Ser atleta olímpico es de las cosas más exigentes que alguien puede hacer con su vida. La cantidad de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Pero sacrificio de verdad, no el concepto de sacrificio que tiene Donald Trump. Levantarse de madrugada para entrenar, trabajar desde muy jóvenes, superar lesiones, sacrificar tiempo y celebraciones. Esto sí es, literalmente, sangre sudor y lágrimas. Aunque da muchas alegrías cuando se triunfa.
Si ser un atleta olímpico es duro, ser un atleta olímpico queer, es el doble de duro. Porque ya hemos establecido todo lo que le falta la mundo, incluyendo al Primer Mundo, para llegar a ofrecer un verdadero estado de igualdad de derechos para la comunidad LGBT+.
Los Juegos Olímpicos se llevan a cabo cada cuatro años, cada edición se celebra en un lugar diferente del mundo. Y si bien hay lugares menos hostiles para nuestra comunidad, hay otros que no son nada tímidos en mostrar su desprecio.
Rusia y la declaración homofóbica de Sochi
Como las últimas Olimpiadas de Invierno que se llevaron a cabo en la intolerante Rusia, en Sochi, específicamente. Putin y su gobierno dejaron claro que no tolerarían «propaganda gay». Se ve que no conocen bien la Carta Olímpica, a lo mejor por eso caen por dopaje. Críticas no faltaron, pero a la hora de la verdad no se hizo nada. Más allá de que algunos atletas protestaron por este trato hostil.
Río no se queda atrás
No tendrá tanto espacio mediático como pasó con Sochi en 2014, pero en Río 2016 la cosa no es mucho mejor. Porque Brasil tiene un serio problema de homofobia. Lo que pasa es que ya tiene suficientes problemas, polémicas y tropiezos de cara a estos Juegos como para que la gente se esté tomando el tiempo de preocuparse por los gays: Zika, superbacterias, retrasos en las obras, protestas, corrupción, impeachment, amenazas terroristas, inseguridad, malas condiciones. A estas Olimpiadas no le faltan inconvenientes.
Algo de historia
En 2012, los pasados Juegos de verano que se celebraron en Londres, Megan Rapinoe, la futbolista estadounidense, hizo historia al aportar dos goles en la victoria de USA ante Canadá en la final. Pero también hizo historia al salir del armario como lesbiana, unos pocos días antes de que iniciaran las Olimpiadas.
«Siento que en los deportes en general todavía existe mucha homofobia. La gente quiere, necesita, ver que hay gente como yo jugando al fútbol para la gran Estados Unidos de América»
Hay más de 11 mil atletas olímpicos de más de 200 países Un récord de 44 son atletas abiertamente LGBTQ participantes
Homofobia peligrosa en Brasil
Los crímenes de odio contra la comunidad LGBT+ son reales, también en Brasil. A penas un mes antes de que arrancaran los Juegos el reportó sobre al menos tres asesinatos recientes, donde las víctimas eran o gay o trans. El grupo que lucha por los derechos de la comunidad LGBT+, Grupo Gay da Bahia, el más antiguo de Brasil, asegura que 1600 han muerto en crímenes de odio en los últimos cuatro años y medio.
44% de todo los casos de homofobia letal en el planeta en 2012 ocurrieron en Brasil. Detrás de las estadísticas está el dolor de inumerables familias brasileras devastadas por la pérdida de un ser querido.
Las víctimas de estos crímenes también son expuestas a peor trato por parte de los organismos de justicia. La política no es mucho mejor. Las secciones evangelistas y conservadoras de la política nacional del país Latinoamericano han frenado la aprobación de leyes inclusivas.
Esto es todo un contraste con la imagen colorida de Río de Janeiro, con su carnaval y ser sede del mayor desfile del orgullo LGBT+. Pero los atletas tienes sus razones, que no son del todo absurdas.
Razón por la que tan pocos salen del clóset
Sin embargo la historia de homofobia en los Juegos Olímpicos no es de Río, ni de Sochi, es histórica. Sí, pasa en todo la discriminación, el deporte es una rama particularmente dura para las personas queer. Pero para una gran parte de los atletas olímpicos es aún más.
La mayor parte de los atletas olímpicos llevan toda su vida trabajando muy duro por conseguir el sueño de participar en unas Olimpiadas.
“Lo más importante para un atleta es su posición y estar dentro de la competencia. Ninguno querría arriesgar eso por algo tan trivial como su sexualidad” – Blake Skjellerup, corredor gay de Nueva Zelanda que compitió en los Juegos Olímpicos de Invierno en 2010
La mayoría depende del apoyo de sponsors, patrocinadores que les ayuden con la parte económica del sueño, y es muy arriesgado perder ese patrocinio por salir del armario, sumado a la potencial discriminación de entrenadores, otros atletas y hasta oficiales de los deportes.
Y eso es sin contar con el agregado de los prejuicios locales que vienen con la ciudad sede, sus leyes, gobierno y nivel de tolerancia.
Hechos
Todavía vivimos en una cultura de prejuicios ignorantes, por más occidental que sea esa cultura. La sexualidad de la gente no tiene nada que ver con su capacidad atlética. Es absolutamente ridículo. Si no miren los resultados:
De los 104 atletas abiertamente queer que han participado en Juegos Olímpicos, más de la mitad han ganado medallas
Queda mucha lucha por delante
Fans olímpicos dedican cantos homofóbicos a las jugadoras lesbianas de fútbol
Tan ridículo como los que están pensando cosas como que los otros atletas podrían sentirse incómodos, ¿por qué? ¿Cómo mi vida privada les afecta en lo más mínimo? Aún más, ¿por qué les importa mi vida privada tanto?
Se supone que las Olimpiadas son una celebración de la enorme capacidad humana de superación, esfuerzo, trabajo y sacrificio. Que se trata de unión y diversidad. Se supone que se trata de aceptación e inclusión.
Ya basta de excluir a las personas por percibirlas como diferentes. Basta de reducir a las personas a su sexualidad. La identidad sexual de las personas es algo natural, no tiene nada de pecado o siniestro. Y tampoco tiene nada que ver con su capacidad de desempeño atlético, o de cualquier otra índole.
Ojalá podamos disfrutar pronto de una Olimpiadas en las que los atletas de la comunidad LGBT+ no se sientan amenazados, ni obligados a permanecer en el armario, ni señalados por su sexualidad.