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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Bienvenidas a Hospital Central. Para nuestra alegría, este capítulo está llenito de Maca y Esther, así que ¡a disfrutar! Y fíjense en el título, que hoy va dedicado a su historia.

Esther prepara una tila para las dos, que están los ánimos muy estremecidos después de la fiesta de la editorial. Maca recibe la tila de la paz con pocas ganas de hablar del tema; pero recordemos que se fue muy enfadada antes del arrebato valiente de Esther y nada sabe ni de la defensa que hizo de su matrimonio, ni de la oferta de trabajo que su esposa ha recibido. La enfermera anuncia que tiene una sorpresa, y que no es que se ha acostado con otra. El humor de Maca no está “para chorradas”, dice ella misma. Pero el semblante se le transforma cuando Esther le cuenta que le han ofrecido trabajo, y no un oficio cualquiera, sino ocupación que implica ganar tres veces más pasta de lo que ahora ingresa con su nómina de enfermera hospitalaria. Oh, eso solucionará sus problemas económicos, permitirá que recuperen la casa y dará un poco de alivio a Maca en su frenético ritmo de trabajo. Pero a nuestra Jefa de Urgencias vuelve a nublársele el gesto cuando escucha cuál es el “pequeño inconveniente” de la oferta: cruzar el océano entero para asentarse en Buenos Aires. Esther declara que quiere irse, lo que no deja a Maca mucho margen para negarse, y le pega un buen trago a la tila (supongo que para ir asimilando qué hacer:

  • Opción A: Convencer a la entusiasta Esther de que cambiar de vida de la noche a la mañana de forma tan radical merece al menos un periodo de reflexión;
  • Opción B: Rendirse de plano, agachar la cerviz, y a otra cosa).

Vánse ambas a trabajar y todavía entrando por la puerta siguen hablando del dilema. Esther da por sentado que darle vueltas al asunto no lleva a parte alguna y sólo le levanta dolor de cabeza. Maca pide tiempo para pensarlo a fondo: qué poco se imaginaba que en el mismo instante en que formula su petición, llama la editora Gabriela a Esther para meterle prisas. Teresa percibe el aire sombrío a Maca y se figura rápidamente que algo sucede, pero nuestra Jefa de Urgencias no suelta prenda y la cotilla oficial del hospital se queda sin el primer chisme de la mañana.

Maca sigue pensativa, y en plano de perfil observamos (además de lo guapa que está) que la preocupación la invade y la indecisión la embarga. Llega su amiga Claudia y ve el cielo abierto para desahogarse participándole sus pensamientos. Le cuenta la oferta de trabajo de Esther y lo presionada que se siente por tener que decidir el futuro de sus vidas en menos de 24 horas. La verdad es que sí es un poco agobiante, para qué engañarnos. Maca está sopesando las ventajas de la oferta, pero a la vez no sabe si ella misma quiere o no emprender la aventura. Se acerca Esther y Claudia desaparece por el foro, al percibir que quieren hablar de sus cosas en privado. La enfermera viene a informar de que Gabriela la ha llamado pidiendo una decisión ipso facto. Maca responde que la editora se está poniendo un poco pesadita, y que hay que decirle que se espere un poco, que ya comunicarán la decisión. Esther interpreta que pedir un receso a Gabriela es como si le dijera que no; en realidad está deseando que Maca de luz verde y firmar prontito, porque teme que finalmente su mujer acabe diciendo que no quiere viajar tan lejos. Pero Maca aclara: “No, decirle que se espere es decirle que se espere”. Esther se queda en pie, con los brazos cruzados y el disgusto en la cara.

