatorio del que sabía que no se iba a librar, aunque esperaba que sí le permitiría ganar tiempo.

-¿De dónde salió esa Laura? -preguntó a pesar de que el camarero esperaba ante ellas la demanda para los postres.
-Tarta de queso con sirope de chocolate -dijo Val dirigiéndose al joven camarero pero mirando directamente a Lore, esperando que el recalcarle la presencia de aquel hombre le hiciera eludir el tema un poco más.
-Tarta de manzana -se escuchó decir a Lore mirándola fijamente y no cediendo a la propuesta silenciosa de Val de ser discreta.
-Un café solo con sacarina -dijo Claudia. La única que miró al joven que tomaba nota en su pequeño bloc, dirigiéndole un ligero gesto de disculpa al comportamiento de las otras dos mujeres.

Tras unos segundos más de silencio en un duelo de miradas, Val acabó por ceder a los ojos inquisidores de su amiga.

-La conocí hace unas semanas en un pequeño pub de Chueca.
-¿Y María? -preguntó Lore con un interrogante en cada gesto de su cara mientras cruzaba sus brazos y los apoyaba sobre la mesa, como quien se acomoda para esperar una larga respuesta.
-No funcionó.
-¡No funcionó! -la otra mujer repitió su frase -.Igual que con Emma -añadió con tono sarcástico.

Val decidió que era el momento idóneo de tomar un sorbo de vino de su copa. De alguna forma incomprensible, la mirada de Lore le traía a la realidad de que en el último año, no hubiera cuajado una relación y eso no era algo que buscase, simplemente nada en su vida últimamente parecía pasar sin fecha de caducidad a corto plazo. Y, aun sabiéndolo de antemano, se embarcaba en cada viaje con la ilusión de que esa vez posiblemente se equivocaba, para darse cuenta de que, una vez más, todo parecía desmoronarse. Como si nadie pudiera ajustarse a lo que ella necesitaba de una pareja por más de un tiempo definido, hasta que la rutina dejaba al descubierto el espejismo que eran las personas que trataba de conocer.

-Eso le puede pasar a cualquiera -se oyó a Claudia desde su lugar intentando romper con el momento tenso que se había generado ante ella, sobrecogida sobre todo por la mirada apagada de Val.
-A cualquier no Claudia, eso solo le pasa a las crías -respondió como si la noticia que le había dado Val le afectara más allá de lo que debiera. Claudia no respondió a su afirmación, solo hizo espacio apartando sus cubiertos ante ella para cuando llegara su café. Lore, devolvió su atención a la mujer frente a ella.
-Val, mírame -dijo Lore tratando de ser neutral y controlar los pensamientos que se le estaban acumulando en la cabeza.

Val levantó sus ojos verdes hacia ella dejando de jugar con su dedo en el borde de su copa aún mediada de vino tinto. Cuando se encontró con la mirada de su amiga no descubrió en ella esos ojos inquietos y expectantes, sino una de profunda preocupación por ella. Un sentimiento compartido se hizo cargo del momento porque ni ella misma sabía en qué momento su vida se había vuelto un infierno emocional, una especie de autopista con carriles anchos de ida y de vuelta en la que le era difícil ir en línea recta. Solo la voz de Lore rompió con el silencio.

-¿Esto es por Lisa? -se arriesgó a preguntar finalmente con cierto miedo a la reacción de la otra mujer.

Solo oír ese nombre hizo que Val acariciara su frente con la palma de su mano, tratando de buscar dentro suyo una respuesta a la pregunta más difícil que jamás le habían hecho. Se tomó su tiempo en buscar una respuesta sincera que sirviera como contestación a su amiga y con suerte a sí misma. Sabía de qué estaba hablando Lore y a qué se refería, porque no era la primera vez que había despertado en una cama en la se sentía una intrusa, al lado de alguien de quien apenas conocía su nombre, su color favorito y poco más.

Dio otro sorbo de vino y colocando la espalda en el espaldar de la silla, cruzó sus piernas antes de responder.

-No, Lisa para mí es agua pasada, es solo que he tenido mala suerte -trató de ser trivial en su respuesta esperando que eso conformara a Lore.

-Si eso es verdad, y supongo que lo es, me alegro de oírlo, pero no digas que es cuestión de suerte Val, el amor no es ni será nunca una cuestión de suerte… ¿Qué te pasa?. Te estás convirtiendo poco a poco en una de esas personas que tanto odiaste. Incapaces de comprometerse, que maneja sus sentimientos de forma demasiado a la ligera. Y tú …tú no eres así. Siempre has tenido claro lo que querías, a donde ir y qué esperar de cada situación de tu vida… ¿en qué momento has optado por ir a tientas con tu corazón?. Esa no es la Val que conozco desde hace 5 años. Esa mujer encuentra, no lanza su sedal esperando que el siguiente pez sea el idóneo una vez sacado del agua… o peor aún, intentando dar palos de ciego y decidir por descarte. Si al menos dijeras que lo haces por divertirte sería capaz de entenderlo pero no sé qué esperas de todo esto porque no tengo ante mí una mujer feliz, y eso sí me preocupa. No se pasa de una relación estable a esta madeja de relaciones en la que te enredas a una por cada dos meses.

