A Lara la conocimos en dos de los relatos que configuran “Siete Tentaciones”, libro lésbico que ya reseñé en Lesbicanarias hace poco. Esos dos relatos son su nacimiento como personaje y una especie de “pre-andanzas”. Sabemos gracias a ellos que Lara es una estudiante de Medicina no muy aplicada, pero que sabe vivir la vida. Sabemos que ha caído en una residencia poblada por 101 estudiantas (probablemente un irrepetible y apetitoso mercado de chicas ligables). Y sabemos, por último, que se ha pasado un verano más que interesante con Sandra, una autora de ficción lésbica de fulgurante éxito (del tipo de las que escriben los libros que reseñamos aquí). Pues nada. Ya presentado el personaje sólo queda, antes de meternos en harina, levantar acta para decir: a Lara su autora le cogió cariño y el cariño es algo que no se acaba así como así. Esta niña tiene muchas bazas para lograr seguir viviendo más allá de esta novela. Y como nosotras también le estamos cogiendo cariño, su supervivencia será motivo de celebración.
Las andanzas de Lara
Las vacaciones de estas tipas en Tenerife merecen capítulo aparte. Como son de naturaleza variada, de gustos variados y de preferencias sexuales variadas, van en grupo pero cada quien pilla lo que puede, sin complejos. Las islas ofrecen abundantes alicientes para que unas vacaciones sean auténticamente paradisíacas.
Se bañó desnuda en las aguas plateadas por la luna. (Págs 89-90)
El único elemento que podría desarbolar un poco la navegación de las niñas juerguistas es Laura. A Laura la llaman “la Tiquis” (abreviatura de “tiquismiquis”, alguien que le pone muchos reparos a todo). Es novia formal de un novio también muy formal; ambos a dos son formalísimos. La apuesta que nace del grupo nada más llegar a las islas es si Laurita saldrá virgen de las vacaciones (llegan a hacer una porra sobre el particular). Laurita va de santita, pero no lo es tanto. Laurita va de prometida-enamorada, y tampoco lo está tanto. Laurita va de monja, y de eso sí que no tiene absolutamente nada. ¿Qué le espera a Laurita en sus vacaciones tinerfeñas? ¿Quién ganará la porra?
Por su parte Lara, nuestra protagonista central, vuelve con ganas de marcha a Madrid. Sigue en la edad (de merecer y de darse a la vida loca) y con menos ganas de desaprovechar oportunidades amatorias que de coger los libros (que ya es decir). Porque, hay que señalarlo, Lara ha llegado a segundo curso de Medicina por milagro de las diosas: no pegó palo al agua el curso pasado y este…ya veremos, porque la vida está llena de buenas intenciones.
Debemos reconocer que ella lo intenta, al menos un poquito. Pero es que sigue habiendo demasiadas tentaciones alrededor, y se nos distrae. Pobre chica, ¡con tanta hembra rodeándola! Y además, a la jodía se le da muy bien ligar. Lo que pasa es que su detector de chicas que le convienen todavía no lo tiene desarrollado. Así que aterriza con cada sujeta que….mejor no hablar.
Por de pronto tenemos a Gregoria. ¡No, no la llamemos Gregoria, que se pone hecha una furia! Hay que decirle “Goya” (como el pintor). El capítulo se titula “50 sombras de Gregoria Goya”, que recuerda muchísimo a “Cincuenta Sombras de Gregorio”, de Rosella Calabró (libro paródico de las dichosas «Cincuenta sombras de Grey»
Gregoria acariciaba con su lengua como nadie. Los labios, el interior de los mismos y con su lengua la mía. Yo cada vez me estaba poniendo más caliente. Ella, sin dejar de besarme ni un segundo, me fue quitando mi chupa, que aún la llevaba puesta, y la sudadera. Prácticamente sin enterarme y en cero coma segundos, mi sujetador cayó al suelo. Ni Houdini lo hubiera hecho más rápido. (Pág. 113)
A Lara le gusta, aunque Goya da muestras de ser un tanto absorbente. Una noche anuncia que obsequiará a nuestra protagonista con una sorpresa. Cenan opíparamente en un lujoso restaurante con velitas, buen vino y buenas viandas. Parece que va a ser una velada teñida de romanticismo a tope… y buen sexo, por qué no.
Esta mujer no come, devora. Ama comer, disfruta como nadie. Siempre he dicho que como eres en la mesa eres en la cama, así que esto se ponía más que interesante. (Pág. 103)
Lara está emocionada, expectante; y no va a quedar defraudada porque si espera que el plato fuerte de la noche sea una sorpresa, se la va a llevar… ¡y bien grande!
Es lo que tienen las andanzas de Lara: unas son divertidas y placenteras, otras menos y otras, pues nada en absoluto: más bien desastrosas.
Los fines de semana están para disfrutar y eso las amigas de Lara lo llevan a rajatabla. Una de ellas guarda un recuerdo muy grato de las vacaciones canarias; en especial, de una persona que conoció allí. Pues bien, como no han vuelto a verse y parece que la cosa podría ir bastante en serio, las amigas preparan una encerrona para que se vuelvan a encontrar y las brasas amorosas revivan de nuevo. Se les presenta una situación pintada calva: Esther, la ricachona-pija que organizaba saraos lesbodivertidos en su mansión, tiene prevista una fiestorra de condición semejante. La discoteca de ambiente donde se producirá el evento es esa noche una deliciosa Babilonia de música a tope y mojitos a tutiplén, servidos por chicas tan guapísimas que aquello parece un desfile de lencería de Victoria Secret (¡guau!).