Como ya viene siendo tradicional, a Maca se le agrupan los problemas con una facilidad increíble. El aterrizaje en el hospital del muchacho de hermoso acento mexicano ha sido apoteósico: todas y cada una de las mujeres que allí trabajan, se interesan por sus huesos. De ello tiene él bastante culpa, porque le tira los tejos a todo lo que se mueve. Y claro, Maca no es una excepción a sus insinuaciones amorosas; pero el clima entre ambos es tenso, porque las confidencias que la Jefa de Urgencias le hizo sin saber quién era en el episodio anterior, hacen que se encuentre muy incómoda. Teme que el chico se vaya de la lengua y termine contando por ahí lo que fue una dolida confesión en un momento de debilidad. Así que le mira con bastante hostilidad y procura guardar distancias. Sólo cuando él pide que confíe un poquito en su discreción, Maca acaba por esbozar una leve sonrisa.

Alicia se encuentra con Esther, que está tan dispersa que no se acuerda ni de qué material sanitario estaba buscando. Tiene la mente en otra parte, ya sabemos dónde: en Argentina. Su cerebro vuelve momentáneamente a las Españas y le cuenta a Alicia el asunto. Alicia no se lo puede creer, le pregunta que si está de broma. Esther le dice que si es una locura; su compañera lo confirma: efectivamente lo es (claro, no hay que matricularse de sentido común para saber que es así). Pero es que Esther está como en el limbo de la ilusión, y su esposa mira desde atrás la cara de emoción infantil que se le pone. Maca está empezando a darse cuenta de que sí, la decisión de Esther no tiene vuelta de hoja: o se une a ella aceptando entusiásticamente el cambio de domicilio transoceánico, o el disgusto va a ser morrocotudo.

El muchacho mexicano vuelve a la carga con Maca. Si algo no es la Jefa de Urgencias de este hospital es tonta, así que le pilla al vuelo las intenciones de ligoteo que lleva el recién llegado. Decide cortar por lo sano y le plantifica con toda claridad que cese en sus requiebros, porque está casada con una mujer, con Esther, por más señas. El casanova abre la boca en estado de estupefacción: “¿La enfermera?”- exclama anonadado mientras la aludida los mira desde el fondo del pasillo. Y como es inasequible al desaliento, superado el inicial descoloque, en vez de asumir que está en terreno vedado, pide que las dos se vayan a tomar algo con él. Maca no puede evitar sonreír burlona ante la cara dura del elemento, no exenta de cierta gracia. Es verdad: hay que tomarse estas cosas a pitorreo, que es más sano y te lo pasas mejor. A lo mejor es cierto que sólo quiere tomarse unas cañas para confraternizar, démosle un voto de confianza.

Cuando Maca se vuelve, llega a entrever la marcha de Esther, que se retira para hablar con Gabriela (es verdad que está pesada esta mujer con lo de las prisas en tomar la decisión: hasta va al hospital a seguir presionando).

Claudia sorprende a su amiga en la mitad de sus reflexiones. Le pregunta si ya sabe qué va a hacer. Maca no quiere joderle la vida a Esther. La neuróloga intenta tranquilizarla, porque cada persona tiene que tomar sus propias decisiones y marcar el rumbo de su vida, y nunca la de los demás. Pero la respuesta de Maca no puede ser más acertada: “¿Ni siquiera la de tu pareja?”. Claudia responde: “Si compartís los mismos sueños, sí”. Pues ahí está la madre del cordero: que Esther lo tiene muy claro, que es su sueño. El debate es: ¿Debe Maca plegarse a lo que quiere su pareja, aunque ella no participe del plan, sólo para no frustrar un sueño del que (por otra parte) no está segura de ser partícipe? That´s the question, y no el famoso to be or not to be.

Como Esther no ve a Maca convencida, resuelve acabar con el dilema y ofrecer su sacrificio en el altar del amor. Le dice a Gabriela que prefiere renunciar, porque tendría que prescindir de su cónyuge en la nueva vida que se le ofrece allende los mares. Está claro que su matrimonio está por encima de todo y acaba de demostrarlo, pero está terminando con el drama haciendo del asunto una tragedia griega. Cuando Gabriela sale de la entrevista, se encuentra con Maca. La editora casi ni responde a sus preguntas, convencida como está de que la Jefa de Urgencias ha expresado claramente que no está dispuesta a seguir a su mujer en la aventura y, en consecuencia, ha matado su sueño.

