La maldición de Hill House obtuvo en 2018 un éxito tan rotundo entre crítica y público, que La maldición de Bly Manor, la segunda temporada de la antología de historias de casas encantadas de Mike Flanagan, se esperaba con gran expectación. En este caso, la acogida no ha sido tan unánime y quizá se deba a que ya no cuenta con el factor sorpresa a su favor. Por un lado, el recurso de poner en el centro de cada episodio la experiencia de un personaje continúa siendo efectivo, pero la segunda vez no impacta tanto como la primera; aunque es justo reconocer que hay episodios muy notables. Y lo mismo ocurre con el tipo de adaptación que hace de las obras en las que se basa.

La idea de que esta entrega es menor que la anterior es generalizada, por lo que es fácil sumarse a esa narrativa pero a mí, personalmente, me ha gustado mucho. Si sois fans de que todo tenga una explicación y al final cada hilo esté bien atadito, tendréis recompensa. Si los niños creepys os causan desasosiego, de eso tendréis dos tazas. A mí, me ha parecido una adaptación muy astuta, me ha enganchado la historia y me han fascinado Victoria Pedretti, Amelia Eve y T’Nia Miller, las actrices que interpretan a Dani, Jamie y Hannah. Me enamoré de sus personajes y me encantaría ser Owen y cocinar todos los días para tomarme luego el té con ellas.

En lo único que parece que estamos todos más o menos de acuerdo es en que el quinto episodio (el de Hannah) es el mejor de todos. En cualquier caso, mi teoría en cuanto a la diferencia de opiniones con esta nueva entrega, es que La maldición de Hill House nos gustó a dos grupos de espectadores por razones distintas. A pesar de que sigue habiendo momentos que nos hacen dar un gritito en el sofá, muchos de los que llegaron a Bly Manor buscando los sustos de la primera temporada se han sentido decepcionados, pero los que volvimos porque lo nuestro es el drama, hemos salido encantados. Y de regalo nos hemos llevado un romance épico de los que dejan huella.

Otra vuelta de tuerca y los góticos años 80

La maldición de Bly Manor está inspirada en varias obras y relatos de Henry James, principalmente en Otra vuelta de tuerca, de la que saca sus personajes principales y el espíritu de los relatos contados al calor de una chimenea o una fogata.

Como en la temporada anterior, en esta tampoco hace falta haber leído la novela en la que se basa la historia (aunque es cortita y os recomiendo su lectura en cualquier momento de vuestras vidas), pero haberlo hecho me ha permitido valorar el trabajo de adaptación que ha hecho Flanagan de una de sus tramas centrales. Me refiero al tema de los abusos (no os preocupéis, que no voy a spoilear ni la novela ni la serie), algo que en la obra escrita es ambiguo y se deja a interpretación del lector, y en la serie se materializa de forma muy inteligente a través de posesiones fantasmales y sus implicaciones directas.

La narración comienza en un momento cercano a nuestro presente, durante una celebración en la que alguien se ofrece a contar un cuento mientras se beben unos vinos tranquilamente. El relato nos lleva a los años 80, cuando Dani (Victoria Pedretti), una joven americana es contratada como niñera de los niños del caserón gótico de Bly Manor. Con ella, nos introducimos en las vidas del resto de personajes, de quienes iremos conociendo sus respectivas historias, incluida también la del origen de la maldición, unos siglos atrás.

“Esta no es una historia de fantasmas, es una historia de amor”

Esa frase que dice uno de los personajes en el último episodio de la temporada encapsula lo que más le importa a Flanagan en Bly Manor, tal como dejó claro en una de las entrevistas que concedió durante la promoción: “La sensación de anhelo romántico por alguien que ya no está es el corazón de cualquier historia de fantasmas”.

Hay mucho dolor entre los habitantes vivos y muertos de Bly Manor, dolor por la pérdida, por sentimientos de culpa o por sensación de abandono. Hay muchos corazones rotos. Así que aquellos que se quejan porque hay mucho drama y pocos sustos no pueden decir que no estaban avisados: a llorar a la llorería.

Dani y Jamie: LA historia de amor de Bly Manor

Vemos varios romances en la temporada, pero el más bonito de todos es el de Dani y Jamie. Detengámonos un momento en esto, porque merece ser destacado; no estamos diciendo simplemente que la trama romántica que más mola en Bly Manor es lesbicanaria, es que la trama principal, la de la protagonista, lo es. Y una de las cosas que más me gusta del desarrollo de su historia de dos es que el típico pasaje de dudas que suele representarse en otras ficciones, aquí no tiene que ver con la otra, ni con un proceso de autodescubrimiento: los fantasmas iniciales son ajenos a su relación. Y eso es un soplo de aire fresco.

Podría enumerar mis escenas favoritas (y gifs) de su historia de amor (pero no me pidáis que elija una), sin embargo, hago acopio de mi fuerza de voluntad porque tengo que ser buena y dejaros que las descubráis por vosotras mismas (espero que nos desahoguemos en los comentarios). Solo diré que me encanta la parte en la que disfrutamos de la simplicidad de lo doméstico, esos pequeños detalles que demuestran que están hechas la una para la otra, porque juntas son life goals.

La historia de amor de Dani y Jamie se construye poco a poco con momentos de los que se graban en la retina y se clavan en el corazón. Es una historia preciosa, tierna y conmovedora. Y es muy épica. Por supuesto que vale la pena el esfuerzo que requieren algunas flores. El último plano de la temporada nos deja rotísimas, pero es tan profundo y elocuente; es perfectly splendid. Nos vemos en la llorería.