Contra las cuerdas libro lésbico

Contra las Cuerdas, el segundo caso de Miriam Vázquez y Rebeca Santana – el primero lo saboreamos en “Curvas Peligrosas”– es de una intensidad terrible. No solamente por la brutalidad de los crímenes (son violaciones en serie muy sanguinarias y de una crueldad que raya lo infinito), sino porque conocemos a una de las víctimas. Este detalle, obviamente, nos acerca mucho al drama y contribuye bastante –al menos a mí lo ha hecho- a ponernos de los mismísimos nervios. Y si encima no sabemos hasta casi el final de quién se trata, las sospechas se desatan en todas las direcciones. Yo creo que es la primera vez en que he sentido más intriga por saber quién es la víctima que por el descubrimiento del/la asesino/a. Para mayor eficacia, la narración se articula in media res. Así que los continuos saltos adelante y atrás colaboran para mantenernos en vilo. El mismo comienzo ya presenta a la pobre víctima “protagonista” sufriendo grandemente y en temor real de terminar escabechada en pocos segundos tras una atroz tortura. ¿Cómo no va a dominar todos nuestros pensamientos esa escena constantemente, a pesar de que entre medias se cuenten otras cosas?

La trama policíaca se bifurca con una desviación hacia los anónimos amenazantes que recibe la subinspectora Santana. La autoría es sin duda de alguien que le guarda mucho rencor y que está dispuesto/a a hacerle pagar por el daño del que la hace responsable. Esta bifurcación funciona paralelamente al resto de los motivos de la trama, y finalmente cobrará una importancia inusitada (aunque la verdad es que había indicios de que el tema no era para tomárselo a broma).

En Contra las Cuerdas toda la acción gira en torno a Rebeca Santana, porque es ella misma la que se encuentra en tal situación –es decir, completamente contra las cuerdas. Es su vida entera la que está puesta a prueba, porque esta vez el terreno personal se mezcla por completo con el profesional. El peligro la acecha a ella y a algunos de sus seres más queridos y cercanos.

Por otro lado, su situación sentimental -con la que arranca la novela- es de absoluta desolación: ha roto con Malena Montero, relación que se había revelado tan prometedora en “Curvas Peligrosas”. Ambas lo están pasando fatal con la ruptura, en plena fase de duelo por la pérdida de la persona amada. Porque lo más lamentable del asunto es que las dos se quieren.

Durante el desarrollo de la novela, nos enteramos del motivo del fin del noviazgo: es una pijada, la verdad sea dicha –pero bueno, hay que conceder que muchas veces los disgustos más gordos en las relaciones son provocados por pijadas, así que verosimilitud no le falta al tema. Cuando Rebeca decide que ya está bien de hacer el oso y que va a hacer caso a su abuelo y luchar por Malena, ésta no se lo pone fácil. Aquí la tenemos, despertando los celos locos y feroces de su ex:

Malena se volvió, con la copa en la mano. El vestido visto por delante era aún más sexy y osado. Se ajustaba por debajo de las axilas, bordeando el pecho y abriendo en canal la pantorrilla y los corazones de las pobres chicas que la miraban hipnotizadas.

Como habéis podido observar, ya tenemos aquí el inconfundible estilo de frases ingeniosas de doble sentido totalmente inesperado, con el que también disfrutamos en “Curvas Peligrosas”.

Pongamos otro botón de muestra:

Las emociones, las muy putas, no estaban por la labor de meterse en vereda y comportarse como damas, se desbocaban alocadas, nublaban el buen sentido y, para colmo, eran tan distintas unas de otras que más bien parecían un congreso de la ONU. Las había de todas clases, emociones negras como el carbón asturiano, ardientes y rojas, indomables, tranquilas y azules como un lago alpino, de segunda mano, nuevas y vírgenes. Para todos los gustos.

Rebeca y Malena tienen muchas cosas que solucionar entre ellas y…cuidarse, porque, como ya sabemos, el peligro acecha por el entorno más íntimo de la subinspectora Santana.

Por otra parte, aunque su peso específico es algo menor, la situación vital de Miriam Vázquez tampoco pasa por los mejores momentos. Ella se encuentra en plena crisis de la madurez, obsesionada por una posible aparición súbita del climaterio. Vamos, resumiendo, que La Marquesa está menopáusica perdida y arrastra todas las manías, obsesiones y puñetas variadas que caracterizan a este momento de la vida femenina. En el caso de Miriam, lo que más le preocupa son las miradas al espejo, que revelan una pérdida inexorable de la lozanía propia de los veinte años. Cosas que pasan y que además le pasan a todo el mundo, pero que ella toma en plan dramático.

