Lucía vuelve de sus vacaciones con su pequeña hija Carlota. Trabaja como veterinaria en un cortijo del sur de España llamado “Hacienda La Piconera”. Allí es bastante feliz; la familia que regenta la explotación es casi como su propia familia y más que una estricta relación laboral, le une el cariño y la amistad con todos ellos.

Así que por ese lado no puede quejarse. Cuando se separó de Ricardo, padre de Carlota, encontró en “La Piconera” un nuevo hogar, desde luego muy diferente al infierno que dejaba atrás. Para todos los moradores del cortijo, desde Don Paco (el abuelo y además amigo del padre de Lucía), pasando por su hija Mar y el resto de familiares y empleados, Lucía no es sólo la veterinaria que cuida de los animalitos variados que andan por allí. Lucía está verdaderamente integrada.

Por desgracia, el borrón y cuenta nueva con su anterior vida no ha podido ser del todo completado. Ricardo sigue dando guerra: después de desentenderse durante años de su hija, ahora le ha dado porque quiere la custodia. A Lucía no le va a quedar más remedio que buscarse abogado y defenderse en los tribunales.

Ahora bien, la solución la tiene muy cerca. Tal como ha dicho Mar, su hija Julia puede venirle como anillo al dedo. Julia no sólo es una eficiente administradora y gestora de la empresa familiar, también es letrada en ejercicio. Así que puede perfectamente echarle un vistazo al asunto y preparar las actuaciones legales pertinentes para que el problema sea solventado de una santa vez.

Julia tiene carácter y no es de trato sencillo. Sobre todo para Lucía, que está un tanto desconcertada. Por un lado, pronto comprueba que a Julia no le es nada indiferente; por otro, sus personalidades parecen chocar de continuo y provocar constantes desacuerdos y enfrentamientos. Hay que comprender además que Lucía tiene un descoloque soberano: no olvidemos que hasta hace nada ella creía ser total y completamente heterosexual. Lo que empieza a sentir por Julia no le cuadra con toda su vida anterior y la tiene bastante sorprendida.

Por si no tuviera bastante con la sorpresa, he aquí que Pablo (hermano de Julia) lleva tirándole los tejos durante meses. Pablo es un tipo genial, simpático y bondadoso; Lucía le ha dicho ya de todas las formas posibles que el afecto que siente por él no tiene nada que ver con el amor. Pero el tenaz enamorado sigue ahí, erre que erre, al pie del cañón y sin darse por vencido. Así que, si lo de Lucía y la hermana de Pablo llega a fructificar -aunque sea sólo un poquito- ahí tenemos un probable lío de campeonato.

A la ensalada que estamos cocinando debemos añadir también el ingrediente del pasado de Julia. Porque, a diferencia de Lucía, Julia sí sabe desde tiempos inmemoriales que le gustan las mujeres (mucho) y, en consecuencia, ha tenido novias. En concreto, una bastante problemática llamada Marta. Y la tal Marta es conocida de la familia y se presentará en la hacienda con el fatídico propósito de reanudar su relación con Julia (algo en lo que Julia no puede estar más en desacuerdo, dado que terminó de ella hasta…bueno, ya sabéis hasta dónde).

Y, ¿cómo se tomaría la familia del cortijo una probable relación entre la abogada-gestora y la veterinaria? Veamos, son gente muy maja. Pero también muy tradicional, apegada a la tierra, anclada al medio rural…quién sabe si lo van a entender o no. Por no hablar de cuál puede ser la reacción de Carlota: una niña pequeña que jamás ha sospechado que su mamá pueda querer a otra mujer en vez de a un señor, que es a lo que está acostumbrada. Cualquiera se imagina por dónde nos va a salir la criatura.

Tenemos pues varios posibles conflictos en lontananza. Sólo queda ir navegando a lo largo del libro para descubrir cómo discurrirá todo. “Sin saberlo, ya estabas aquí” es puramente una novela romántica. Se trata de conseguir que vayamos recorriendo las páginas con la intriga de qué sucederá con los escarceos de Julia y Lucía: estar pendientes de cómo saldrán de cada situación, de cada discusión y desencuentro…de cómo se las apañarán para saltar los obstáculos que los de alrededor y ellas mismas se van poniendo en el camino.

Pues bien, el objetivo está conseguido. Tiene el drama justo para darte la expectación necesaria y seguir leyendo, pero a la vez no existen grandísimas tragedias que hagan sufrir enormemente. Es más, en cuanto se resuelven los diferentes conflictos (sobre todo el interno entre ellas dos), puede decirse que la narración entra en un plácido y tranquilo desarrollo sin sobresaltos, siguiendo el curso natural de los acontecimientos lógicos que suceden a dos personas que se aman (sin que por ello la trama sea aburrida, ni mucho menos).

Desde mi punto de vista, resulta una lectura agradable, sencilla y natural. Aquí no hay arriesgadas aventuras en medio de la selva, ni epopeyas heroicas. Sí una historia de amor entre dos mujeres que tiene su tensión, sus altibajos y sus conflictos, pero dentro del plano real y contada con serenidad.

Que la disfrutéis, si os apetece.

Sin saberlo, ya estabas aquí
Lucía jamás pensó, que el trasladarse a trabajar al cortijo de un gran amigo de su abuelo, al sur de Andalucía, iba a trastocarle tanto la vida. Porque aunque era su lugar elegido, adoraba aquella tierra y a aquella familia. ¿Quién le iba a decir que se iba a enamorar de una mujer?