plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

A la novia de Vilches la acaban de enterrar. Por esta razón entran al hospital Guille, Fernando y el propio Vilches con cara de funeral y oscuros ropajes. Lo normal cuando das tu último adiós a un ser querido es que al día siguiente no vayas a trabajar, porque no está tu espíritu para gaitas laborales. Pero Maca le ha puesto a Vilches una guardia, cosa que nadie se explica desde cualquier punto de vista humanitario. Así que por una vez, el siempre cínico y rezongón Vilches tiene toda la razón para estar cabreado con la Jefa de Urgencias.

Lo que le pasa a Maca es que está agobiada con vivir en una casa pequeñita. Ella quiere a toda costa sacar a su familia del apartamento pitufo donde debe de creer que acabarán asfixiados por falta de aire para compartir. Y claro, esto le produce un bloqueo de mente monumental que ha hecho que se haya confundido y le haya clavado la guardia a Vilches por error.

Al rescate acude Sotomayor. Van a implantar en el hospital un Servicio de Telemedicina y, sabiendo los apuros económicos que pasa nuestra pareja, decide ofrecerle a Maca la jefatura del cotarro para que meta unos eurines más en la hucha todos los meses. Pero no contaba con Valeria La Borde, que ha estado con la oreja pegada y, probablemente por jorobar, se muestra interesada en el puesto. Por si esto fuera poco, Vilches se ofrece también como candidato, con el claro objetivo de fastidiar a su nueva enemiga (sigue enfadado por lo de la guardia). Ambos sugieren a Sotomayor que sería pecar de favoritismo designar a Maca directamente para el puesto sin contar con nadie más. Alguien sugiere que formen un “tripartito” (con lo mal que ha ido en Cataluña, no lo veo yo muy buena idea); Vilches se limita a mencionar que sería un pacto “antinatural”. Se refiere a que él con Maca no parte peras. Descartado el triunvirato, queda la designación aplazada a que amaine un poco la tensión del ambiente.

Recién estrenada su historia de amor, Gimeno y Claudia se dedican a comerse los morros a todas horas. Pero no pasan de ahí, y Claudia quiere explorar otras posibilidades de contactos físicos más intensos. Pero Gimeno está todavía apurando a tope la fase de besitos y no quiere perderse nada de tan importantes momentos linguo-labiales. Propone incluso crear una nueva profesión: el catador de besos. Claudia medio en broma se mosquea con la imagen de su recién estrenado amante probando por ahí otros sabores. Gimeno la tranquiliza: él sería fiel a su bodega. Sigue la broma, porque la neuróloga acaba de ser llamada “bodega”; y entre risitas ella sigue a lo suyo: proceder a metidas de mano más profundas. Nada que hacer, porque el gordito quiere ir más despacio. Él propone la filosofía oriental para seguir el camino tranquilo del sexo: una especie de espera forzada “pseudotántrica” basada en la meditación y la respiración de abdomen. Con toda lógica, Claudia piensa que todo eso es un rollo y que a ver cómo consigue que su osito pase a la acción, que es más divertida.

Esto de los estrenos sexuales es materia complicada, pero probablemente una buena idea sea romper la inercia de la inactividad. Esta es la estrategia que procuran seguir Héctor y Alicia, quienes después de su boda no han vuelto a catarlo. Paradójicamente, tras contraer matrimonio, ha cesado toda actividad “conyugal” entre ellos. El asunto es serio y afecta de forma principal al varón, quien sufre de incapacidad amatoria física (o sea, que no se le levanta la cosita ni a tiros). Además él defiende que hasta que no se acuesten en condiciones no están oficialmente casados: cierto, el rito eclesiástico entiende que hasta que no se “consuma”, el matrimonio no es válido. La visión del culito de Alicia parece despertar la libido de Héctor, y corren ambos a satisfacer su deseo a uno de los cuartitos donde se almacenan cosas. Pero, una vez en el fragor de la batalla, el varón vuelve a desinflarse. Él se deprime más aún y ella se queda con el calentón bien puesto.

Maca informa a Esther de que Sotomayor le ha ofrecido la jefatura de la Telemedicina, y que le hace mucha ilusión ganar más pasta. Esther no está entusiasmada con la perspectiva: trata de hacerle ver a su cónyuge que tanto trabajo le va a agriar más aún el carácter, que está muy sobrecargada y que la vida es muy poco grata a su lado con tanta tensión. Lo que Esther intenta hacerle ver es que los problemas económicos ya están afectando bastante a su convivencia como para encima empeorar las cosas añadiendo más tensión. Maca replica que ella sí que se preocupa de las cosas y tal como la veo, creo que lo que le ha dicho su mujer le ha entrado por una oreja para salir zumbando por la otra.

