YoLesbicanaria

Muchas lectoras de mi blog están, como yo, totalmente fuera del armario, otras se encuentran en esa etapa que bien podría convertirse en un estado permanente al que yo llamo de semi-visibilidad y muchas otras están totalmente dentro del armario. Yo misma he vivido casi diez años en estado de semi-visibilidad y ahora, que estoy fuera, puedo comparar los beneficios y los inconvenientes de haber tomado cada una de estas decisiones.

¿Cómo definiríamos ese estado de semi-visibilidad? Una buena manera me parece la siguiente: ser semi-visible es estar fuera del armario EXCEPTO en aquellas áreas donde sabemos o sospechamos que seríamos discriminadas por expresar públicamente nuestra sexualidad o donde podríamos ser víctimas de ataques homófobos. Esa área puede ser diferente para cada una de nosotras, en mi caso, fue durante mucho tiempo: mi trabajo. Para otras, de profesiones más tolerantes el núcleo más homófobo podría llegar a ser, paradójicamente, la propia familia.

Ese ocultamiento de nuestra orientación sexual, sea cual fuere el campo de nuestras actividades donde decidimos no mostrarnos como lesbianas, nos da una cierta sensación de seguridad, de estar protegidas. Y con ese convencimiento vivimos nuestra vida a caballo entre un mundo totalmente libre, y otro donde tenemos que fingir ser lo que no somos, o al menos no ser lo que en verdad somos. Pero, ¿qué hay más allá de nuestro convencimiento?

Las respuestas pueden ser muy variadas. En mi experiencia, los escenarios más frecuentes son:

  1. El desconcierto.
  2. La desconfianza.

¿Qué quiero decir con esto?

1 – Cuando digo desconcierto me refiero a la reacción de la gente frente a nuestra postura, gente que frecuentamos y que tiene cierto grado de relación con nosotras. Esa gente probablemente sepa que somos lesbianas, porque, convengamos, mantener los dos mundos separados está expuesto al azar más allá de nuestra habilidad y empeño en lograrlo. Desde luego cuanto más permanezcamos en un sitio, más conocerán de nuestras vidas. Por eso quizás me llame tanto la atención que una de las excusas que plantean algunas para no salir del armario es que viven en un pueblo pequeño. Seguramente el chisme se haya propagado en ese caso a toda la población… Si por el contrario nos esmeramos en mantener relaciones efímeras y trashumantes, entraremos en contacto con más cantidad de personas que pueden tener algún grado de conocimiento entre sí… aumentando las probabilidades de que alguien que conozca nuestro lesbianismo haya dejado filtrar la noticia.

Moverse en un mundo heterosexual que sabe (o sospecha firmemente) de nuestra homosexualidad, tratando de negarla, puede ser una de las tareas más frustrantes, paradojales e innecesarias que asumamos en nuestras vidas. Eso es lo que genera desconcierto. La gente no sabe cuándo puede o no hablar de homosexualidad, de amor, de parejas, de vida familiar… no sabe cómo reaccionaremos, si nos molestarán de alguna manera. Nos reprimimos nosotras y los obligamos, en cierto modo a reprimirse a ellos. ¿Quién que haya estado en el armario no ha vivido alguna situación similar?

2 – Cuando digo desconfianza quiero decir sobre todo: recelo. Nos convertimos en mujeres sin novio y sin marido de cuya vida personal se sabe poco y nada, y de la que es prácticamente imposible averiguar… Aceptamos alguna que otra salida en grupo cuando no tenemos más remedio, temiendo siempre que toda invitación sea un intencional y velado intento de alguien por «emparejarnos». La gente necesita por naturaleza clasificarnos, ponernos en el grupo de las solteras, de las casadas, de las ligeras de cascos… no importa en cuál pero necesitan encasillarnos en un grupo. De esa manera dejaremos de ser una incógnita y por tanto, alguien impredecible, alguien a quien temer. Hasta que no sepan de qué vamos no nos convertiremos en una más. No confiarán en nosotras, y de hecho nos discriminarán. La transparencia es imprescindible en las relaciones humanas. Entonces, ¿qué es más amenazador?… ¿una desconocida o una lesbiana? Créanme: lo desconocido genera miedo. Los demás sentirán alivio más que rechazo cuando sepan que nuestro secreto era que somos lesbianas. Obviamente habrá reacciones de todo tipo, pero el sentimiento general por lo común es ese.