Lore se tomó un respiro para ver los efectos que causaba sus palabras en su amiga. Val, alternaba su mirada en ella y en la copa de vino tras la que veía los espectros deformes tras el cristal. Todo parecía verse acorde a como Lore trataba de explicarle todo eso que, aunque sabía, no quería enfrentar. En alguna parte del camino había perdido una parte de sí misma que extrañaba y que la volvía incapaz de ser feliz por más de lo que duraba la emoción de un nuevo comienzo.

-Quizás es que echas de menos a Elena -dijo Claudia despreocupadamente, sin medir sus palabras, al tiempo que acercaba el café que el camarero acababa de dejar sobre la mesa, junto a los postres.

Lore miró a su lado, sorprendida y un tanto atemorizada de que Claudia, sin pensar en lo que decía, había hecho una observación que ella misma definía como una línea que no debía rebasar. Val levantó sus ojos hacia Claudia que, ajena a la reacción que había producido sus palabras, vertía cerca de dos sobres de azúcar dentro de su taza. Lore giró la cabeza hacia Val esperando ver una reacción, cualquier reacción que le diera pistas de lo que había dentro de su amiga.

Val apartó la vista de Claudia en el mismo momento en que esta levantó su rostro con la taza en sus labios. No pudo evitar que la imagen del rostro de Elena le llenara la cabeza acompañado de algo que le hizo cambiar las facciones endurecidas de hacía un instante, por otra más relajada. Durante un interminable minuto de silencio, sus ojos se llenaron de recuerdos apelotonados de Elena que aunque siempre había intentado borrar, le era una misión totalmente imposible. Su sonrisa amable, sus ojos grises atentos mientras escuchaba paciente todos los problemas que tenía con Lisa, su voz somnolienta de madrugada, cuando no podía dormir y ver a Lisa dormida a su lado, ajena a cualquier problema tras una discusión de horas, le hacía recurrir a marcar su número sabiendo que ella siempre sabía qué hacer y cómo calmarla …Incluso las madrugadas en las que dando un portazo se había ido a refugiar a su casa, sabiendo siempre que allí encontraría a alguien que no haría demasiadas preguntas, sino trataría de consolarla y de poner orden en su mente hasta que abrazadas en la penumbra del salón, sentada en el viejo sofá que siempre se negó a cambiar, les daba dormidas las primeras horas de la mañana. Elena, ella siempre sabía qué necesitaba y cómo dárselo. Era una prolongación de sí misma, la única persona con la que se sentía a gusto y que la comprendía mejor que nadie

-¿Has sabido algo de ella? -preguntó Lore rompiendo el silencio y metiendo la pequeña cucharilla en su tarta de manzana pero sin desviar la mirada de la mujer frente a ella.
-No. Desde que aceptó la plaza de Sevilla, nada -respondió mirándola fijamente con una aparente inocuidad a su propia respuesta.
-Eso…eso es increíble… ¿Todo este tiempo no han mantenido contacto? -preguntó extrañada de esa respuesta hasta tal punto que soltó la cuchara con un pedazo de su postre en un lado del plato.
-Lo intenté, pero supongo que no me considera importante -añadió Val clavando su cuchara en un lado de su postre.
-No digas tonterías Val…
-Lo sé, lo sé…Pero ni llamadas, ni mails…Ni siquiera sé su dirección. Esas cosas no lo hace alguien a quien le importas -dijo tomando la pequeña cuchara a un lado de su porción de tarta e interrumpiendo la seguramente convicción de las que iría cargada la explicación que había interrumpido y evitado que dijera.
-O lo hace alguien a quien le importas demasiado -dijo sin ser comedida metiendo al fin la cuchara en su boca.
-¿De qué me hablas?. -Val alzó su vista del plato ante ella hacia la otra mujer.
-¿Nunca hablaste con ella ni con Lisa?… Ninguna te…
-¿Lisa?… Espera..¿Qué tiene que ver Lisa con lo que estamos hablando?… ¿Qué tratas de decir? -Val no pudo evitar que relacionar a Lisa con Elena le inquietara. Se hizo adelante en la silla, hasta apoyar ambos antebrazos en la mesa, con su mirada fija en la mujer frente a ella.

Lore se quedó mirando el pedazo de tarta ante ella, extrañamente dubitativa, evitando mirarla y tratando de poner en orden algo que ella y su silencio trataban de acordar si contar o no. Claudia limpió sus labios con una servilleta y, viendo la inquietud de Lore, tomó las riendas del asunto.

