plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

¿Recuerdan que en el episodio anterior el Gran Jefe Simon sugirió a Helen que se tomara unos días de descanso y que pensara seriamente si quería seguir con el puesto? Pues bien, esta velada forma de decirle que se fuera, despertó en Jim Fenner y en el resto del personal más depravado la esperanza de que así fuera y no le volvieran a ver el pelo a Ms Steward por la prisión.

Pero Helen es mucha Helen y no se deja vencer tan fácilmente. Así que tras el breve periodo de reflexión, se incorpora al servicio con renovados ánimos y nuevos líos en los que meterse. La gobernadora hace su entrada por el jardín de la prisión, donde Nikki se halla plácidamente tumbada al sol. Helen la llama y Nikki se levanta de un salto, toda alborozada: es evidente que su actitud para con la directora ha dado un giro de exactamente 180 grados.

Ya no ostenta ese aire hostil, resentido y desconfiado, sino que la recibe con franca alegría. ¿Tal vez llegó a temer que no fuera a regresar? Ya sabemos que no hay nada como la ausencia para darse cuenta de cuánto echas de menos a tu amada. ¿Le ocurre esto a Nikki? ¿Y qué hay de Helen? La gobernadora conversa con Nikki todo el tiempo mientras una sonrisa le ilumina la cara.

Hasta se permiten bromear: Helen comenta que se ha pasado las tres semanas montando muebles en casa; Wade responde que si no tiene un hombre que la ayude. La gobernadora replica: “¿Y tú te llamas feminista?”. Jajajaja, has dado en todo el centro, Helen, efectivamente: mira quién va a salir ahora con lo necesario que es tener un hombre al lado para que te haga el bricolaje.

La directora se pone incluso a comentar su vida personal: lo poco que ve a su chico, lo alejados que parece que van estando, a pesar de estar cada vez más tiempo juntos….Uy, esto suena a crisis de noviazgo. Y otro detalle nos informa de que las cosas entre estas dos han cambiado: Helen le propone una lectura a Nikki (“El Mundo de Sofía”, una novela de divulgación filosófica, ficciona Historia de la Filosofía); pues bien, en la última ocasión en que nuestra gobernadora osó siquiera sugerir un libro a Nikki, ésta reaccionó airada como si se hubiera inmiscuido en el centro de su vida más íntima. Ahora es todo lo contrario: acepta el libro proveniente del propio domicilio de Helen. Eso sí, ambas se prometen no contar nada del préstamo interbibliotecario, por ser contrario a las normas de la cárcel. Oh, ya tienen un pequeño secretillo en común.

Mientras Helen se aleja hacia el interior de la prisión, Nikki le echa una mirada evaluadora apurando el último tramo de un cigarrillo.

Helen Steward entra en la sala de guardianes con paso firme y marcial, decidida a plantar sus reales en el campo de batalla. Fenner y la bulldog no pueden disimular su pesadumbre cuando comprueban que no se ha rendido, que ahí la tienen de nuevo y con ganas de ponerles firmes. Tras los buenos días y holas de rigor, Helen se marcha derechita a un archivador que vive triste y abandonado en uno de los rincones. La bulldog se mosquea, porque el tal archivador debe ser pieza prohibida a las manos de Helen, y pregunta qué busca allí: Steward responde que busca el expediente de Nikki Wade. Contrariada por las maniobras de obstaculización ya habituales en los dos guardianes, Helen pide directamente a Jim que informe de los últimos acontecimientos acaecidos en su ausencia. Fenner dice que todo ha ido divinamente, sin conflictos, sin problemas, sin nada de nada, la cárcel en sí no ha registrado movimientos. Tal desierto de noticias no es óbice para que se evacúen los preceptivos informes, y Helen los pide. Jim pretende tenerlos listos para el viernes (ahí te hemos pillado: no los has hecho); la gobernadora no está satisfecha y los exige para YA. Fenner construye una mueca de disgusto.

De vez en cuando, la cárcel hace nuevas adquisiciones. De entre los ingresos del día destaca una señora en temblor constante, con bastante mugre encima y en estado de perpetua desorientación.

