“Fruta prohibida” es como se titula en español “Oranges Are Not the Only Fruit”, una novela que se publicó allá en 1985, cuando su autora, Jeanette Winterson, andaba por sus veintipocos años de edad. El libro la convirtió en una celebridad literaria en el Reino Unido, hasta el punto que la BBC hizo una serie de TV. Sin embargo, por aquí no se vio una edición en español hasta 2017.

La temática era de todo menos apropiada para los años 80. Trata abiertamente la homosexualidad, el crecimiento interior de una niña que descubre su lesbianidad y que debe lidiar con la atmósfera opresiva que la rodea –representada principalmente por una madre religiosa ferviente, miembro de una secta evangélica. Sin embargo, tuvo éxito y hoy en día es todo un clásico de la literatura británica de finales del siglo XX.

Jeanette es una cría guiada por su madre, en su pensamiento y en su acción. Desde pequeñita, la señora Winterson le ha metido en la cabeza que es una elegida de Dios y que Él ha dispuesto que su destino sea predicar y ganar almas para la fe. Esto significa que se dedican a hacer excursiones por los alrededores de la población de Lancashire donde viven, realizando conversiones por doquier. La niña es feliz así, porque piensa con total sinceridad que efectivamente esa es la vida que debe llevar y, además, porque le gusta su trabajo (la oratoria se le da bien y disfruta convirtiendo a la gente a la “verdadera fe”).

La madre siempre lleva consigo alguna naranja. Es la única fruta que comen. De vez en cuando, pela alguna y se la da a Jeanette. Con frecuencia, este acto acompaña a alguna conversación importante, en la que explica a la pequeña cómo comportarse o, en general, vivir bajo los complacidos ojos del Señor.

Por ejemplo, a Jeanette se le prohíbe en un momento dado que acuda a una tienda de dulces y caramelos. El motivo: tal negocio lo regentan dos mujeres. La relación entre ellas sobrepasa la línea de la amistad habitual entre dos señoras. Temerosa de que la niña pueda caer en alguno de los vicios que rodean sin duda a las dueñas del establecimiento, la madre de Jeanette decide establecer la prohibición.

Pero cuando las cosas no tienen arreglo, no lo tienen. Jeanette no necesitaba ejemplos a seguir, ni “malas” influencias. Pronto descubre que está enamorada de otra muchacha. Cuando el asunto se descubre, la explicación de la señora Winterson y del pastor de la congregación es que el Diablo la ha poseído. Jeanette se revela como una pecadora contumaz: no da su brazo a torcer y afirma amar a la otra chica, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento. Como hay que echar al Diablo de la infortunada niña, le practican un exorcismo.

Tan bárbara práctica es solo uno de los hitos que marcan la vivencia de la joven Jeanette dentro de su comunidad religiosa y su familia fanatizada.

No hace mucho tiempo que por estos lares hemos comentado otra obra de Jeanette Winterson que tiene una relación muy estrecha con la que ahora nos ocupa. Se trataba de “¿Por qué quieres ser feliz cuando puedes ser normal?”. Ambas son narraciones eminentemente autobiográficas, pero con bastantes elementos diferenciadores.

“Fruta prohibida” fue escrita bastantes años antes de “¿Por qué quieres ser feliz cuando puedes ser normal?” y, aunque explora temas parecidos, se centra mucho más en la infancia de Jeanette y no abarca, lógicamente, los periodos posteriores al tiempo en que se produjo. Aquí se trata sobre todo de describir los momentos más tempranos.

Pero hay una diferencia más importante aún. La ambivalencia de Jeanette respecto a los sentimientos hacia su madre resulta mucho más marcada. En “Fruta prohibida” Jeanette está haciendo una introspección sobre la evolución desde lo que ella era y sentía cuando niña hasta el cambio sufrido en la adolescencia tras varios desengaños.

La historia es, por tanto, parecida pero no igual. Aquí se subraya que la pequeña Jeanette es una cría totalmente convencida de la veracidad del mensaje materno, con el cerebro bien lavado y tan fanática religiosa como su madre. Hasta cree que tiene una misión y que está destinada a predicar y salvar almas.

Su destino estaba marcado y ella lo aceptaba así, radiante de felicidad mística. Incluso ya se podía pronosticar una carrera de éxito como predicadora, dado que el número de conversiones realizada gracias a sus esfuerzos dialécticos era bastante satisfactorio.

Algunos de los episodios narrados son también compartidos por ambos libros. Esto sucede cuando el hecho en cuestión resulta de indudable importancia o trascendencia. Es el caso, por ejemplo, de la reacción de la comunidad religiosa y de su propia madre ante los apasionados y efervescentes impulsos amorosos adolescentes de Jeanette hacia una chica.

Como decíamos antes, la versión oficial se manifiesta en torno a la creencia de que nuestra jovencísima protagonista ha sido poseída por el Maligno. Al haber sido el demonio en persona quien se ha encargado de inocular en Jeanette este tipo de tendencias perversas, no queda más remedio que intervenir con un exorcismo para que el diablo se largue a otra parte y deje en paz a la prometedora predicadora en ciernes.

Pero esta reproducción de algunos episodios idénticos no determina que estemos ante dos obras que cuenten lo mismo. Aunque algunos hechos tienen que repetirse (porque son fundamentales para comprender el fondo de la cuestión), el contenido no es igual, ni mucho menos. Podría decirse que son perfectamente complementarios, dado que uno amplía la información del otro desde ópticas distintas.

Winterson escribió “Fruta prohibida” cuando acababa de sufrir el rechazo materno, la expulsión de su casa y había tenido que salir adelante por sus propios medios. En realidad, aunque en aquellos días ella muy probablemente no lo sintiera así, el hecho objetivo es que todo ello le sirvió para independizarse, estudiar una Carrera universitaria y vivir una vida muy distinta de la que al principio esperaba.

La novela es una auténtica catarsis. Imagino que, por medio de una autoexposición tan grande de su historia y sentimientos, la autora perseguía llegar a una liberación personal que la apartara de su ominoso pasado y los años del miedo y la opresión. El éxito de la obra en plenos años 80 del pasado siglo resulta sorprendente y parece confirmar que logró su objetivo.

Con todo, “Fruta prohibida” es un libro muy interesante: nos introduce en ese mundo de fanatismo religioso, en el ambiente de las clases obreras británicas depauperadas, de la crisis social, de la homofobia generalizada y las tremendas dificultades en la época para las personas LGBT. Todo ello, sirviendo de telón de fondo y medio ambiente de la niñez y adolescencia de Jeanette Winterson.

Que lo disfrutéis, si os apetece.

Fruta prohibida
«Los curiosos siempre corren algún peligro. Si eres curioso, cabe la posibilidad de que nunca vuelvas a casa, como los hombres que ahora conviven con sirenas en el fondo del mar.»