-Elena nunca se hubiera ido de Madrid si no hubiera sido por Lisa.
-¿De qué me están hablando? -preguntó con una mirada inquisidora de una explicación y colocando ambas manos abiertas sobre el mantel.
-No recuerdo las palabras exactas porque hace mucho de esto, pero estaba ahí. Prácticamente Lisa le echó la culpa a Elena de estar interfiriendo entre tú y ella.
-¿Elena? ¿Interfiriendo? -repitió el eco de aquellas palabras con un gran interrogante e incredibilidad dibujado en su rostro, alternando su mirada de una mujer a otra, buscando algo que denotara que lo que estaban diciendo fuera cierto y no una broma macabra.

Lore asintió con sus párpados a su cara interrogante.

-Eso…eso es estúpido. Elena es la única persona que defendía cada estupidez de Lisa. Sin ella no creo que hubiera llegado el punto en que Lisa me dejara por alguien, simplemente lo habríamos dejado mucho antes. Entre nosotras no iba nada bien… Es patético… No, no puede ser… esto es una broma o algo ¿no?. Elena es…fue la única persona que siempre estuvo ahí para mí…Ella… -dijo tratando de encajar esa noticia que desconocía y que ponía parte de su mundo de cabeza. Sujetó su copa mirando sin ver su contenido

Lore estiró su mano sujetando la suya sobre la copa, para tratar de relajarla antes de seguir hablando. Cuando Val sintió la calidez de su mano levantó su mirada extraviada hacia ella, luego bajó los párpados y trató de respirar hondo. Alzó su mano y colocó un mechón de su pelo tras su oreja. Tomó aliento y colocó su mano en su nuca sintiendo que se helaba parte de su cuello. Ladeó su cabeza levemente tratando de aplacar la rigidez que sentía en él.

-Así que Elena no se marchó por iniciativa propia -dijo finalmente tras unos minutos sujetando su tabique nasal.
-Dedúcelo tú. Nadie la conoce mejor que tú -dijo Lore tratando de no decir más de lo que ya había dicho y tratando que su amiga tomara las riendas de la verdad.

Val mordió su labio dentro de su boca ladeando su cabeza levemente muy despacio, como si con ello pudiera borrar todo lo acontecido ese último año.

Lore acarició su mano mientras que ella miraba esa caricia con una expresión rota en sus ojos, esos ojos de los que usualmente solía emanar una fuerza y una seguridad capaz de dejar pequeño a cualquiera que los desafiara. Luego miró hacia Claudia que asintió con su cabeza sabiendo que era algo que posiblemente no les correspondía decirle, pero que era muy difícil de seguir callando y ver como su amiga se destrozaba día a día ajena a una verdad que nadie fue capaz de entregarle, al menos ninguna de las que podían, que debían, haberlo hecho.

-Vamos fuera cariño -dijo finalmente Lore invitando a Val a tomar un poco el aire helado de la noche.

Se levantó dejando su tarta a medias y ofreció su mano estirada a la otra mujer que reaccionó tomando la chaqueta del espaldar y aceptando esa mano frente a ella. Antes de comenzar a andar hacia la salida, Lore le hizo un gesto cómplice a Claudia que entendió perfectamente y salieron fuera.

Ambas mujeres se pusieron sus respectivas chaquetas. Una fina bruma recorría el espacio del parking descubierto. Cientos de punzadas recorrieron los poros de los rostros de las dos. Lore respiró hondo mientras anudaba la banda de su chaqueta negra y el vaho salió de su boca y nariz creando una nube de humedad ante ella. Lore la miraba de reojo, esperando descifrar qué rondaba en el pensamiento de aquella mujer. Val metió las manos en los bolsillos y avanzó hacia su Toyota corolla como quien quiere escapar y salir corriendo a algún lugar.

Llegó a su coche y se apoyó en él con ambas manos sobre el techo. Lore se tomó su tiempo para andar hacia ella, dándole unos minutos de soledad.

-¿Estás bien? -dijo al llegar a su lado.
-No lo sé. No sé cómo estoy -dijo en voz baja, casi en un susurro.
-Lo imagino, pero merecías saberlo Val, quizás a partir de ahora recobres tu vida, sin rencores hacia Lisa…y sin…
-¿Rencor por Lisa? No…para nada, no siento rencor Lore. No sé por qué tendría que tenérselo -reaccionó metiendo sus manos heladas del frío metal, metiéndolas en sus bolsillos, girándose y apoyando su espalda en el vehículo. Lore sonrió levemente al oírla decir eso.
-Pero Elena. Todo este tiempo he…. -añadió con sus ojos hacia la oscuridad.
-¿Creído que te había abandonado? -Lore completó su frase.
Val no respondió, solo la miró con unos ojos que amenazaban con soltar unas lágrimas de un momento a otro.
-Así que te duele más perder a Elena que a Lisa -añadió Lore arriesgando a poner en voz alta los pensamientos de su amiga y colocándose a su lado.

Val arrugó su frente como única señal de respuesta.

-Lo mío con Lisa estaba condenado mucho antes de que se fuera. No puedo culparla porque siguiera su corazón, aunque podría haber hecho todo mejor para las dos, pero así es Lisa, primero piensa en ella y segundo también. Pero ¿qué cuando te sucede algo así? ¿Ignorarlo? ¿No enfrentarlo?
-O esconderlo para no tener que aceptarlo -añadió Lore conocedora de lo que decía.

