Las Chicas con las Chicas es una compilación de relatos eróticos escritos por, según dice su presentación, “las mejores plumas de la literatura lésbica”. Encontramos, ciertamente, a gente muy conocida entre sus páginas y a otras quizá menos; pero desde luego disfrutaremos de lo sensual y lo sexual a lo largo y ancho de todos y cada uno de los 17 relatos, ordenados alfabéticamente por el apellido de las autoras (más democrático, imposible).

Las chicas con las chicas libro lésbico

  1. En clave de bolero, “Toda una vida”, de Arancha Apellániz, es un cruce de los puntos de vista de Carla y Eva sobre su longeva y tempestuosa relación. La entrada de Beatriz cambia por completo su vida de pareja; yo, qué queréis que os diga, seré muy antigua, pero para mí tres son multitud. Vamos, que lo de “invitar” a alguien a que se meta por medio, no lo veo razonable. El resultado del relato parece confirmar esta tesis mía: la relación no muere, sólo se transforma (como la energía), pero de una manera que dudo mucho que a las protagonistas les guste lo que finalmente queda de ella.
  2. “Dulce Tentación”, de Carmen Aranda, transcurre entre pastelitos (dulces y salados). Una relación sexual de sofocante calor y con una muy, muy tórrida degustación en la trastienda de una pastelería.
  3. “Las chicas con las chicas”, de Mª Ángeles Cabré, da título a la recopilación. Empieza de la siguiente manera: “Rasurado en los bordes y con un escueto penacho negro en lo alto, de un color rosáceo algo subido y suave como las encías de un recién nacido. Le encanta acariciarlo con la lengua y subir y bajar, y dibujar en él círculos concéntricos, y demorarse en la prominencia que lo corona, entretenerse allí con pequeños mordisquitos casi imperceptibles, y seguir al cabo llenándolo de lametones, mojándolo por entero mientras lo abre y lo cierra con las acariciadoras yemas de los dedos” (Pág. 45). Sabemos de qué estamos hablando, ¿no? ¿O jugamos a las adivinanzas?
    Dos azafatas comparten turno de vuelo, de descanso, de cama, de folleteo y de ligue con más chicas cuando se ponen a tiro y están de buen ver. Su vida sexual es, cómo decirlo,….intensa. Un acostón en Madrid, otro en Barcelona, otro en Innsbruck, El Cairo, Roma…. Por expresarlo de una manera gráfica: no va a ser fácil que su entrepierna o la de sus amigas se resfríen por enfriamiento de ningún tipo (invernal o no). Eso sí, se lo pasan a lo grande.
  4. “Alicia”, de María Castrejón, tiene dos referentes inmediatos: “Alicia en el País de las Maravillas” y “Alicia a través del Espejo” (libros ambos, como sabemos bien, escritos por Lewis Carrol). El contexto es algo turbio, con una protagonista que a los 13 años comienza a tener relaciones sexuales de tipo orgiástico-múltiple, ayudada por su adicción a la cocaína. En esa marea conoce a Amanda, con quien inicia algo muy extraño, basado en la imagen que de sí misma le devuelve de manera especular.
  5. “Rímel”, de Juana Cortés. O de cómo contratar a una sustituta que interprete a la amante que te acaba de abandonar, a veces (sólo a veces) es una buena idea. “Ascendíamos juntas una gran montaña hecha de piel, de terminaciones nerviosas. Controlábamos a la vez las ganas de corrernos, las ganas de perpetuar el placer que si no se consigue duele. Fui yo la que cedí en ese esfuerzo conjunto. Fui yo la primera en irme, salir de mí, dejando un rastro de humedad y sudor y suspiros” (Pág. 83). Después, una marca de rímel en la almohada devuelve la cordura, y como ella misma reconoce, “Y tu rímel se me antojó una huella, una señal que marcaba un territorio” (Pág. 86).
