Buscando Té

¡Hola! Aquí andamos mi té de frambuesa (regalo de una lectora de peculiar humor) y yo, recordando historias que resultan ser, bastante más numerosas de las que creía que tenía. O.o Esta, como ninguna otra, lleva una confesión consigo.


La imaginación solamente concede valor a aquello en lo que se tiene intensa fe. Swami Sivananda

A los quince años el término «lesbiana» no me identificaba, sólo era una palabra que alguna vez escuché susurrar en el baño del colegio, que sonaba a algo muy malo. Un año más tarde, todo se confabularía para descubrir que la palabrita en mención me calzaba perfecta.


Un chico, con una delgadez preocupante (que luego se quiso levantar a mi hermana) me invito a salir en esa época de la manera mas cursi posible. Apareció en mi casa sin llamada previa, un sábado, con flores, chocolates y una cartita que tuve que leer por insistencia del entusiasta pretendiente, parada, con mi papá con cara de asesino al costado.

El galán le pidió permiso a mi papá antes que a mi para «dar una vuelta e ir a cenar» y contra toda estadística, mi papá aceptó la formalísima petición. Recuerdo que me cambié de ropa, pensando que el flaquito no me gustaba, que era divertido jugar con él al fútbol, pero nada mas y que por lo menos saldría de casa a pasear.

Andábamos él y yo por el parque Kennedy de Miraflores, cuando de pronto, un letrero luminoso llamó mi atención. Como hipnotizada, dejando unos pasos atrás al romántico pretendiente, crucé la pista, mientras mis ojos se envolvían con las luces de neón que adornaban el portal. El lugarcillo quedaba en un sótano de escaleras oscuras, se oía música estridente desde la entrada y se veían siluetas indefinibles en la pista de baile.

Decidí sentarme en la barra y pedir un trago, con ficticia acostumbrada naturalidad. El flaquito estaba asustado, me hablaba pero yo no lo escuchaba en ese punto.

¿Por qué? (#AsuMadre)

Porque había visto a dos chicas bailando armoniosamente entre sí.

Allí, en ese instante, que puedo volver a vivir por unos segundos cerrando los ojos, entendí el concepto de perfección.

El flaquito se fue al baño y una chica, de actitud segura y de voz de locutora de radio se me acercó.

  • ¡Hola! ¿Has venido sola?
  • No, con un amigo.
  • ¿Bailamos?
  • … O.o
  • ¿Hola? ¿Te pasa algo?
  • … O.o
  • ¿Estás bien?
  • Sí. No. No sé. O.o Ya me tengo que ir.

Salí disparada del lugar, corriendo, sin acompañante, sin pagar el trago que ya había probado.

Esa noche pensé en la chica de la voz sexy de manera «inadecuada».

Meses más tarde, en una de esas famosas cabinas de internet de antaño, hice doble click a un programa de chat de iconito color azul y rojo que se llamaba «MLRC». Para mi, fue una ventana a un nuevo mundo. Miles de personas diciéndome ¡Hola! de todas las maneras posibles. Un canal me llamó la atención (#OfCourseCarajo).

                                            #LESBIANAS

Después de chatear algunas semanas con cuanta chica anduviera por allí y seguro con algunos infiltrados (#HabíaCadaPendejo), encontré un «nickname» graciosamente llamativo. #ChiZa.


Chiza tenía quince años y yo diecisiete cuando empezamos a conversar. Ella vivía en Santa Cruz, Bolivia. Conversábamos a diario desde las cinco de la tarde hasta las diez de la noche por ese medio.

Sabía como era sin verla, sin fotos, sólo imaginándola bajo su descripción. En dos semanas nos hicimos «cybernovias» y ya soñaba con ella. Mis horas se iban pensándola, añorando los abrazos escritos, los besos que aún no existían, las sonrisas que no conocía.Cuando escuché su voz por primera vez en el teléfono supe que estaba enamorada.

No había nadie que la conociera mas que yo. Sabía donde estaba cada lunar y cicatriz. Que había desayunado, almorzado, cenado. Como estaba vestida cada día. Era como si la tuviera a mi lado, todo el tiempo.

Nos inventamos un cuento de padre y señor mío para mis viejos y los suyos, para después de un año de relación, ir a verla a Santa Cruz.

Viajé sola en bus por casi tres días. Me alojé en un hotelcillo cerca al terrapuerto y la llamé.

Nella: Hola amor. Ya llegué.
ChiZa: Hola mi amor. No puedo creer que estés aquí.
Nella: Quiero verte. ¿A dónde voy?
ChiZa: Estoy en unas cabinas de internet cerca a casa.

Me dio la dirección, cogí un taxi y fui.

Cuando pienso en esta locura, una de las mas grandes que hice en mi vida por alguien, caigo en cuenta que corrí con mucha suerte. Ella hubiera podido ser cualquiera. Podría haberme pasado algo muy malo. #AquíEmpiezaElMelodrama #ChapaTuTecitoYAguzaElOído

Ella estaba sentada, mirando al computador, cuando entré en las cabinas. Subió la mirada, yo me tropecé, sonrío. Le dije ¡Hola! y sus orejitas se pusieron del color de un tomate. El encuentro planeado de abrazos y miles de besos, nunca ocurrió. Fue aún mas hermoso, mas nosotras.

Algo ocurrió cuando el impacto de vernos por fin se terminó. Yo pensaba en otros gestos, otros movimientos, otras formas de hablar, de caminar, de pensar. No puedo decir que mis sentimientos por ella cambiaron, pero no era quien yo había tenido por un año en mi mente.

Regresé a Lima. Hablar con ella por internet era como volver a respirar otra vez. Así pasó un año más. Ella vino a Lima unas tres veces, porque su padre es peruano y tiene familia aquí.

Un día, decidimos ir a bailar a un huequito de ambiente que se había puesto de moda porque no pedían identificación de mayoría de edad. Fuimos con un par de amigas con sus respectivas novias. Bebimos. Ninguna había bebido tanto en su vida.

Empecé a sentirme mal, la cabeza me daba vueltas, caminé como pude hacia el diminuto baño y…

La vi besando a la pareja de una amiga en la puerta.

(#QueTalSuertecita) )(#QueKarmaNiQueKarma) (#LosCuernosMePersiguenMamá).

El drama duró seis meses. Terminaba con ella cuando la tenía en frente, cuando veía su boca y recordaba que besó a otra, pero cuando estaba lejos, no podía deshacerme de la rutina de hablar a diario. No hablar con ella durante el día se sentía como si algo muy grande faltara. No la extrañaba, no quería verla, dudaba de todo lo que decía, pero prefería no dejarla.

Todo se acabó una madrugada de frío, en un hotelucho cerca a mi casa.


He conocido muchas mujeres en este tiempo.

Puedo decir que mi bagaje sentimental está infestado de todo tipo de anécdotas. Pero, las mejores historias (sacando del saco por supuesto a mis seis años con la única mujer de mi vida), han sido las virtuales. Ahora tengo la necesidad de conocerlas en persona, por un tema de seguridad y morbo, pero con algunas, prefiero conversar en un paralelo a la realidad. Nada me seduce mas que una mujer con buena ortografía y tema de conversación natural. Había una que hacía que el tiempo vuele.

¡Hola! morocha más o menos. Te extraño tanto. ¿En qué andarás?


La imaginación es poderosa, y este mundito de caritas de signos y letras, muy peligroso. Idealizar a una mujer, simplemente es letal.

Pintura de la talentosa: Andrea Barreda