El cigarro perfecto

Muy de vez en cuando consigo fumarme el cigarro perfecto.

De un olor blanquecino, igual que nácar perfumado. Su sabor es el más neutro.  Como si a cada bocanada aspirara una nube. Incluso el minuto que rodea la ocasión se me antoja completo, pletórico. Aspiro, inspiro y espiro con el equilibrio de quien roza la calma más pura unos segundos. Curvo los labios y el humo forma la “O” de “Oh, me importa una mierda”. Las tristezas resisten en la retaguardia, inmóviles, como cenizas requemadas y todo es pleno.

Porque es mi momento.

Mi instante de no sentirme mal por lo que no sale bien. Un periquete en que el tiempo no se detiene pero avanza al ritmo correcto. No es más venenoso que la contaminación del coche que va muy deprisa y tiene un accidente. O que la nociva polución del tipo ladrando su mal humo(r) con quien no tiene razón.

Casi parece un cigarrillo sano.

No te rías. Estás echando a perder mi cigarro perfecto.

 

No me gusta lo que a los demás

 Una vida llena de días en color que para mí son grises. Cuando llueve yo sonrío donde los demás no. La gente ve nostalgia en cada chaparrón, volviéndose taciturnos. Yo te veo a ti, sobre todo te escucho, y por eso me siento feliz. En cada gota caída del cielo suena una sonrisa tuya; todo el temporal, ya sea llovizna, lluvia, chaparrón o ciclón, forma el más bello poema que jamás se escuchará.

No me gusta lo que a los demás, es verdad. Bailar sin música, reírme de bobadas y ganarme la mala cara de la gente siempre me dio igual. Me dio igual todo salvo cuando no lo hacías tú conmigo.

Tú desviaste mi monotonía desde la calle hasta el cielo, poniendo mi cordura patas arriba. Y qué te voy a decir, si estoy encantada de vivir entre el desorden junto a ti.

 

No te preguntes por qué nunca más

No lo hagas por nadie. No te atasques por quien ya no te hace sonreír y empieza a vivir tus días por ti. No los condiciones por alguien, por mucho que merezca la pena. Si no te corresponde, deja los ‘por qué’ para otra ocasión, para otras madrugadas con luz, y vete a morder la luna lejos de tu condena, no vaya a ser que acabes hundida entre la pena.