Val solo la miró dejando que sus ojos le confiaran la verdad que se abría paso desde la boca de su estomago hacia un lugar perdido tras sus ojos que tenía que controlar con todas sus fuerzas para no dejar salir el agua que se empezaba a formar tras ellos

-Yo te veía con Elena, cualquiera se hubiera dado cuenta de que había más que les unía que lo que parecía. ¿Nunca la viste como algo más?

Val miró a la oscuridad ante ella, dejando su mente vagar hacia los ojos grises de Elena que guardaba en su mente como el más preciado de sus tesoros. El olor de su pelo castaño claro sobre sus hombros, su sonrisa abierta y contagiosa, capaz de hacerla olvidar cualquier pequeño percance con Lisa o cualquier día agotador de trabajo.

-Yo…Lisa.
-Sí, sé que ni siquiera te permitiste verla más allá y no te culpo. Una relación de tres años con Lisa no deja fácil que te des esa oportunidad, y menos con los problemas constantes con que tenías con ella, pero…Todos los demás nos dábamos cuenta de la química que había entre las dos desde siempre.
-¿Elena? -preguntó extrañada de su observación.
-Cariño -dijo apoyándose acercándose un poco más a ella tratando de refugiarse un poco más del frío -Cuando Elena acabó su relación con Ana, estuvo más de ocho meses en volver a aceptar siquiera una invitación a cenar de cualquiera. Val la miró con la frente arrugada, tratando de recobrar el recuerdo de aquella época.
-Por entonces ya tenías tus buenas decepciones con Lisa y ella estuvo ahí para ti todo el tiempo -dijo tratando de que la otra mujer tratara al fin de comprender lo que se había negado a ver y que era tan claro para todos.

Val exhaló sonoramente sintiendo que sus pensamientos se calentaban en su cabeza queriéndola hacer estallar de un momento a otro.

-Si hubiera sido así me lo habría dicho -negó con su cabeza con su mirada perdida una vez más, en la oscuridad a la que los focos de aquel parking no acertaban a iluminar.
-¿Por qué? Yo misma te vi destrozada con tus problemas. Y te conozco a ti tanto como a Elena, y ella no es menos íntegra que tú. Trató de ser lo que necesitabas en el camino que habías elegido, así como tú misma te negaste esa posibilidad por Lisa, ella trató de negarlo también prefiriendo ser tu amiga en vez de arriesgar y ser nadie en tu vida. Val casi pretendió sonreír sutilmente al ver como Lore congeniaba con ella en su idea de Elena.
-Eso sería propio de ella -dijo bajo mirando esta vez hacia sus botas.
-Como sería propio de ti no aceptar nada de lo que te pudiera decir porque no eres de las que hieren fortuitamente a las personas que quieres. Y eso también lo sabía ella de ti, como lo sé yo y como lo sabe Claudia.
-Así que escapó de mí por mi bien y todo este tiempo me he creído la víctima.
-Vaya, parece que el aire fresco te está aclarando las ideas -dijo tratando de trivializar un poco en lo espeso del tema y esbozando una leve sonrisa-.Solo espero que ahora que sabes esto dejes de apostar al caballo ganador en una carrera de galgos.

La otra mujer no pudo contenerse de sonreír torpemente mientras se esforzaba porque unas lágrimas que apenas amenazaban en sus ojos, resbalaran por su mejilla. Lore se movió frente a ella y la abrazó esperando que eso le hiciera sentir que si no sabía el infierno que estaría viviendo en su interior, al menos no estaba sola para lidiarlo.

-Señoras ¿qué me he perdido? -Se escuchó una voz familiar que se acercaba hacia ellas.

Ambas mujeres se separaron y dirigieron sus miradas hacia Claudia que caminaba en su dirección abrazada a sí misma. Lore secó con sus pulgares las lágrimas de sus propios ojos y sonrieron juntas a lo inoportuna que siempre solía ser Claudia sin proponérselo.

-De todas formas, nunca es tarde para que tú también cojas tu tren -dijo finalmente Lore al tiempo que sacaba de su bolso una pequeña agenda de la que arrancaba una de las hojas.

Ante la mirada interrogante de Val añadió.

-Es el teléfono y la dirección de Elena. No quiero decir nada con dártelo, pero quiero que tengas la oportunidad de elegir qué hacer.
-No sé Lore, no sé nada de ella desde hace mucho, quizás todo sea diferente, quizás esté con alguien y yo solo sea un…
-¿No has aprendido nada Val? Las decisiones importantes no la toman las circunstancias, sino las personas. Acepta eso, aprende de Lisa, si algo hizo bien fue aceptar las verdades para poder hacerle frente a riesgo de ganar o perder, pero dándose cuenta de que en ambos casos siempre perdería algo a consta de no vivir una mentira. En todo esto no hay malos ni buenos, solo gente, gente imperfecta que para crecer deben de elegir caminos que un día juraron no seguir. No seas ella si no quieras, pero sé tú misma. Date una oportunidad y deja que Elena decida si quiere o no dársela a sí misma. No decidas por ella como ella hizo contigo, y como tú hiciste por Lisa.- Y diciendo esto último acarició su mejilla justo cuando Claudia recogía la última parte de la conversación.
-Gracias por todo -dijo Val sujetando su mano hasta que se alejó lo suficiente como para unirse a Claudia y caminar hacia su vehículo. Solo alzó la mano en señal de no deberle nada y se enganchó del brazo de su compañera buscando su calor. Val miró el pequeño pedazo de papel, lo leyó y una vez dentro de su coche, volvió a ojearlo una vez más intentando descubrir si tener aquello entre sus dedos le despertaba el impulso de llamar en ese mismo instante.