La nueva adquisición temblorosa

Dominic, el guardián, se había planteado ya hace algún tiempo buscarse otro empleo; el muchacho está bastante a disgusto con su trabajo debido a dos razones principales: 1) Zandra (la drogota en proceso de desintoxicación a la que, embarazada, abandonó su prometido para casarse con otra mujer más “limpita”) no deja de amenazarle con chivarse de que se fugó y no dieron parte; 2) El ambiente de la cárcel da pena y asquito.

Pues bien, por si no tuviera ya bastante repugnancia con la que lidiar, encima la nueva reclusa le ataca y lo impregna entero de una grandiosa y espesa vomitona. Helen tiene muy claro que es el único guardián un poco normal de corazón y mente, así que no tiene muchas ganas de que se vaya.

Impulsada por el deseo de hacerle cambiar de opinión, ofrece a Dominic tomarse unas pintas con ella en el pub, a la salida del trabajo (puesto que no pueden hablar con tranquilidad dentro de él).

Nueva escena entre nuestras dos chicas.Ya va siendo costumbre que la gobernadora llame a su despacho a Nikki Wade. Esta vez la excusa es interrogarla acerca de las actividades laborales que realizaba antes de ser entrullada, si no se aburre dedicando todo su tiempo a la jardinería…etc, etc. Al final, Helen desvela sus verdaderos propósitos: que Nikki se matricule en la Universidad (algo así como la UNED aquí, supongo) y así salga con un título de la cárcel, en vez de iletrada como hasta ahora. Nikki –con toda razón- no lo ve claro, porque no cree que eso le abra posibilidades laborales a la salida de prisión. Pero cuando a Helen se le mete una cosa en la cabeza, cualquiera la desengaña. Ella erre que erre, al final pide a Nikki que estudie como un favor personal. Literalmente, que lo haga “por ella”. Y esto a la reclusa la desarma completamente: “Está bien –responde- Por usted”. Acabamos de asistir a un sacrificio estudiantil por amor. Porque, señoras y señoritas, confiesen: ¿Quién no ha estudiado algo (carrera, temas aislados, bachillerato, cursos tostones o tonterías académicas varias) porque tu amada te lo ha pedido, convencida como estaba de que no era un esfuerzo estéril?

La razón por la que la nueva reclusa (llamada Jennie) tenga ese aire desconcertado y temblón es que padece de un alcoholismo en grado espectacular. De hecho pasa una noche de perros: la verdad es que la asistencia sanitaria de la prisión es pésima, porque dejar que alguien sufra una crisis de delirium tremens sin cuidados clínicos de ningún tipo es desolador. La pobre hasta se hace pis encima. Algo repuesta y duchada, acude al comedor de la prisión. Shell se pasa con ella, como es habitual. Entonces ocurre algo insólito: nuestra malvada reclusa le comenta, burlándose, a su lugarteniente Den lo ridículo de la actitud de la nueva. Cuando Den posa sus ojos en Jessie se le crispa el semblante. La conoce y su presencia la llena de turbación. ¿De qué la conocerá? Ay, qué cotilla ha sonado esto. Jennie tiene evidentes problemas de coordinación: no puede llevarse la cuchara a la boca y finalmente derrama parte de la comida en el suelo. La guardiana bulldog exige cabreada que recoja lo que ha manchado y, cuando Jenny se inclina para recogerlo, pierde el poco equilibrio que sujetaba su cuerpo más o menos en vertical y cae de rodillas entre silla y mesa. ¿Creen que alguien le echa una mano? Pues no. Pero Ms Steward aparece por la puerta y, viendo el estado lamentable en que se encuentra la reclusa (que está claramente enferma), pide a la bulldog que la ayude. Silvia, la bulldog, exclama indignada que su espalda no le permite ayudar (levantar del suelo a seres inferiores provocaría que se deslomara o incluso se herniara, supongo). Helen apunta que si su espalda está tan mal, no debería trabajar allí, porque estos trabajos entran dentro de sus funciones. Manda entonces a la poco cooperativa guardiana que al menos le traiga un té a la reclusa enferma, a ver si con una bebida calentita se entona. La bulldog está escandalizada del todo: nunca se le ha pasado por la cabeza tratar a esta gentuza carcelaria como a seres humanos. Helen entonces pierde la paciencia y ordena con un grito: “¡¡¡Té, por favor!!!”.