Maca, pobrecilla, para nada ha hecho otra cosa que pedir tiempo para decidirse, por no ver clara la cuestión: si armar con sus vidas un petate, meterlo todo dentro y darse a la aventura. Ella sólo requería un plazo más amplio para poder meditar sobre el tema. Y ahora se encuentra con los hechos consumados: su mujer se ha casi inmolado en una pira funeraria para demostrar que no quiere presionar su voluntad. ¡Es que también Esther es un poco exagerada, caray, que se toma las cosas a la tremenda!

Afortunadamente, Maca persigue a la editora. Gabriela intenta escapar, pero es hábilmente interceptada y acaba por confesar el sacrificio de Esther.

Maca se acerca a su mujer con aire cariñoso. La enfermera había salido al exterior del hospital en busca de un poco de aire fresco para pasar el trago del disgusto que se ha autoinfringido. La abraza desde atrás y con tiernos achuchones le prodiga besitos. ¡Cuánto hace que no veíamos escenas amorosas entre Maca y Esther! La “atacada” se da la vuelta y se encuentra con un bonito beso apasionado de su amante esposa. Sorprendida, pregunta a qué viene tal arrebato de afectuosidad.

Maca: Cariño, si tú tienes un sueño, yo quiero estar en él.
Esther: ¿Qué quieres decir?
Maca: Que nos vamos a Argentina.
Esther: ¿En serio?
Maca: ¡¡¡¡Que nos vamos a Argentina!!!

Mientras exclama esta última frase, completamente alborozada, Maca coge en vuelo a Esther y dan vueltas de molinillo feliz. Las risas son de contento y ternura. Y yo me voy ahora mismo a destapar una botellita de cava para celebrar que esta parejita disfruta de su felicidad entre más besotes y abrazos de pasión. Es maravilloso ver dos chicas que se quieren y lo demuestran, ¿o no sois de la misma opinión?

Ambas se van corriendo a comunicar la nueva al director del hospital. Sotomayor se queja de la premura de los plazos: está preocupado porque la Jefatura de Urgencias se le queda vacante y no sabe cómo cubrirla en tan poco tiempo. Durante la conversación, mira todo el rato a Maca, que desvía sus ojos y le promete “no dejarle colgado”. Pues no sé cómo, querida, porque si te vas en dos semanas, a ver qué puedes hacer para no dejarle colgado.

Tras varias peripecias hospitalarias, Maca y Esther realizan lo que posiblemente sea uno de sus últimos actos clínicos en común: asistir a un parto conflictivo con sufrimiento fetal y reanimar al neonato que está en parada cardiorrespiratoria. Al final, el bebé resucita después de un buen rato de maniobras, generando en ellas una natural satisfacción profesional. Finalizada la jornada laboral, Maca y Esther hacen una especie de rueda de prensa en la recepción del hospital, en la que anuncian pública y colectivamente su marcha. Todo el mundo se queda entre sorprendido, triste, acongojado y anonadado. Hay ojitos llenos de lágrimas, gestos de desconsuelo y mucha emotividad colectiva. Pero la resolución de la pareja es firme, no hay vuelta atrás, por lo que respetan y acatan la decisión.

Y todo parecía teñido de felicidad al finalizar el episodio. Pero, oh queridas damas, cuando salió el tráiler del capítulo que nos espera la próxima semana, todo mi ánimo se trocó en preocupación. La imagen de Maca en una calle oscura llorando a lágrima viva no augura buenos sucesos.

¿Qué pasará? ¿Dejarán que Maca y Esther puedan comer juntas perdices en Argentina o se nos agriará el menú? La solución, espero, en el próximo episodio.