Escrito por: Genix
Isleña de nacimiento, nací bajo el sol y el mar de las Islas Canarias. Pese a adorar al mar, los días soleados tumbada en la arena y noches cálidas bajo las estrellas, siento que pertenezco al país más grande del planeta: la humanidad. Me encanta la naturaleza, perderme en un bosque y aislarme del mundo escribiendo hasta meterme en mis propios relatos generando realidades emocionales que hagan mover mis propios cimientos. Resumiendo, amo ser consciente respirar cada vez que lo hago.

Una noche cualquiera

Las velas se consumen mientras te miro contarme acerca de tu semana detrás de tu copa de vino sobre el mantel blanco. Las flores de en medio me impiden ver tu sonrisa y empiezo a odiar ese pedacito de primavera embotellada que nos separa. Nos vamos saboreando, yo tu postre y tú el mío, alternándonos las cucharas, un ritual que viene de hace años.

Y cuando salimos de allí, reímos a la cara absurda del camarero que no podía evitar mirarnos compartirnos la comida creyendo que dábamos la nota en el lugar, dando tanto espectáculo como él se llenaba de morbo de algo a lo que no estaba acostumbrado.

A veces creo que vivo fuera de mí cuando camino a tu lado. Tu sonrisa llena de todo ese material perfecto del que están hechos los sueños, lo nubla todo, tiene el poder de centrar mis sentidos en un solo eje… Sé lo que siento y me frustro al querer poder poner palabras, aunque sea en mi mente, a todo lo que me haces sentir al mirarte. Trato de buscar un mensaje adecuado que te lo resuma, y de pronto me coges de la mano, me paralizas la voz y ya no recuerdo siquiera que respiraba antes de sentir tu contacto.

Caminamos calle abajo, juntas y paseando al filo de una de esas noches de luz en las que no hay prisas por vivir, ni un lugar concreto al que llegar, y acabamos entrando a ese lugar donde nos dejaremos las pocas energías que nos quedan bailando.

Veo tu cuerpo moverse tan abierto como tu sonrisa relajada de sábado. Puedo ver en tu mirada todo eso que nadie puede ver, que de pronto me abruma y quisiera poder decirte…Que moriría un poco con tal de ver esa expresión que sueles hacer de morderte el labio y mirarme mientras sigues bailando.

Y me callo… porque no hallo palabras que me expresen mejor que mirarte…Y mis ojos son dos niños testigos de ti y de tu esencia…Una esencia que deja una estela tras de ti cuando cruzas mi cielo. Está claro que el destino de los afortunados son las decisiones de las almas inteligentes…entonces ¿por qué me siento una simple idiota con solo mirarte?

Vamos camino abajo hasta llegar a casa. Vas acomodando tu pelo como siempre sueles hacer cuando tienes calor. Te abrazas a mi cintura y quisiera poder decirte lo completa que me hace sentir ese simple gesto de ti.

Ahora mi garganta se queda muda cuando te miro al ver tu pelo ondear por el avance de nuestros pasos, y las calles saturadas de gente que va y viene se vuelven rayas que van a una velocidad de vértigo mientras tú te retienes en mis pupilas a cámara lenta.

Son esas pequeñas cosas de ti que me enamoran más y cada vez…conocerte. Conocerte hasta saber cuando lloras aunque no hayas derramado ni una sola lágrima o cuando sonríes bajo las lágrimas emocionadas de tu pasión…conocerte es mi placer, poseerte la necesidad que ese conocimiento me confiere a seguir queriendo descubrir tu sensualidad única en cada pequeño gesto cotidiano.

Abro la puerta de casa y vas directa al baño mientras me invitas a que te sirva una última y ritual copa de vino Llevo dos hasta el pequeño espacio y me uno a ti en la bañera llena de agua caliente. Se nos van las horas recordando el balance de la noche y los planes que tendremos para mañana, incluyendo el pequeño reto de recordar a quien le tocará preparar el desayuno esta vez.

Sonrío al pensar en que despertaré con ese olor a mi desayuno favorito, hot cakes con sirope de chocolate, inundando la casa y que lo traerás en una bandeja que no devolveremos a la cocina hasta dos horas después de usarla. La espuma se para en tu pecho y deja al descubierto tus hombros. Cuando dejas caer tu cabeza hacia atrás me regalas la visión de tu cuello….ese cuello que es un lugar sin retorno adonde ir a perderse sin billete de regreso. Me pregunto si es que no te das cuenta de lo que me haces.

Me abrazas desde atrás y acaricias mi pecho. Cualquier reloj de precisión se pararía en este momento. Tus manos vagan por mi espalda con suavidad y presionas con cuidado ese punto de mi cuello que sabes que siempre me relaja, ladeo mi cabeza y beso parte de tu mano, con algo que no es un beso sino se traduce como uno, en una mano que no es solo eso…una caricia de almas.

Con la yema de tus dedos das un ligero masaje enredándolos en mi pelo. Huelo tu perfume a pesar del jabón. Podría cerrar los ojos, inventarme que no existes y aun así reconocería esas caricias en mi cuerpo. Tengo tantos sentimientos ahí para ti que quisiera que conocieras…

Y entonces, en la culmine de mí, miles de palabras se apelotonan en mi garganta y caigo una vez más en la inconcluyente frase que se supone que lo resume todo y a la que cada cual le da el sentido de lo que son capaces de sentir…te amo.