Doliente y muy embarazada entra en el hospital la hermana que Maca conoció en episodios anteriores y con ocasión de la muerte del padre de ambas (que se llama Reyes). Acude acompañada de un tipo que no sabemos quién es y viene casi perdiendo al bebé. Pregunta por su hermana, pero el primer doctor que la atiende es Vilches, que la mete en un box y evalúa el tiempo que le falta para parir atendiendo a la frecuencia de las contracciones. Llega Maca avisada por Esther; se encuentra con Vilches que se dedica a tirarle pullas hostiles y en mitad de la discusión sale el individuo que acompañaba a Reyes y se presenta como el marido de la citada embarazada. Maca se queda de piedra pómez: nunca dijo su recién estrenada hermana que estuviera casada. Más bien se hizo bastante la mártir alegando lo solita que estaba en el mundo, para intentar apañar lo más posible de la herencia (que entonces todo el mundo pensaba que era un potosí de riquezas). Maca, dolida, pega la espantada, deja al cuñado con la palabra en la boca y rechaza atender clínicamente a Reyes: que se ocupe Vilches que para eso la tenía ya bajo su jurisdicción médica.

Se encuentra a su esposa en recepción: Esther exhibe un aire muy mustio. Maca le pide que se anime, que no quiere verla así, y que tienen que estar bien y no enfadadas y tristes todo el santo día. Día que califica de “una mierda”. Esther pide no hablar de temas económicos. Maca entonces debe de pensar que si no agobia a Esther con cosas de dinero, sí puede seguir con problemas de otro tipo. Y le cuenta lo decepcionada que está con su hermana por haberle mentido respecto a su estado civil. Esther le quita importancia al asunto: cree que Reyes más que engañar, sólo ocultó un poco algunos detalles de su vida. La pediatra se larga otra vez a seguir con su actividad asistencial, dejando a Esther en pleno puchero: está dolida porque Maca no se ha dignado en toda la conversación en interesarse por nada que no fuera sí misma y sus asuntos.

Maca se cruza con su cuñado en el pasillo, porque ya están trasladando a Reyes al paritorio. Él intenta explicar los móviles de su mujer para mentir a su hermana. Entonces se le cae al suelo una de las florecillas de papel rosas que, mientras dilataba, se estuvo entreteniendo en hacer Reyes. Maca se acuerda de que su papá la enseñó también a confeccionar flores de ésas, se queda pensativa y decide que hala, que la perdona y que la va a asistir en el parto. Gimeno ha llenado la mesa más grande de la sala de reuniones de frutas y verduras. Sentado allí, pretende zampárselo todo. Cuando Claudia entra y se encuentra con tan curiosa decoración frutal, pregunta a qué es debido el exceso de vegetales. Gimeno quiere sanear su cuerpo y prepararlo para “entregarse” a ella. Además, tiene delante las fotos de las mujeres que más han importado en su vida: unas para imbuirse de su espíritu femenino y otras para librarse de su influjo. Entra Esther con pruebas y placas; pregunta también por la escenificación femenino-frutera. Gimeno le dice que es un plan de preparación “para eso”. Nuestra enfermera se parte de risa, comenta la gracia que le va a hacer a la señora de la limpieza recoger todo y se come una mandarina.

Entra Maca en la zona quirúrgica para lavarse y vestirse. Tiene la intención de atender el parto de Reyes. Vilches también se estaba preparando y cuando Maca le dice que lo deje, que ella se va a encargar, él se mosquea. Sus razones son que ha hecho la entrada, se conoce el historial y está harto de los cambios de opinión de Maca. Ambos no tardan en engancharse en una pelea por quién se lleva a la paciente. Se ponen los dos a cual más chulo: Maca le pregunta si está sordo y Vilches replica que sí, que además está ciego y mudo, pero no gilipollas. Entra Esther y trata de aplacar los ánimos: ¿Por qué no participáis los dos y santas pascuas? Vilches accede, pero con la condición de dirigir él todo el cotarro. Maca le dice que se está pasando varios pueblos con ella. El cirujano la desafía a que le abra un expediente. Y en tan armonioso ambiente, comienza el parto.

Tras los chillidos y esfuerzos de rigor, Reyes da a luz. Todo va bien y Maca coge a su diminuto/a sobrino/a en brazos; pero de repente, un charquito de sangre se forma en el suelo justo debajo de la entrepierna materna. Vilches da la voz de alarma: el útero se ha prolapsado (en lenguaje cristiano, que se ha invertido). Caos, todo el mundo se pone a dar voces y el único que parece tener la cabeza donde debe es Vilches. Manda ponerle oxitocina a la paciente, ésta se desmaya, Maca quiere evacuarla al quirófano. Pero Vilches toma las riendas: hay que meter el útero y ponerlo en su sitio. Le grita a Maca que deje de mirar al tendido y que le ayude. Uy, por favor, qué estrés. Empiezan a taponar la hemorragia con varios quintales de compresas. La entrepierna de la paciente sigue arrojando sangre sin mesura y le pone los zuecos al cirujano perdiditos. Vilches pide más y más compresas. ¡Ay, madre, que se nos desangra la parturienta! Fin de la escena.

