Voz de Seda

Tu voz de seda puede ser una manta o una cruz; si la escucho al trasluz, es una voz que no me aparta con una coz. Una voz que multiplicada en un altavoz, para nada desprende energía feroz.

Es voz de risueña entonación, la que más escasea en este mundo tan bribón y, también, la más necesaria cuando te conviertes en tu propio ladrón.

Una voz que intensifica el tono café de tus ojitos por las orillas. Para que brote de nuestra sangre color vino la agitación menos atroz, tu voz es la semilla. Una voz que me invita a acariciarte el Corazón con mil besos a hurtadillas. Que me incita a arruinarte las pesadillas abrazándote las lágrimas que se te deslicen por las mejillas, para amar tu Alma mientras le hago el Amor a tus escozores, abrasando de paso todos tus temores –tranquila, yo llevo las cerillas–.

No soy capaz de borrar el brillo de tu mirar de mi órgano de pensar, y ojalá nunca suceda. Mucho menos si llueve; ahí, tu voz de seda debe oler tan sabrosa como quedarme a vivir en tu delicada arboleda. Si alguna vez te sientes perdida en una sombría vereda, por favor, no permitas que tu voz retroceda. Tienes dentro de mí un hogar con la puerta siempre abierta para que accedas.

A mí se me metió a traición tu sonrisa de ensoñación en mis pupilas de cartón. Y no sé si quiero sacarla, me hechiza su atracción. Aunque eso suponga la aniquilación de mi desnutrido Corazón, prefiero volver a arriesgarme y confesarte al oído que tu voz de aspecto dulzón se me clava muy dentro como un delicioso arpón, aunque solo sea para escucharte destrozar una canción.

Aprender a (con)jugar mejor

(Yo) te quiero amar.

(Tú) a mí ni me deseas mirar.

(Ella) se parece a nuestra complicidad sin acariciar.

(Nosotras) fingimos felicidad ahogándonos en un truculento mar.

(Vosotras) la vivís de verdad después de sangrar.

(Ellas) simulan sonrisas entre versos de un caramelo que siempre apetece chupar.

Recito esta lección que me quedó para septiembre ante un espejo que devuelve la mejor imitación de mi forma de pensar. Una mujer que fingió cuando tocaba celebrar y cuando se debía llorar hasta que aprendió que, para que una herida deje de lastimar, hay que mirar hacia atrás y afrontar el dolor sin parpadear.

Perdóname

Perdóname cuando te digo algo bonito. Ten compasión si con mis palabras indirectas te irrito. Disculpa por sugerir que mi cicatriz lleva tu nombre escrito. Indúltame si no te pido permiso cuando sobre tus labios me precipito. Lo siento, pero ya me he cansado de alejarte de a poquito. Si ha de ser con el océano entre las piernas, quiero existir dándole un fuerte mordisquito a todo aquello con lo que yo misma me limito. Sé que, tanto tú como yo, no queremos que nuestra historia se convierta en un mito. No me voy a sentir mal por ello, no cometo ningún delito.

Lamento sacarte de quicio, te aseguro que no es por vicio; te quiero demasiado y también odio tu maleficio, pero a mi razón le he ganado el juicio. ¿Sabes por qué me gustas incluso cuando te pones en plan ficticio? Porque cuando lloro y mi cara es más fea que Picio, tú me obligas a levantar la vista del suelo y me acompañas hasta el inicio.