  6. Lola Van Guardia nos regala “La erótica del pa amb tomaquet”, un curioso relato humorístico-erótico de honda raigambre catalana. ¿Qué l@s catalan@s son parc@s en sentido del humor? Ese tópico queda reflejado también en el cuento, no os preocupéis: “…a pesar de los tópicos sobre el carácter catalán que, se dice, es cerrado, poco asequible y lleno de aristas”. (Pág. 88) Así que no me vengáis con que no pega el pitorreo porque con Lola Van Guardia ya sabemos de sobra a qué hay que atenerse. Magdalena, la protagonista, delira en ansias con la posibilidad de hacer un “pa amb tomaquet” pero con chica en vez de “pa”. Imaginaros. Algo así como: “Primero, tenderla boca arriba, después restregarle el tomate por todo el cuerpo con movimientos circulares, presionando ligeramente para que deje ir la pulpa y esta imprima su rastro rojo por la piel y quede estancada en los poros, en los orificios, en los pliegues, hasta cubrir toda la epidermis de una película carmesí. Luego, lubricar la obra con aceite virgen extra y rematarla con la llovizna correspondiente de partículas de sal”. (Pág. 91)
  7. “Aceite con sabor a mango” se nos sirve en la bandeja de Mabel Galán. El encuentro de Telma con una hermosa, madura y experimentada mujer resulta de lo más caliente y provocativo en uno de esos hoteles-picaderos de lujo. La escena del jacuzzi es impresionante. Una pequeña probadura: “Los dedos de la mujer madura giran, vertiginosamente ahora, dentro de Telma, que intenta contenerse para no gritar, para no moverse, para no alzarse sobre el agua y huir, de aquel placer que la desborda y que no puede contener. Cree que algo dentro de ella va a estallar. No lo puede resistir”. (Pág. 111)
  8. “El Río de la Plata”, de Concha García. Tributo a las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, es también la historia de Paula que se esfuerza en olvidar a otra mujer. Pero sus intentos son bastante vacíos: la huella de Ana impresa a fuego en su corazón no es algo fácil de eliminar. Lleva la piel impregnada de su aroma, el pelo manchado de su olor, el cuerpo bañado en su perfume. “Había llegado el límite. Sus cuerpos se buscaron de nuevo en el calor de la habitación del hotel, enlazándose con la certeza de que ya quedaba poco de ese tiempo que al nacer es un regalo, pero a medida que pasa se va diluyendo para quedarse en nada”. (Pág. 124). Como anécdota: luego me lo explicó una amiga argentina, pero aquí fue donde vi por primera vez lo que significa la palabra “telo”.
  9. Beatriz Gimeno nos propone “Las cosas no son lo que parecen”: una semilúdica historia en la que una de esas reuniones de gente que hace mil años que no se ve, propicia el encuentro entre una lesbiana reconocida y otra que lo ha ido descubriendo (a lo largo de esos mil años). Es una reunión de colegio, 40 años más tarde, y la ilusión de reencontrar a quien por fin quiso siempre tirarse, descubre a nuestra protagonista que…las cosas no son lo que parecen. Y, desde luego, que la elección de la lencería es importante.
  10. “Cambios de Aire”, de María Jesús Méndez, aborda como comienzo una ruptura de pareja. Una vez consumada, la protagonista del relato y conductora del mismo, aterriza en un pueblo. El medio rural no parece lo más apropiado para conseguir nueva novia…pero nunca se sabe. Muy curioso el relato de un orgasmo fingido; a ver qué os parece: “Empieza la comedia. O la tragedia. Floto sobre mi cabeza y escucho mis orgasmos, orgasmos que nacen de la boca. Siento que el resto de mi cuerpo me mira como si fuera estúpida y mi clítoris enfunda una bandera blanca. Él quiere una tregua. Yo quiero la paz. Estamos a mano”. (Pág138).