Por haber hay hasta número de strip tease, tan evocador que se me representó una escena de “Flashdance” en la que Jennifer Beals, en el escenario del antro donde bailaba, remediaba su calor de una manera bastante vigorosa y húmeda.
Tras tantas calenturas, Lara se percata de que los exámenes existen y se pone a estudiar. Debo señalar que utiliza unas técnicas de estudio bastante originales. En mi humilde opinión, incluso paranormales: a mí al menos no me funcionarían para concentrarme, más bien se me iría la cabeza fuera del libro. Pero bueno, si alguien lo ha probado y le sirve, pues adelante. 😉
Sandra vuelve a hacer acto de presencia en la vida de Lara. Intensamente. Será un encuentro importante, no en vano es la mujer que mayor impronta ha dejado en la vida sentimental de nuestra protagonista hasta el momento presente. Su visita sirve también para que Lara se entere de las interpretaciones surrealistas que Goya (sí, la de las “sombras”) ha publicado en su blog del polvo que protagonizaron ambas. Que esta tía estaba loca ya lo intuíamos, pero el grado de delirio dómino-absurdo que ha colonizado su cerebro (despoblado y necesitado de poblamiento, por otra parte) es de traca. En la entrada titulada “La Inmaculata”, la bloguera que se hace llamar “Bollera Satánica” versiona el encuentro trastocando completamente la perspectiva de lo real. Cualquier parecido con lo que Lara experimentó aquella noche y lo que la Bollera Satánica (es decir, Goya) describe, es pura coincidencia. Se trata de una fantasía completa y demencial, prueba del cuidado que hay que tener al andar con ciertos seres totalmente chalados, que todo lo toman como señal de asentimiento. Menudo peligro tiene la tropa.
El rasgo formal más llamativo del libro es el uso permanente y eficaz de los diálogos. Su utilización constante y prolongada le da frescura e inmediatez. Resulta uno de los puntos en que se apoya la sensación de que la narración avanza marcando un compás inevitable de seguir. Según vamos leyendo, sin querer, adoptamos el ritmo más lento o más rápido por donde va transcurriendo la historia.
En el plano argumental son andanzas, sí; pero en realidad también verdaderas aventuras, en el sentido más clásico de la palabra. Quiero decir que Lara no vive episodios aislados, vivencias más o menos divertidas, pero inconexas con su devenir vital. Son aventuras porque de ellas se genera un aprendizaje. Lara está recorriendo un camino de experiencias que, sin ella casi darse cuenta, en realidad la están haciendo madurar. “Las Andanzas de Lara”, desde esta perspectiva, es una novela de crecimiento personal –lo que en algunos ámbitos se denomina una Bildungsroman.
De todo esto tenemos pruebas. En el comienzo del libro Lara está aún en el armario con su familia, con todo lo que ello conlleva (cierta falta de autoaceptación, miedo, inseguridad…). Eso es sólo el comienzo de un proceso en que entiende que algo no le llena, que necesita más. Lara está creciendo como persona y necesita más que noches de juerga o affairs divertidos (o que se esperaban divertidos). Así que de alguna manera hay una ruptura en el devenir de Lara: hay que romper con el pasado para buscar un futuro diferente. Es lo que viene a denominarse “empezar de cero”. Y para eso hay que cambiar muchos rumbos, tal vez realizar alguna ceremonia de rompimiento con lo anterior. Bueno, es lógico, un pequeño ritual no hace mal a nadie; pero Larita es un desastre cuando se trata de que las cosas vayan normalmente…y la lía parda. Hasta aquí puedo leer.
Tras la debacle, que no pienso detallar, Lara realiza examen de conciencia y se da cuenta de que debe buscar el verdadero amor; aunque el verdadero amor no se busca, llega a ti cuando menos te lo esperas: “…él te encontrará a ti”, como le dice una buena amiga. Y cuando eso sucede, cuando el amor llama al timbre, la tarea a realizar es triple: saberlo reconocer, saberlo acoger y saberlo conservar. Hay que esperar de Lara que tenga la madurez y el tino suficientes como para hacerlo y…ser feliz, meta que lógicamente espera alcanzar.
Recapitulando, y como sensación final: la novela tiene encanto; es una narración muy espontánea, entretenida, de lectura ágil y variada en su argumento. Si además consideramos los toques de humor con que se espolvorea la acción de vez en cuando (lo de los orgasmos todos seguidos “como un pasodoble” no tuvo precio), sabremos que tenemos entre las manos un libro que merece la pena leer.
En el prólogo, breve y certero, Paz Quintero nos señala (entre otras muchas cosas) que estamos ante una escritora novel. Bueno, es cierto que sus primeros pinitos los hizo en “Siete Tentaciones”, pero yo creo que ahora con esta novela ya ha tomado la alternativa. Esperamos más buenas faenas. Queda recomendada. Que la disfrutéis…si os apetece.
Edición que cito: GARCÍA ÍÑIGUEZ, R. Las andanzas de Lara