En el otro lado del parking, Lore y Claudia se sentaban en sus asientos. Claudia puso el coche en marcha. Ambas mujeres miraron hacia el vehículo de Val que aún seguía parado en su plaza cuando pasaron a su lado.

-Elena no tiene pareja Lore -dijo Claudia nada más rebasar el coche de su amiga.
-Lo sé, ambas lo sabemos, pero ella no necesita esa información.
-Ya, si se lo hubieras dicho no habría aprendido nada. No se trata de que luche o no esta pelea, sino que quiera hacerlo por los motivos justos y necesarios para librarla -dijo Claudia compartiendo completamente el punto de vista silencioso y que intuía de la mujer a su lado.
-A veces con cosas como estas, me recuerdas porqué te amo tanto -respondió la otra mujer acercándose, dando un beso en los labios a la otra mujer, y luego aferrándose a su brazo, como si fuera el ancla que la unía al mundo.

Atravesar el tramo de ciudad que le separaba de casa estaba siendo largo a pesar de haberse pasado un par de semáforos en ámbar y mantener una velocidad constante todo el camino. Los pensamientos de culpabilidad por lo que había sentido todo el tiempo hacia Elena, le atormentaba sintiendo que había estado maldiciendo a un fantasma que en realidad nunca se había ido de su vida. Pensar que Lisa pudo hacer tal cosa le hacía tener la necesidad de coger el teléfono, al que miraba de reojo a la menor oportunidad, y preguntarle con qué derecho había hecho lo que hizo. Sin embargo, el solo pensamiento de escuchar la voz de Lisa y las pertinentes e hipócritas preguntas de, cómo estás, te echo de menos, le hizo desistir de la idea. Una vez más lidiar con ella y más aún hablarle de Elena, le hacía sentir como si con ello mancillara o enturbiara algo que para ella era intocable, a parte de que apartar a Lisa del todo de su vida, había sido algo que le había costado demasiado como para ahora caer en esa estupidez. Lisa no se merecía formar parte de su vida, ni siquiera de sus preocupaciones, nunca supo verla a los ojos y decir alguna verdad perdida, ella y sus medias tintas, esas medias tintas con las que jugó durante tanto tiempo.

Cogió la M-30 y presionó su pie sobre el acelerador abriendo la ventanilla de par en par. El aire frío y el efecto helado en su cara casi le hacía evadirse de su propia mente confusa y eso era suficiente para darse un respiro. No quería llegar a casa, no se sentía capaz de pensar claro y la idea de llegar y pasar la noche pensando en lo que acababa de saber por medio de sus amigas, la hacía sentirse asfixiada de antemano.

Tomó la dirección hacia las afueras, hacia el norte de la ciudad. Conducir siempre le había causado un efecto relajante y, necesitaba centrarse, poner en orden el caos que sentía en su cabeza e intentar que con ello se le bajara el nudo que sentía en la boca del estómago, un nudo que había tratado de esconder mientras estaba en la compañía de Lore y Claudia. Cinco kilómetros más adelante, cuando las luces de la ciudad dejaba solo penumbras y los focos de su coche era la única luz que daba vida a las sombras del camino, sintiendo una imperios necesidad de salirse de sí misma, paró el coche a un lado aprovechando un pequeño espacio de terreno sin asfaltar.

Se bajó y caminó hacia el borde de la ladera que dejaba ver un Madrid eterno, dormido e iluminado por las miles de luces anaranjadas que parecían difuminarse por momentos por la humedad cargada del aire. Respiró hondo y se apoyó en el capó de su coche, levantó la solapa de su chaqueta intentando cubrir algo su cuello. Sintiendo el aire helado congelar sus manos, las metió en los bolsillos amplios de su abrigo. Cerró sus ojos un instante, inhalando y sintiendo el efecto del aire gélido en sus pulmones, los abrió justo al exhalar y que una espesa nube de vaho enturbiara su visión de la ciudad. De pronto, como si esa visión borrosa de mundo fuera un velo que la separaba de la realidad, se encontró mirando a sus adentros, siendo testigo de cientos de imágenes que había tenido vetadas desde hacía mucho tiempo.