  11. “La otra noche”, de Libertad Morán. Es la historia de la extraña relación de Mónica y Sonia, dos chicas que no tienen ningún problema en acostarse juntas todo lo que haga falta, pero que son incapaces de ir en serio, cosa que en realidad ambas ansían. Y al final, lo echan todo a rodar, como es lógico en un contexto así. Quien quiera darse una vuelta virtual por Chueca con todo detalle de locales, sitios, calles y plazas, puede utilizar este relato sin problemas. Podríamos hacer hasta un mapa.
  12. Lucía Moreno nos ofrece “Algo más”. Es un relato exótico porque, ¿qué mayor exotismo que el de un cuento amenizado con auténticas geishas? Efectivamente, estamos en Japón, en ese semioscuro Japón en el que aún se obsequia a los invitados con la compañía y atenciones de estas misteriosas señoritas. Nozomi es un experimentada geisha, avezada en las reglas de la cortesía que adornan el protocolo de este antiguo arte. Como la historia se ambienta en 1933, podemos dejarnos llevar allí y suponer que este tipo de cosas ya no se dan hoy en día. Quien quiera investigar al respecto, puede hacerlo. La situación nace de una visita de dos profesores universitarios de París (ya se sabe, el típico Congreso científico donde las atenciones de los anfitriones acaban por desmadrarse un poco y lo mismo te ofrecen una visita nocturna a La Alhambra reservada únicamente para los participantes –verídico-, como la atención exclusiva de una geisha por persona para toda la noche). La cosa no se sale de la raya hasta que se presentan los clientes franceses y la aterrada Nozomi descubre que Prof. Becquerel es una mujer hecha y derecha. Evidentemente, para tal circunstancia no estaba preparada por su entrenamiento habitual de geisha. Por otra parte, toda sugerencia de incluir en el citado entrenamiento un apartado llamado “cómo atender a una mujer” llega tarde. Nozomi tiene que improvisar como pueda. Queda claro que en la atención de la geisha entran los favores sexuales, tanto como claro está que la Prof. Marie Becquerel es muy, muy seria y vive aparte de tales poluciones mundanas. Todos se retiran con una borrachera monumental de sake y se abandonan a la fornicación. Desencuentros culturales aparte, el hecho decisivo es que la doctora Marie Becquerel (tan seria ella) se tira a la geisha, vaya que sí.
  13. “Reina de Corazones”, de Illy Ness. Nuestra protagonista está encoñada con su jefa. Así de claro y rotundo. La jefa es una hembra dominante que se tira a todas las empleadas menos a ella; por supuesto, esta circunstancia no hace más que avivar las brasas ya ardientes de la narradora. Una compañera se muere de amor por ella (por la protagonista, no por la guarra de la jefa, que tiene montado un verdadero harén en la oficina y se las beneficia a todas por turnos y a veces sin turnos); esta chica enamorada advierte a nuestra heroína de la perversidad de la jefa –llamada Margot-, que es una auténtica serpiente calenturienta. Pero nada puede con el fuego de la lascivia: la narradora acaba abrasándose en la lujuria de Margot a quien, por más señas, le va el rollo fetichista-sadomaso. “Cuando mi respiración incrementaba su intensidad entre gemidos y creía que ya no cabía más placer, Margot me liberó de las tenazas ardientes en las que se habían convertido sus dedos y se abalanzó sobre mí clavándome sus dientes salvajemente en mi pecho derecho. El goce más intenso que había sentido nunca recorrió mi cuerpo de parte a parte mientras un alarido de vivo placer surgía de mi interior confundiéndose con los gemidos de Margot”. (Pág. 206). Tras un intenso encuentro del que esta cita es sólo el comienzo (le ata las muñecas con sus negras bragas de delicada lencería, las piernas con cinta aislante a la silla, y le hace algunas placenteras perrerías más), nuestra protagonista sale del colapso lujurioso y recuerda que Vanesa –su paciente y amante compañera de trabajo- es en realidad su gran amor. ¿Conseguirá recuperarla a pesar de que Vanesa se da cuenta de que lleva las famosas bragas en el bolso de la chaqueta?