La guardiana accede por fin, pero sin evitar una mueca de desprecio y disgusto. La autoridad de Helen provoca, sin embargo, dos reacciones positivas: Una mirada contenta y franca de Nikki, que desvela a la directora cuánto le ha gustado a su reclusa favorita su reacción y (¡sorpresa!) una tímida y escondida sonrisa de Den.

Está muy claro que Helen Steward pisa firme, ha cogido las riendas de la prisión, y que el ejercicio decidido de sus funciones directivas no necesariamente tiene que resultar ingrato. Más bien todo lo contrario: esperemos que consiga poner un poco de orden en esta desmandada cárcel de mujeres. Y una de sus estrategias es que Dominic se quede, puesto que parece el único guardián aprovechable de toda la manada. Helen se juega mucho en esto, porque es el apoyo con que puede contar dentro de la cuadrilla de sus subordinados. Así que cumple el ofrecimiento de quedar con él a tomarse unas copichuelas en el pub tras la dura jornada laboral.

Helen portando el material para la fiesta

Ambos ríen y disfrutan ante dos pintas vacías y otras dos a medio terminar. Achispado ya por el litro de cerveza que porta en su organismo, Dominic por fin se abre a la posibilidad de no dimitir del cargo. Pero antes, manifiesta que tiene que contarle a Ms Steward “algo” (sabemos de qué se trata: de la metida de pata con la fugista Zandra). Pero Helen quiere tomarse “la última”, así que le dice que espere a que pida más cerveza.

El tiempo se les ha pasado volando entre pintas, y cuando Steward se levanta a por más bebercio, ocurre lo que pasa en todo el Reino Unido cuando son las diez de la noche: la campana suena y se cierra la barra. Helen no se arredra, ella quiere tomarse una copa más; así que invita a Dominic a seguir con las bebidas de su propio mueble-bar. El guardián se queda un poco cortado porque si no es usual que tu jefa te invite a copas fuera del trabajo, que te lleve a su casa ya es la bomba de la confraternización. Pero ante la insistencia de Helen acaba por ceder. Ya en el apartamento de la jefa, vierte su confesión. Ms Steward le recrimina su estupidez, porque al no informar a tiempo, la cuestión puede derivar al despido automático. No obstante, valora el que finalmente se lo haya contado y promete solucionarlo con el gran jefe. Dominic por su parte decide no marcharse y confiar en que las dotes de persuasión de Ms Steward funcionen y ni él ni Lorna sean puestos de patitas en la calle.

Denn (la lugarteniente malvada de la malvadísima Shell Dockley) parece haber sufrido una mutación genético-anímica. Ha comenzado a ejercer labores de protección hacia la reclusa temblorosa Jessie. Cuando Shell está a punto de romperle los huesos a porrazos por mancharle una camiseta, Den la detiene; por las noches se dedica a meditar sobre lo penoso de su vida; ofrece su ayuda a la tal Jessie. En resumen, a esta Daniela Blood no la conocíamos. Su siguiente movimiento es personarse en la celda de Jessie y entablar con ella una conversación sobre la vida en general y la de la alcohólica presa en particular. Denny pregunta sobre los motivos de su encarcelación, resultando que Jessie (borracha perdida) le pegó a un policía. Interrogada sobre si tiene hijos, la reclusa temblorosa niega con desprecio haber echado vástagos al mundo, porque son una molestia innecesaria –aclara mientras se fuma un cigarrillo. Denny se levanta bruscamente y abandona la estancia. Algo ha pasado por su espíritu que se lo ha desordenado. La tormenta se le queda quieta dentro hasta que llega la hora del almuerzo. Y ya en el comedor, Denny posa casualmente su mirada en Jessie, ésta le sonríe, y entonces mil rayos y centenares de truenos explotan en la reclusa Blood. Se levanta de un salto cuchillo en mano y pretende cortarle con tal instrumento el gaznate a la borracha. Reducida por los guardianes, Denny comparece ante la directora Steward, que se esfuerza en descubrir qué ha motivado una reacción tan fuera de lugar. Tras preguntar y preguntar, por fin la agresora escupe la razón de su rabia: “¡¡¡Es mi maldita madre!!!”.

