No hemos encontrado el producto es una novela negra, muy negra. Y dura, muy dura.

María Bengoechea, abogada de éxito y prestigio, tiene una papeleta difícil. Está postrada en la cama de un hospital, entre una y otra de una ristra inacabable de operaciones quirúrgicas que se suceden para luchar contra un tumor cerebral que la está matando. Por si la situación no fuera suficientemente complicada, se encuentra bajo custodia policial. En el improbable caso de que salga de ésta, tendrá que enfrentarse a una acusación de asesinato. Y siempre, siempre, día tras día, sobre la mesa de su habitación reposan las flores frescas que le envía su mujer, Marina.

Así comienza “La tristeza del samurái”. Acto seguido, un complejo salto al pasado nos llevará en un largo flash-back a dos historias: una próxima, el pasado inmediato de María Bengoechea y cómo se le ha torcido tanto la vida; otra remota, el pasado lejano que sin ella saberlo también ha generado su destino.

De este modo, la acción se irá tejiendo desde los años 40 del siglo XX hasta los primeros 80 en que vive María en el comienzo de la novela. Al principio, los lazos que unen a nuestra protagonista con ese pasado estarán ocultos. Pero finalmente, todo tendrá sentido, una vez se vayan desenmarañando todos los nudos. Porque, ¿qué relación puede tener ella con Isabel Mola, con el profesor Marcelo o con un tal Publio? ¿Quién y por qué la ha metido en la investigación de varios y pasados asesinatos? Y, ¿qué es “La tristeza del Samurai”?

La historia tiene un desarrollo verdaderamente interesante, con la fuerte intriga de ir descubriendo poco a poco una buena cantidad de miserias inconfesables y crueldades propias de algunos individuos que apenas merecen ser llamados seres humanos. Porque, como decía al principio, ciertas cosas que se cuentan aquí son muy duras y los “malos” son gente despiadada.

También señalaba al comienzo que esta es una novela muy negra. Y lo es porque tiene los mejores ingredientes del género, bien administrados y sin que al autor le tiemble la mano relatando el crimen, la sordidez y la falta de escrúpulos.

Por otra parte, la propia estructura de la narración contribuye mucho a crear el misterio que envuelven los antecedentes de lo que le sucede a María en su momento actual (es decir, el año 1981). Hay, como comentábamos, dos líneas temporales (una más lejana que la otra), que acaban confluyendo en el presente de la protagonista: la de lo que sucedió en los remotos años 40 y la de la propia existencia pasada de María Bengoechea.

En esta segunda línea es donde veremos la evolución de su vida sentimental, desde su matrimonio fracasado con un hombre (un verdadero capullo, dicho sea de paso), al encuentro con Marina.

Marina era una mujer hermosa, como hermosas son las cosas prohibidas. Irradiaba una fuerza que iba mucho más allá de sus grandes ojos con vetas verdes o de su figura erguida y elegante. María se había descubierto observándola de reojo más de una vez, y se había sonrojado al sentirse atraída por esa extraña mezcla de felicidad y tragedia que su compañera de bufete destilaba.

Hay que aclarar que esta sub-historia amorosa es secundaria y está al servicio de la trama principal. Pero no por ello deja de tener bastante importancia: tanto la relación con su ex-marido como la que ahora mantiene con Marina son trasfondos que dotan a María de personalidad y a la acción de profundidad psicológica. Una cosa es que no estemos ante una novela romántica, en la que lo fundamental sea la relación amorosa, y otra muy distinta que las relaciones sentimentales no tengan un gran peso específico en la trama.

Quiero subrayar esto porque “La tristeza del Samurai” entraría dentro de la categoría de la literatura lésbica no en el sentido de que el centro total de la narración sea la relación entre dos mujeres (o varias). Lo es porque las mujeres lesbianas son personajes principales, su relación está clara (no son “grandes amigas”) y en su caracterización como personajes el hecho de que amen a otras mujeres tiene una gran importancia. Como vimos en la reseña de “Misteria”, esta clase de literatura tiene cada vez más empuje y por fortuna progresivamente van publicándose más novelas de este tipo. El que los personajes de mujeres lesbianas ocupen lugares preeminentes en la literatura dirigida al público general, es algo muy deseable desde mi punto de vista.

Por lo demás, creo que la novela resulta recomendable (si os gusta la novela negra, claro, porque repito que es pero que muy negra). Si os va la intriga, los crímenes sórdidos y complejos, y una cierta dosis de historia política de España, esta puede ser una lectura a tener muy en cuenta. Que la disfrutéis, si os apetece.

La tristeza del samurái
La tristeza samurái es, al mismo tiempo, una novela policíaca repleta de giros inesperados y una reflexión histórica para entender el presente, con la maestría de Del Árbol para describir tanto las escenas más brutales como las más íntimas