Sintió como si el mundo se viera igual de borroso cuando poco a poco se ampliaba la imagen nítida de aquel cuarto de hospital, despertando del largo letargo efecto de la anestesia. Viendo la cara de Lisa puesta en un algo que mantenía en sus manos y como, sin poder ni apenas tener control de sus ojos, se esforzó por hacer un recorrido por el cuarto buscando los ojos de Elena. Fue su mirada la primera en percatarse de que había despertado y, pese a estar viendo todo como a cámara lenta, le esbozó una leve sonrisa a la que le correspondió una de Elena que no tardó ni un segundo en dejar de mirar por la ventana y acercarse a ella.

“-Hola bella durmiente. Te ves fatal -dijo Elena con una leve sonrisa que reflejaba alivio y serenidad, todo al mismo tiempo. Quise mediar palabra, pero algo apretaba mi garganta y la hacía sentir seca, como si hubiera comido cáscaras de nueces trituradas y parte de ellas se hubieran quedado a medio camino.
-No trates de hablar -escuché de pronto la voz de Lisa al otro lado de la cama y la visión de su cara se interpuso entre mí y Elena. Luego dio un beso en mi frente y comenzó a hacerme las preguntas de rigor ante una situación así dejando caer las instrucciones pertinentes.

Juro que no recuerdo ni una sola de sus palabras, mi atención estaba tras Lisa, en Elena que se alejaba dedicando una sonrisa cómplice de aceptación, dejándonos espacio. Luego, alegando ir en busca de una enfermera, salió de la habitación sin volver a mirar atrás.

-…Y sobre todo, no muevas el brazo -acerté a oír a Lisa como único resquicio de la charla que estaba dando a mis oídos sordos.

Sintiéndome culpable de no haberle prestado atención, pese a que me hubieran podido preguntar la edad que tenía y haber dudado, le dediqué una leve sonrisa asintiendo con mis párpados. Traté de poner todo mi cuidado en centrarme en sus palabras, pero inconscientemente busqué algo de Elena que me hiciera ver que de un momento a otro entraría de nuevo por la puerta.

Una extraña sensación de tranquilidad me invadió al ver su bolso y su rebeca en una silla junto a un pequeño aparador al pie de la cama.

Diez minutos después entraba una enferma con cara de rutina que se movía por inercia directa hacia mí, y antes de mirarme a la cara, golpeó mi botella de suero cerciorándose de que las gotas caían a la velocidad que a ella le convenía. Lisa miró su reloj y no sé por qué quise creer que era hora de la comida y que, seguramente no habría probado bocado en toda la mañana.

-Tengo que irme cariño. Tengo una reunión de socios a las 4.
-¿Te vas? -pregunté con una voz que no reconocí como mía. Por alguna extraña razón creía que se pasaría toda la tarde conmigo en aquella fría sala de hospital, más sabiendo lo poco que me gustaban.
-Trataré de venir lo antes que pueda y si por entonces te han quitado todo esto, te traeré algo decente para comer. Recuerdo que la enfermera dejó de explorar mi vendaje para dedicarle una mirada inquisidora, casi amenazante a Lisa y a su comentario. Por supuesto, Lisa se mantuvo estoica hasta que la mujer decidió que esa mirada felina ya era castigo suficiente, y devolvió su atención a las sábanas que colgaban de un lado de la cama.

Lisa gesticuló una cómica cara de miedo sacudiendo su mano al darse cuenta de haber soltado su crítica a la bazofia que daban de comer en aquel lugar, y ser como siempre había sido, impetuosa, incapaz de pensar las cosas dos veces. Yo sonreía abiertamente a esa situación que no era la primera vez que pasaba, y ella, aprovechando el momento, cogió su bolso y su abrigo, me dio un ligero beso en los labios y se apuró en ir hacia la puerta. Una vez allí colocó su mano en su mano en forma de teléfono, quizás queriendo decir que llamaría o que la llamara… Nunca lo supe, porque solo me mandó un escueto mensaje a las 9 de la noche, advirtiendo que no podía venir y que al día siguiente estaría toda la mañana conmigo, hasta que el doctor me diera el alta.

De todos modos, diez largos minutos después de que se fuera de mi habitación Lisa y la enfermera, Elena entró con una pequeña botella de agua y con esa sonrisa suya que brilla en sus ojos aunque aún no la haya esbozado.

-Te ha tocado el premio -le dije moviendo mis hombros y olvidando por completo la herida que de pronto era como agujas clavándose hasta el hueso.
-Estate quieta insensata -respondió acercándose y tomando su móvil a su paso junto a su bolso.
-En una hora pasará tu verdugo -dijo refiriéndose al nombre que, para trivializar y ayudarme a que no me temblaran las rodillas, habíamos puesto en el mes de espera para mi operación al hombre responsable de poner orden en mi codo y en mi hombro.

Asentí con mi cabeza despacio, aunque no lo suficiente como para sentir que ese simple gesto hiciera que el mundo me diera vueltas.

-Trata de descansar un poco. No te hagas la dura que hoy no hace falta. A esa mujer no la intimidas -dijo apuntando con su barbilla hacia la puerta por la que había salido aquella enfermera malhumorada-… y conmigo lo llevas claro -acabó de decir sonriendo y guiñando un ojo.