¡Ay va! Resulta que la borracha temblona es la progenitora de Denn Blood. Qué barbaridad, luego dicen que el mundo no es un pañuelo. En plan protector-reivindicativo, Shell explica en el comedor las razones que asisten a Denn (y lo hace con lágrimas en los ojos, todo hay que decirlo, hasta tiene un trocito de corazón esta chica –aunque las otras ¾ partes estén necrotizadas).

Explica Shell que Denn tuvo la mala fortuna de ser criada con su padrastro; el tipo cogió la fea costumbre de violarla a todas horas y fruto de la forzada actividad sexual, tuvo la pobre Denny que abortar cuando sólo tenía 13 años. Caray, qué infancia más poco gratificante. Cuando ya se había aclimatado al centro de acogida de menores, debió de cumplir la edad límite y la echaron de allí. No sabía dónde ir y con toda la rabia encima, le prendió fuego al centro; así que acabó en un correccional de menores. A partir de ahí, la carrera delictiva de Denn ya no tuvo paradas. Shell termina encarándose con la irresponsable alcohólica y llamándola “perra”. La perra parece bastante arrepentida y en un estado de aflicción estuporosa: es muy probable que no tuviera ni idea del daño que ha causado.

Después, en el jardín, Nikki se la encuentra sentada con la cabeza entre las piernas, abrumada por el conocimiento recién adquirido de las consecuencias de sus actos. El consejo de Nikki es que debe aclarar las cosas, explicándole a su hija los motivos por los que la abandonó. Pero Jessie no se siente con fuerzas; Wade sugiere entonces que tal vez sea más fácil decírselo por escrito. Dicho y hecho: Jessie escribe una carta a Denn y se la lleva en mano a la celda. Desastroso, el resultado es desastroso: Denn reacciona en modo rabioso ante este nuevo modo de comunicación porque…. no sabe leer.

Denn confesando entre lágrimas su analfabetismo

Menos mal que Zandra le acaba leyendo la carta de su madre. Ahí se expresa la angustia de la alcohólica, que tampoco lo ha tenido de rosas en la vida. También de ella abusaba su papá, y por ello cayó irremisiblemente en el vicio del borrachismo para olvidar los abusos, hasta que se convirtió en una adicción destructiva de la que nunca ha podido salir. Su madre, en vez de protegerla, fingía no enterarse de la joya de marido que tenía y lo que hacía con su hija. Jessie cayó una y otra vez con tíos malos que no la hicieron sino sufrir más. Desde luego, como para pensar que la familia tradicional es un regalo, caray. Menudos papaítos que han tenido estas dos, para eso mejor es el pan solo que mal acompañado. Entre todo el proceso de desesperación vital y alcoholismo, Jessie concluyó que su hija nunca tendría una oportunidad a su lado, y que cualquiera la cuidaría mejor que ella. Así que la dio en adopción y siguió con su vida abrazada a la botella. Tras oir la confesión de su madre, Denny llora desconsolada al abrigo de los brazos de Zandra.

Como parte del plan de redención de su reclusa predilecta, Helen está dispuesta a comenzar con el proceso de desasnamiento de Nikki: quiere que estudie para labrarse un porvenir. Llega provista de información sobre la matriculación e incluso sugiere el curso que mejor le cuadraría. Nikki confiesa sentir miedo ante el reto, a lo que la directora responde que la sorprende oírle decir eso (¿cree Helen que Nikki no puede sentir miedo o que nunca sería capaz de reconocerlo?). Cuando está a punto de salir, Ms Steward saca el último regalito del cartapacio donde lo escondía: el libro que prometió prestarle, saltándose las normas de préstamo bibliotecario de la prisión. Nikki sonríe con embeleso viendo irse a la directora.