  14. “El Encuentro”, de Inés Núñez, es una aproximación a la vida y devaneos de Alex que es, cómo decirlo, una especie de halcón amoroso. Para entendernos, y como todas toditas todas hemos visto The L Word (y quien no la haya visto, ya está tardando: es una de las causas principales de anulación del carnet de lesbiana), pues creo que me vais a entender si digo que es muy parecida a Shane. Alex es una perfecta depredadora: se tira a las chicas como quien usa kleenex. Las deja satisfechas, calientes cual estufas, pero defraudadas cuando lo que buscan es amor. Y la narración es precisamente esto: un ligue con otra chica que lo que pedía era algo más que un polvo, e indiferencia después del mismo. Pero, eso sí, el polvo resulta de primera división.
  15. Cristina Peri Rossi nos obsequia con “Sí, quiero”. La narradora está a punto de casarse con su novia, Marta. Para celebrar la decisión se van a cenar a un coqueto restaurante y se compran un pene (bueno, un dildo, pero ellas lo llaman pene). El problema nace cuando el pene desaparece justo en la mañana en que han quedado con los padres de Marta para salir del armario e invitarles a la ceremonia: cualquiera sabe por dónde acabará apareciendo el pene -en algún lugar insospechado- y si lo encontrarán los padres/suegros. Una situación incómoda que hay que evitar. ¿Dónde habrán puesto el dichoso pene?
  16. “Veneno”, de Carmen Rivera, es la historia de una asesina que por fin se enamora de verdad. El objeto de su amor se llama Olga, militar en activo, que la lleva un día a París en tren en un coche-litera. Previamente han pasado una noche en un lujoso hotel de la Plaza de Santa Ana en Madrid. Por razones personales debo decir que a mí ambas situaciones me resultan amorosamente familiares. Lo que ya no es tan familiar es el resto de la macabra historia. Olga no puede ni imaginar los secretos que nuestra protagonista esconde en el jardín de su casa.
  17. El último de los relatos, con el que se culmina esta recopilación es “La Trenza”, de Lola Vega. Se trata de una pequeña novela negra, la resolución de un asesinato, un thriller, una historia de acción. Jennifer, policía con destino en Manchester y su marido Roger, pasan unos días de vacaciones en un perdido pueblo de Irlanda del Norte. Pronto aparece el cadáver de una chica al pie de los arrecifes: se trata de Ania, la camarera del pub del pueblo. De la investigación se encargan los policías locales Connor y Neill. Connor es un tipo pedante, ambicioso y corrupto; Neill una competente inspectora lesbiana que tiene que aguantar los chantajes de su compañero (porque éste guarda en su poder ciertas fotos comprometedoras de Neill durante una orgía celebrada en un local de Londres). El caso es que Neill y Jennifer pronto hacen buenas migas y se ponen a la caza del asesino. ¿Terminarán ellas mismas ligadas por los lazos del amor y la lujuria?

Y llegadas al final de la serie de relatos, como valoración final debo señalar que creo que tienen de media una calidad bastante buena. Se autonombran “eróticos” y lo son: todos ellos tienen un tono sexual marcado y las escenas de cama resultan completamente explícitas. Es de agradecer que no se trate de sexo descontextualizado, sino que se inserte casi siempre dentro del marco de la narración y –como habréis podido comprobar por los poquitos trozos que he insertado aquí- no son las típicas escenas sexuales “automáticas”. Hay un interés por lograr que la dimensión erótica sea intensa pero no maquinal. Por lo tanto, desde mi punto de vista, se trata de una recopilación absolutamente recomendable. Eso sí, ya lo aviso: “calentita” lo es en bastantes grados, así que mejor no leerla en el metro o cualquier otro sitio público. 😉

Disfrutad de todos y cada uno de los relatos, o de sólo alguno/s de ellos…si os apetece.

Edición citada: Las Chicas con las Chicas. VVAA. Ed. Egales. Barcelona/Madrid, 2009.