Sonreía a su comentario porque siempre bromeábamos con la cara de sargento de infantería de marina que ponía algunas veces sin darme cuenta sobre todo cuando no quería demostrar que algo me preocupaba.

Cerré los párpados mientras la observaba acercarse a la ventana, cruzando su brazo sobre su estómago con la mirada hacia la ciudad. Noté como poco a poco me desconectaba de la consciencia, solo oyendo de fondo su voz que le decía a alguien acerca de suplantarla esa tarde en el trabajo”.

Una leve sonrisa quiso asomar en su rostro helado al recordar la charla que las mantuvo enredadas todo ese día en aquellas cuatro paredes. Elena tenía esa cualidad de llenar todo de su presencia hasta hacer olvidar que estaban en un hospital y que se suponía que ahí nadie puede ser feliz. Y tratándose de ella, recordaba ese día como un día que jamás olvidaría.

Aceptando la nitidez de su recuerdo, poco a poco su sonrisa fue abriéndose paso a un gesto de extrañeza, de pérdida, de vacío más nítido que nunca que trajo consigo otro recuerdo que permanecía aletargado en su memoria.

“Pisaba firme avanzando por el corredor de la puerta de entrada. Toqué en el portero automático y no hizo falta mediar palabra, al momento se abrió la puerta. Entré sintiendo la necesidad de que el ascensor no tardara mucho más de lo debido en subirme a la séptima planta. Como si de un presagio, mis emociones dieron la rienda suelta que no me había permitido hasta ahora. Sin querer ni proponérmelo, mis ojos empezaron a jugarme la mala pasada de dejar salir fuera toda la frustración que almacenaba dentro. Lisa y sus trastornos de personalidad, sus entradas y salidas, sus incoherencias. Nunca había soportado ese modo suyo de dar un tema por acabado cuando se le acababa los argumentos, y como, si fuera lo más fácil del mundo, daba un portazo y ya estaba, escapar y echar la culpa a otros de sus miserias. Era tan usual que había creído siempre que eso formaba parte de ella, de una parte suya que tenía que encajar, pero había veces en que esa actitud me hacía explotar, verla como una total desconocida, lejana y de otro mundo que no era el mío. No sabía comprometerse, siempre con ese punto de desconsideración que luego sabía rellenar perfectamente con palabras. Y dejarme esperar dos horas en la estación de tren para finalmente llamarme con que no podía ir por mí, me parecía una de esas acciones en las que pensaba que no había otra persona en el mundo a quien quisiera más que a sí misma.

Elena esperaba con su cabeza apoyada en el borde de la puerta, con su pantalón de pijama y una camiseta negra. Sus ojos se alzaron en el momento en el que comencé a avanzar hacia ella. No dijo nada, solo se apartó y dejó que entrara. Fui directa al salón y dejé mi bolso en cualquier lugar empezando a ponerle voz a mi rabia contenida.

-No piensa sino en sí misma…En nadie más -dije mientras Elena se adentraba en el lugar con sus brazos cruzados. No dijo nada, se sentó en el sofá y abrazándose a sus rodillas esperó paciente a que yo acabara, como sabiendo que en ese momento era eso lo que necesitaba.

No sé qué hacía que todo fuera fácil con ella. Hablarle, saber que me escuchaba. Ella podía inventar la palabra adecuada hasta cuando ni yo veía una solución que pudiera sacarme de ese estado.

-Lisa tiene un trabajo estresante, quizás ella… -dijo tratando una vez más de ser trivial.
-¿No pudo dejarlo todo media hora para ir por mí?
-No, quizás hizo lo posible y no pudo evitar que esos alemanes alargaran su visita -dijo tratando de mostrarme un punto que no era capaz de sopesar.
-No entiendo por qué la proteges…Se supone que eres mi amiga.
-Lo soy y no trato de protegerla, solo estoy tratando de que te calmes y te des una oportunidad de calmarte, de verlo todo con equilibrio. Mírate, no me gusta verte así y tú la quieres…

Bajé la cabeza a su comentario dándome cuenta de que su voz y su forma de hablarme siempre me tranquilizaba y que era injusto despechar con ella cualquier cosa que no fuera agradecerle estar siempre ahí para mí. Respirado hondo me senté a su lado.

-Prepararé café y ahora que ya te das permiso a respirar, hablamos de lo que necesites -dijo levantándose de mi lado y avanzando hacia la cocina con una sonrisa tranquilizadora hacia mí.

Le sonreí más como una mueca que una sonrisa como la suya y al poco tiempo charlábamos sentadas y calmadas, escuchando paciente todas mis frustraciones antes de abrazarla, dejar caer mi cabeza en su regazo, sintiendo mis ojos ardiendo, y su mano acariciando mi espalda.

Más de una vez habíamos amanecido en ese sofá, porque esa no era la primera vez que algunos de los actos de república independiente de Lisa me llevaran ahí, pero esa vez debí dormirme solo yo. Lo único que recuerdo es sentir que me cubría con una manta y sus labios en mi frente.