¿Ha perdonado Denny a su mamá? Dado que ahora le sonríe por los pasillos, parece que sí. Ambas conversan y Jessie explica que en unos días la van a soltar. A ella le gustaría no perder contacto con su hija, ahora que por fin se han encontrado. Así que sugiere visitarla de vez en cuando en la cárcel en tanto dure su condena y luego ya se verá. Para Denny es una novedad que alguien vaya a verla, así que en principio está de acuerdo con la propuesta.

Helen Steward entra en la biblioteca y ¿a quién se encuentra allí?: Acertaron, a Nikki leyendo otro libro. Esta chica le ha cogido un vicio a la lectura que empieza a ser preocupante. La directora se muestra impresionada porque la reclusa parece interesarse por cosas cada vez de mayor nivel: ahora se está metiendo en las meninges al propio Shakespeare. Se trate de “Romeo y Julieta”. Nikki comenta que sería más de su gusto “Julieta y Julieta”.

A Helen le entra un ataque de curiosidad hacia el mundo lésbico y pregunta a la presa si nunca ha tenido inclinaciones heteros. Nikki responde que no le han interesado nunca los hombres y entonces Ms Steward sale con el típico pensamiento de quien no se explica cómo puede ser que haya mujeres cuya opción no sean los hombres. Automáticamente aparece también el comentario de si no ha conocido al macho adecuado para ella y por eso ha seguido un camino alternativo. Nikki niega: que no, que a ella los hombres ni fú ni fa.

Helen: ¿Cómo puedes estar tan segura?
Nikki: De la misma manera en que tú lo estás, si es que lo estás.
Helen: No estoy interesada en las mujeres, no de esa manera.
Nikki: Deberías intentarlo alguna vez, no sabes lo que te pierdes.

Y dicho esto, Nikki entrega a la directora un libro que había sacado de la estantería: “Oranges are not the only fruit”(“Las naranjas no son la única fruta”), de Jeanette Winterson. De esto creo que se ha hecho una película, ¿no?

Denny ha llegado a la conclusión de que lo de las visitas de su madre se va a poner difícil, y que cabe la posibilidad de que no pueda, no quiera o pase cualquier cosa y no vuelva a verla. Por tanto, idea un plan alternativo consistente en…fugarse e irse a vivir con ella. Desde luego así no van a ser necesarias las visitas, eso también es verdad. Así que se agenciará una especie de disfraz para parecer una guardiana y así salir de la cárcel sin despertar sospechas: parte de la vestimenta consiste en coger una cadena de wáter y ponérsela colgando del cinturón, simulando la cadenita con la que portan los guardianes las llaves de las puertas que aíslan los módulos. Escoltándola hasta la salida, Denny cruzaría los umbrales de la prisión y en un descuido estaría fuera. Jennie no puede por menos de decirle que es una idiota temeridad. Pero no cuenta con la angustia de su hija, que teme perderla para siempre en cuanto la pongan en libertad. Así que Jennie reflexiona mientras se fuma un cigarrillo y resuelve que la solución es rechazar a Denny a lo bestia: decirle que en realidad no quiere estar con ella, sino con una buena botellita que contenga cualquier clase de alcohol. Denny abandona el estúpido proyecto, pero bajo la influencia de la más absoluta de las decepciones.

Helen habla con el jefazo de la metedura de pata de Dominic y Lorna, consiguiendo que no les pongan de patitas en la calle. Se lo comunica a Dominic y cita a ambos guardianes a una reunión para echarles oficialmente la bronca.

Todo está solucionado aparentemente, Pero Lorna ya ha hecho alguna memez más, impulsada por el chantaje de Zandra: acudir a decirle al novio que sigue embarazada de él. Esperemos que esto no conduzca a nuevas consecuencias.

Jessie sale de la cárcel y en cuanto vislumbra un pub, su instinto alcohólico la proyecta en directo hacia su interior. Pero llega a sus puertas y consigue no entrar. Bravo. Denny recibe pronto de su madre una postal en la que anuncia que va a ir a verla y pide un pase de visita. Denn no cabe en sí de gozo: su madre no la ha abandonado.

Y nuevamente cae la noche. ¿Qué nos deparará la prisión en el siguiente día? La respuesta, en el próximo episodio.