Tras muchos avatares que suceden al resto de la plantilla del hospital, vislumbramos a Maca hablando por teléfono toda indignada por los altos intereses que pretende cobrarle alguna entidad financiera. La conversación termina con Maca diciendo una obviedad respecto de los Bancos: “son ustedes unos ladrones”. Vilches aparece para notificar que Reyes sigue vivita y coleando, una vez provista de nuevo de suficiente sangre en las venas. Vuelven a enfrentarse porque Maca se bloqueó en el quirófano y casi palma la paciente de un lado, y por la actitud rebelde del cirujano por otro. Nuestra Jefa de Urgencias le amenaza con un nuevo expediente y él responde que siga así, con su “papelito de Dama de Hierro”. Estos dos hasta que no se peguen no se quedan a gusto, hay que ver.

Cuando la pediatra va a mendigarle el puesto de Telemedicina, Sotomayor da en la diana: Viches y Maca están pasando ambos por malos momentos y su hobby ahora es echarse la mierda encima recíprocamente.

Es hora de ir a ver a la salvada parturienta: Maca explica el alcance del peligro que ha corrido. Es cierto que se podía haber muerto, que podía haber perdido las posibilidades de tener más hijos….y que la ha salvado el Dr. Vilches de todos esos engorros. La reflexión se dirige hacia lo que tienen las dos en común: su papá. Él las enseñó a fabricar las florecillas de papel. Reyes se disculpa por las mentirijillas, Maca por su facilidad para montar en cólera y finalmente quedan reconciliadas y felices en su relación sistérica.

Pero el cerco crítico-financiero se estrecha en torno a Maca y Esther. No sólo ha venido el recibo del seguro del coche, también la Agencia Tributaria quiere llevarse lo suyo. Los buitres planean sobre sus cabezas haciendo circulitos y amenazando con dejarlas sin un duro. Vilches también vuela bajo buscando carnaza y se planta frente a Sotomayor alegando que Maca no es una buena Jefa de Urgencias, que él pasa de obedecer sus órdenes y que apoya a Valeria para la Jefatura de la Telemedicina.

¿Pueden ir las cosas peor? Pues claro que sí, ¿o no han oído nunca hablar de la Ley de Murphy?

Esther termina su turno y se viste de paisano para abandonar las dependencias hospitalarias. Maca pide que se quede un poco más y se van juntas a casa. Pero es que Esther no se iba a casa, sino a hablar con su editora porque tenía una cita de trabajo con ella.

Maca: No lo sabía.
Esther: Sí, sí lo sabías. Te lo dije ayer y te lo he dicho esta mañana.
Maca: ¿Qué te pasa?
Esther: Que estoy harta.
Maca: Esther, es una mala racha. Se va a pasar. Javier me va a dar el puesto, de verdad.
Esther: Nada, que no te enteras de nada.
Maca: Sí que me entero, Esther. Me entero de todo. Y entiendo que estamos pasando una etapa muy jodida. Y que cada una está a lo que está. Y que personalmente estoy muy preocupada por tener las necesidades básicas cubiertas. Y la familia.
Esther: Ya. ¿Y tú no puedes entender que para mí es una necesidad básica escribir?
Maca: Pues no lo sé. Para mí una cosa es el trabajo, y lo que nos da de comer ahora mismo y otra cosa es…una ilusión, no sé, un hobby que cada una pueda tener.
Esther: Pues ese hobby, como tú lo llamas, es muy importante para mí. Mucho. Y es que tú no lo puedes comprender. Estás en el centro de las cosas, quieres trabajo, más trabajo, más hospital…Y yo estoy harta del hospital. Y cada vez estás menos tiempo con nosotros: con los niños y conmigo. Ehhh…., voy a llegar tarde. No me esperes despierta.”

Maca se queda con cara desolada y meditabunda tras el rapapolvo recibido. Es seguro que ella piensa que, a pesar de todo, tiene razón. Y Esther quiere recuperar su atención y la armonía parejil. ¿Qué opinan? ¿Está justificado el descuido de la vida doméstico-familiar por razones de peso o no lo está? ¿Serán estas quejas estheriles el comienzo de una crisis conyugal en toda regla? ¿Lograrán nuestras heroínas superponerse a los envites y empujones de los elementos? ¿A qué horas nos pondrán el siguiente episodio? Todas estas cuestiones, todos estos interrogantes los acabaremos resolviendo, no se me preocupen. Hasta la próxima semana.