Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Señoras y señoritas, sean bienvenidas a un nuevo episodio de esta serie de la cadena inglesa BBC, que nos da alegrías de vez en cuando. Estén atentas, porque esta vez la aún no estrenada relación Nikki & Helen va a experimentar novedades. Nooo, quietas, que todavía queda mucho para que fructifiquen, es sólo que veremos noticias nuevas.

Zandra quiere abortar. Sí, su novio no sólo la ha dejado plantada, sino también embarazada. Helen Steward intenta que la chica tome la decisión de un modo sereno, que se lo piense dos veces, pero Zandra es firme en su determinación. Quiere abortar y punto. Dos guardianes (Lorna y Dominic) la trasladan a un centro médico para practicar la intervención. Como se pone pesadita, contestona y provocadora, la dejan sola en una sala para no tenerla que aguantar…y se les escapa. En vez de llamar a la prisión para informar de lo sucedido, los guardianes deciden intentar la búsqueda por su cuenta y que no se entere nadie de la fuga de la reclusa. ¿Dónde habrá ido?

Volvamos a la cárcel. Con Shell Dockley no se juega. Nuestra super-malvada sigue sospechando que el guardián Fenner se trajina a la frágil Rachel. Decide, por tanto, hacerle la vida insoportable: ahora le “pide” que su madre le traiga en la próxima visita un paquete procedente del exterior. No hay que ser muy lista para sospechar que el tal paquetito está lleno de droga. Cuando descubre que Rachel tiene una hijita pequeña (un bebé de seis meses), no sólo no se compadece, sino que dirige las amenazas sobre la niña. Pilla una foto que tenía su madre pegada a la cabecera del camastro y le cruza los ojos con un boli.

Shell percatándose de cómo puede acabar de aterrorizar a Rachel

Por si no fuera suficiente para aterrorizarla, Shell deja claro que si no recibe el paquete famoso le “cortará las tetas”. Qué simpática la chica, qué tierna y qué afectuosa.

Examinaremos ahora los problemas de Nikki con su novia Trisha. Que una de las componentes de una pareja se encuentre en prisión no favorece a una relación en absoluto. Si además la condena es de 10 añitos de nada (si se porta bien), la parte presa se desespera de estar presa y la que no lo está, comienza a darle vueltas a si merece la pena esperar tanto a la otra parte. Hace falta mucho amor, en cantidad y calidad, para sobrellevar una situación así. Y parece que el amor de Trisha no pesa lo suficiente como para pasar la prueba del algodón.

En la sala de visitas, frente a frente, toca decir la verdad. De nada le sirve a Trisha centrar la conversación en las reformas del baño, finalmente Nikki la mira a los ojos y, cuando Trish desvía su mirada, sabe sin duda que le está mintiendo. Y una mentira en ciertas situaciones sólo puede ser una clase de mentira: cuernos.

Desanimada por la reclusión de su novia, la libre Trisha ha tomado entera su libertad y engaña a Nikki con otra mujer. En estado de dolorosa decepción, la reclusa miente también diciendo que ella, del mismo modo, tiene un medio rollete dentro de la trena, en un intento de que su dignidad no se hunda definitivamente en el foso de la vergüenza ajena. Como puede, mantiene el tipo y se despide de la infiel, sin dejar que vea sus heridas abiertas en todo su esplendor.

Pero cuando termina la visita y se retira a sus aposentos (es decir, a la celda), Nikki se derrumba. Mónica entra en la celda a comunicarle que su apelación tiene ya fecha y se encuentra con el pastel del abandono y con la historia (por fin) de por qué razón penal Nikki está entrullada.

He de confesar que al principio quise comprender a la tal Trish, diciéndome lo muy duro que debe de ser soportar una situación así. Pero cuando Nikki aclara que encima está en la cárcel “por amor”, primero me intrigué y luego me dieron ganas de asesinar a la infiel con total fruición. Resulta que Trisha y Nikki tenían un bareto y pagaban módicas cantidades a los policías corruptos de la barriada para que mantuvieran un poco el orden y las dejaran otro poco en paz. Una noche llega Nikki de donde fuera y se encuentra a uno de los polis-cabrones metiéndole mano a su novia y a punto de violarla. El muy hijoputa le pretendía hacer el “regalo” de su virilidad a la lesbiana que, privada de “lo que es bueno”, necesitaba según él de modo urgente sexo “de verdad”, o sea con un hombre. Se llevó exactamente lo que merecía: a Nikki se le cruzaron los cables y primero le dio en la cabeza con una botella y después, como el cabrón se reía, le borró la risa cortándole el cuello con lo que quedaba del vidrio después del mamporro.

Así que sí, es verdad: Nikki está en la trena por amor. Qué injusta es la vida en general y la ley penal y el sistema penitenciario británico en particular. Y que después de chuparte una condena larguísima por evitar que la viole un cerdo, encima te ponga los cuernos tu novia mientras estás enchironada, eso sí que es de juzgado de guardia, ¡por todas las diosas!

Por lo menos, Monica se encarga de informar a Helen Steward de qué es lo que le pasa a Nikki, que está bastante imposible. Es bueno, porque así nuestra Helen aprenderá a pasarle las impertinencias a su futura amada.