Otra de las argumentaciones en contra de la visibilidad que he leído y que lamentablemente es una de las más difundidas es la que reza: «las lesbianas no necesitamos ir gritando a los cuatro vientos que somos lesbianas, ni ponernos un cartel en la frente, ni hacer demostraciones en público»… Ok, me parece correcto, si no fuera porque esas acciones nada tienen que ver con el concepto de visibilidad. Ser visible es no ocultar ningún aspecto de lo que somos. Es vivir con naturalidad, como si a nadie le llamara la atención que fuéramos lesbianas. Acaso si esto fuera así ¿saldríamos con un cartel a la calle? No lo creo… ¿Nos tatuaríamos a Safo y sus amantes en la frente? Mmm… probablemente no. Y mucho menos creo que saliéramos a hacer el amor en las calles. ¿Abrazaríamos y besaríamos a nuestra mujer en público? Seguramente, como lo hace cualquier heterosexual . ¿Sería eso provocador? Si pensamos que sí, entonces creemos que el amor que sentimos hacia una mujer es algo aberrante, algo enfermo y algo que deberíamos cambiar. ¿Es eso lo que sentimos?

Ser visibles no significa que tengamos que ser militantes, me refiero al sentido estricto de la palabra, aunque alguna quiera hacerlo a partir de su visibilidad. Ser visibles significa no negarnos, ni negar a nuestra pareja. Cualquiera que haya convivido estando en el armario sabe de la serie de equívocos y situaciones descabelladas que se generan a partir de la mentira y el ocultamiento. Y del efecto deletéreo que esto puede causar en nuestra relación de pareja, en nuestra autoestima y nuestra coherencia mental. El hecho de que la persona a quien más amamos en el mundo simule que no existimos, que no somos nadie en su vida puede ser un hueso muy difícil de roer…

Ser visibles nos ayuda a relacionarnos con nuestro entorno, a mejorar nuestra relación de pareja, a poder luchar por nuestros derechos. Pero el efecto benéfico de nuestra salida del armario no termina ahí. Al hacerlo estamos honrando a quienes lucharon antes que nosotras, a quienes en situaciones adversas dejaron su egoísmo de lado y pudieron pensar en grande. Al salir del armario estamos ayudando, aunque no lo sepamos, a las más jóvenes, al brindarles un modelo de identificación para crecer y desarrollarse, ese mismo que nosotras no tuvimos, que tuvimos que imaginar o que inventarnos. Es decirle al mundo: existimos. No somos las de las películas eróticas, ni las policiales, ni las vampiras de la películas de terror. Somos nosotras, sus amigas, sus maestras, sus tías, la empleada del supermercado, la abogada, la bailarina, la médica. Somos tan altas y tan bajas, tan gordas y tan flacas, tan buenas y tan malas como todos ustedes. Saliendo del armario, estamos posibilitando que toda la sociedad nos conozca y sepa que no representamos ninguna amenaza. Estamos ayudando a combatir la homofobia, tan enraizada en los prejuicios y el desconocimiento. Y, ayudando a los demás, estamos ayudándonos a nosotras mismas.

Marga

Marga es una blogger argentina responsable de Hay Mujeres un blog personal desde el que lucha junto a su novia Verónica por la visibilidad de las lesbianas. Tiene un estilo literario que encuentro especialmente interesante, sobre todo cuando se anima con la poesía. Si te gustan sus opiniones puedes seguirlas suscribiendote al feed de su blog