Esa mañana, cuando regresé a casa me encontré a Lisa preparando el desayuno. Cuando entré en la cocina me preguntó si estaba mejor y colocó un café con mucha espuma ante mí. Cuando traté de tomar la taza sujetó mi mano y tiró de mí. Sentía su abrazo con una mezcla de emociones disparatadas y confusas.

-Hoy me tomo el día libre, solas tú y yo -dijo susurrando a mi oído y una vez más su encanto había logrado que me olvidara de algo importante por darle importancia a ella”.

Ese recuerdo que normalmente le traía de vuelta a su amiga, lo sintió como una punzada fuerte en alguna parte dentro suyo, como si durante unos segundos pudiera sentir como podría haberse sentido ella en su situación. Como si hubiera encajado las piezas de un puzle que había olvidado en un cajón a falta de demasiadas piezas y se sumergió en sus propios pensamientos

“Quizás siempre acudí a Elena porque con ella me sentía como en casa, comprendida, como en tierra noble, tregua, incondicionalidad, y porque no conocía a nadie que me hiciera sentir cómoda de ser yo misma…y quizás, solo quizás Elena siempre optó por su felicidad no por la suya propia.»

Darse la licencia de abrir los ojos la realidad, tenía eso, ser consciente no sólo de ese estado de seminconsciencia en el que siempre había sentido a Elena, sino la empatía hacia los sentimientos que podría estar viviendo esa mujer, igual de doloroso, igual de silencioso, sin darse una oportunidad de salir fuera. Y, así como tantas veces evadió pensar en ello, esta vez no escapó de esos pensamientos, dándose permiso por primera vez de ser libre de pensar en la oscuridad de aquel descampado y olvidando por completo el aire gélido que empezaba a teñir su cara de un color frío y pálido.

“Era posible que ambas, de distinta manera y por no dar una oportunidad en medio de las circunstancias, nos hubiéramos vetado un camino que estaba ahí para las dos, tan claro, que las mismas Lore y Claudia se habían dado cuenta y a saber cuánta gente más. En cuanto a Lisa, siempre supo como arreglar los desaguisados que siempre se hacía solita…y eso era algo que siempre supo hacer muy bien”.

Decenas de recuerdos de Lisa invadió su mente, llenos de sonrisas en la nieve, viajes a lugares dispares, Marruecos, Turquía…Los fines de semana en Ibiza, Londres, las escapadas sin pensar a la montaña. Sonrió levemente a su pequeño mundo de recuerdos. Y sonrió con más énfasis al recordar cuando en la India, un macaco le arrojó un plátano a un ojo a Lisa dejándole el ojo morado por semanas. Revivió en su mente como Lisa agarró el mismo plátano y se lo arrojó al animal que salió corriendo perdiéndose en la selva, mientras que la otra mujer le decía de todo menos bonito.

“Cuando Lisa se daba, lo hacía por entero, solo que no era fácil saber cuando sería uno de esos momentos. Su forma de querer era emocionante y embaucadora que era fácil enredarse en sus madejas sin darme cuenta de que no era culpa suya, nunca lo fue, simplemente no era quien yo necesitaba, ni yo lo que necesitaba ella. Supongo que es inútil hacer tuyo algo que no está hecho para ti aunque así lo creas…el tiempo nos daría esa respuesta de la peor de las maneras”

Respiró hondo, sintiendo el aire helado congelar sus pulmones. Metió la mano en su abrigo y sacó la pequeña hoja de la agenda de Lore, lo miró leyendo el nombre de Elena al tiempo que cientos de recuerdos llenaban su mente saturada. Como si fuera imposible enhebrar un pensamiento de ella con otro, su sonrisa se repitió una y otra vez como flashes que hacían un breve resumen de quien había sido y lo mucho que aportaba en su vida, tanto, como para sentirse perdida y herida todo ese año loco en el que se había convertido sin darse cuenta en todo aquello que siempre odió. Luego, muy acorde a sus emociones, vio desde dentro el rostro de Elena cuando le hablaba de Lisa, cuando la escuchaba atenta o trataba de levantarle la moral dando concejos de esos que solo alguien que te quiere puede dar. Y, de la nada llegaron decenas de momentos en los que reconoció la mirada esquiva de Elena cuando Lisa se acercaba a ella en algún gesto de cariño.

Metió la mano en el otro bolsillo de su abrigo y sacó su móvil. Exhaló sonoramente alternando una sola vez más, su mirada del móvil al papel. Levantó los ojos hacia las luces amarillas y lejanas de la ciudad, como un instante perdido en las respuestas a preguntas que desconocía. Y, volviendo a tomar aire pulsó el desbloqueo de su móvil. Su dedo se movió ávido por el teclado, comenzando a andar abrazada a sí misma con su brazo libre hacia el interior del coche mientras esperaba por una respuesta del otro lado del hilo telefónico.

Continuará en la segunda parte.