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Hoy les traigo una pequeña sorpresilla porque las he visto muy tristes con el final de destino, así que he decidido mostrarles otro trabajo pequeñin de la señorita Genix para que tengan algo con que ir pasando el rato.

Hace un par de años, la señorita Genix y yo estabamos debatiendo en uno de esos interminables chats en los que solíamos embarcarnos. Recuerdo que estábamos hablando de la infidelidad y los conceptos que teníamos al respecto.

Yo solía decirle que para mi una infidelidad era imperdonable porque me sería imposible volver a confiar en esa persona. Y seguramente me pasaría el resto de mi vida echándoselo en cara a cada oportunidad que tuviera. Le decía que, como sabía que era incapaz de olvidarlo. no volvería jamás con esa persona aunque pudiera perdonarla.

Entonces hablamos sobre los diferentes tipos de infidelidad que hay, y sobre si era diferente poner los cuernos durante seis meses a darte un acostón con alguien en una noche loca. Y si alguna de esas opciones era moralmente «menos incorrecta que la otra» y por lo tanto más perdonable.

En fin que esa noche nos dió por ahí y cavilamos sobre cada mínima posiblidad del universo vaya a usted a saber porque. El caso es que terminamos nuestra conversación, me fuí a dormir y al otro día por la mañana tenía en mi bandeja de entrada Entre casa y Detroit.

Digamos que esa mañana aprendí algo más de mi misma reflejada en los ojos de una persona que conocía de mi no solo lo que le mostraba. Y me demostró en 17 hojas que en la vida no todo es blanco o negro (yo es que a estas alturas ya no tengo nada claro pero por si las dudas mas le vale no ponerme cuernos :P).

La realidad es que las dos tenemos los mismos principios básicos al respecto pero a ella le encanta replantearnos los cimientos. El caso es que la historia no terminó aquí porque lo gracioso de nuestra relación es que si a ella le da por remover los mios ¿por qué no voy yo a hacer lo mismo con los suyos? pero de eso les hablaré la próxima semana.

Imagen por: Casino Jones

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