Le habíamos perdido la pista a Zandra, presuntamente fugada. Bien, no ha sido así, lo único que quería era presentarse en la casa de su novio-semental para declarar lo muy embarazada que de él se encuentra y así hacer un último intento de recuperar su supuesto amor. La misión está destinada al fracaso, y la pobre Zandra se vuelve con el rabo entre las piernas y la barriga bien plantificada, porque el galán prefiere casarse con una señorita de buenísima familia antes que con su novia eterna-embarazada-en prisión, a la que él (por cierto, no lo olvidemos) introdujo en el mundo drogueríl y llevó a la ruina que es hoy. Pobre chica, otra que eligió mal por quién sacrificarse. Una vez finalizado el intento de redención, Zandra regresa al centro de abortos y se entrega voluntariamente a los dos inútiles guardianes (Lorna y Dominic).

Para librarse de la bronca y de un eventual despido, ambos valientes deciden que es mejor no decir nada de la fuga. Y así sólo consiguen otra cosa: estar en las manos de Zandra, porque cuando un día pierda los papeles y se le vaya la olla, lo primero que hará será chivarse de que se fugó el día del aborto programado y que los oficiales encubrieron la fea cuestión.

¿Por qué este episodio se intitula “La Víctima”? Rachel, La Frágil, lleva la palabra del título tatuada en la frente. Vamos a empezar la lidia de esta pobre muchacha clavándole una buena pica en el centro del lomo: su mamá viene a verla para confesar que ella de gran abuela no tiene nada, y que prefiere tirarse a su chorbo sin estorbo alguno, por lo que acaba de dar en acogida a la niñita de 6 meses que es su nieta. Total, va a estar mejor en cualquier parte que con ella. La visita le alegra el día a la pobre Rachel.

Como tenemos el día sádico, la opción de dejarla en paz vamos a aplazarla para cualquier otra ocasión. Ahora tocan banderillas, de fuego a ser posible. ¿Cuántas? Pues las que sea capaz de soportar, que le queda mucho sufrimiento aún antes de desesperarse. Shell no va a perdonar que el alijo no haya llegado a sus manos, así que decide que la esclava necesita correctivos. Y varias banderillas en forma de acoso y luz de gas se clavan una tras otra en Rachel La Frágil: fingiendo accidentes, caen varios líquidos ardientes sobre su cuerpo. Cualquiera que haya visitado las británicas islas alguna vez sabe que el té SIEMPRE está en el punto de cocimiento. Así que echar té encima de la barriguita de Rachel equivale a escaldársela viva. Por supuesto, lo hacen parecer un accidente: alguien tropieza con ella, empujando al otro alguien que llevaba el recipiente lleno del hirviente caldo. Sabemos que ha sido aposta cuando la lugarteniente de Shell, dice riendo por lo bajo que con el coño quemado, de poco le va a servir a Fenner, que no podrá meter su “salchicha” dentro. Oh, si algo me gusta de estas chicas-malas-presidiarias es la capacidad de expresar de forma poética cualquier tipo de relación sexual.

Rachel en plena acción de ser escaldada

Rachel pierde los nervios y destroza su celda. Helen Steward intenta ayudar, pero la víctima no cuenta qué ocurre. Entonces Helen comete un grave error: como sospecha que algo va mal, entiende que mandar a aislamiento a Rachel sería un castigo innecesario. ¿Cómo podría saber nuestra directora que eso es precisamente lo que la chica quería, es decir, que la aislaran para así alejarse del acoso de Dockley? Así que aterriza nada menos que en la peor celda del mundo: la de Dell, lugarteniente de la malvada Shell y arrojadora de té hirviendo en entrañas de chicas rebeldes. ¿La dejarán en paz? No, la lidia aún no ha concluido. Tras una intensa faena de muleta en la que Shell se aparece/desaparece, acosando y martirizando (por supuesto, sin que lo parezca al inmenso público) a su ya desorientada víctima, decide aplicarle una buena tanda de pases de tormento. Desde su ventana, la cruel Shell Dockley, canta una nana atroz, siniestra, amenazante y despiadada, en la que anuncia la muerte, la pérdida, la consunción y desaparición del pequeño bebé de la víctima Rachel.

Shell, haciendo de las suyas (como siempre). En esta ocasión, cantando la cruel nana atemorizadora

Faltaba el puntillero: Fenner, preocupado por si la chica acaba delatándolo, termina por decirle que ya no es el objeto de su deseo. Se burla de su aspecto exánime y declara que no querría follársela, lo que equivale a dejarla sin su protección. Su propia compañera de celda (Dell) la amenaza de muerte en nombre de su jefa Shell. Angustiada por el miedo y por el desvalimiento, Rachel se derrumba al fin. Y a la mañana siguiente aparece ahorcada en su celda.

FIN. No voy a comentar nada más de este episodio. Nikki se queja en el comedor y le dirige desafíos a Fenner, que aguanta sin hablar. Pero nada merece más comentario, sólo que Rachel por lo menos se lleva el homenaje de un canto fúnebre cuando por fin la oscuridad termina con el día en la prisión.

Bueno, sí que merece una postdata: ¿Han visto “Downton Abbey”? Pues la actriz que hacía de esta pobre suicidada en Bad Girls representa once años más tarde un gran papel de doncella en esta serie. No se la pierdan.