Pero Miriam continúa siendo la que es: con esa personalidad cáustica pero leal hasta la eternidad si fuera necesario, sigue constituyendo la mejor compañera del mundo. A su manera, tiene un encanto arrollador.

-¿Ha visto a este hombre?
-Se ve muy mal.
-Ya.
-No le sabría decir. ¿Para qué lo busca? ¿Ha hecho algo malo?
Vázquez le dirigió una mirada poco caritativa.
-Le ha tocado un viaje al Caribe y se lo tengo que notificar.
La auxiliar tardó unos segundos en captar el sarcasmo, se sonrojó intensamente y apartó la foto, como si contuviera algún producto tóxico.

Vázquez es la monda. Pero cuando mejor funciona es cuando interacciona con Santana. Vuelvo a insistir en lo que dije en “Curvas Peligrosas”. La relación entre estas dos es tan fluida, natural y cómplice que da hasta envidia. Personalmente, me relamo del gusto cuando se pegan esas pullas simpáticas, sobre todo cuando tocan el tema del lesbianismo de Rebeca. ¡Ah, qué placer observar cómo funciona esto con entera normalidad! Porque no hay nada más normal que aquello sobre lo que se puede bromear.

-¿El Geyper? A ver si esta vez consumas. ¿Llevas gomitas?
-Eso lo tienen que llevar los tíos. Como tú no usas de eso, no lo sabes –sonrió maliciosa.
-No seas antigua, Miriam –rió-. Los hay de sabores. Compra de esos. Ponle un poco de gracia, mujer.
-Anda, pasa.-La empujó hacia el aparcamiento-. Una bollera dándome consejos sobre condones. Lo nunca visto, vamos.

¿Qué más se puede decir? Reitero lo dicho en “Curvas Peligrosas” sobre la capacidad de captación de la historia, que se ve muy ayudada por el modo de contarlo. Es una narrativa muy ágil, con una trama rápida, emocionante y adictiva. Dan tentaciones de leerla de un tirón, y si no queda más remedio que interrumpir la lectura, estás deseando recuperarla.

No por cuidar la acción queda la forma abandonada a su suerte. Como ya hemos comentado, el estilo es bueno, nada ramplón. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente

La euforia apenas tuvo tiempo de asomar la cabeza, la realidad la decapitó de un hachazo.

No estamos ante una autora que se permita el lujo de sacrificar la buena prosa porque la trama gane en rapidez. Más bien ambos aspectos son complementarios, se puede escribir bien y además darle marcha al relato. Nadie dice que esto sea fácil, pero Susana Hernández lo consigue.

Y por último, algo que me gustaría señalar: puede decirse que tanto “Curvas Peligrosas” como “Contra las Cuerdas” pertenecen al género negro (eso está claro) y al subgénero de la narrativa lésbica – no sólo porque una de las protagonistas centrales sea lesbiana, sino porque el tema tiene su peso específico dentro del relato. No obstante, tienen una peculiaridad interesante: no son como la mayoría de las novelas lésbicas (que sólo interesan a las lesbianas). Estas tienen un público mucho más amplio porque consigue un difícil equilibrio: que las relaciones amorosas entre mujeres y la vida de una (o varias) lesbianas resulten decisivas dentro de la trama, pero que no sea lo único importante de la misma. Es una novela con aspectos lésbicos muy relevantes, pero hay mucho más que eso. Y a la vez, lo lésbico tampoco se ve desdibujado o empequeñecido por todo lo demás. A mí me parece una opción muy interesante: abrirse a un público más amplio es bueno no sólo para las ventas del producto, sino también porque contribuye a que la novela que trate estos temas no acabe en un círculo cerrado.

“Contra las Cuerdas” termina dejando algunos cabos sueltos, que muestran un final abierto. Esto nos da muchas esperanzas de que por esos caminos discurra una tercera aventura de Vázquez & Santana. Ojalá sea así. Yo ya estoy esperándola con impaciencia.

Que disfrutéis de esta novela… si os apetece, claro.

Edición que cito: Hernández, Susana: Contra las Cuerdas .Ed. Alrevés (Edición Ebook) [versión Kindle]. 2012.